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Las prácticas profesionalizantes: puentes entre la escuela y las empresas

“El mundo al que puede acceder la escuela es mucho más grande que lo local” sostiene la Lic. Cecilia Pasman, Directora del Área Educación, de la Asociación Empresaria Argentina (AEA). En este aporte a la revista Consudec, describe el panorama de las prácticas profesionalizantes, que tienen “todavía un gran camino que recorrer”. 

La brecha existente entre el mundo de la educación y del trabajo no es una novedad. Históricamente se han buscado diferentes modos de acercar estas realidades tan distintas, pero tan complementarias. En esta línea, la Ley de Educación Técnico Profesional de 2006 incorporó, entre otras cosas, las Prácticas Profesionalizantes, generando así un instrumento con mucho potencial para este fin. 

Las Prácticas Profesionalizantes (PP) son un espacio curricular diferente al taller/laboratorio, ya que cumplen otro rol: poner a los y las estudiantes en situaciones vinculadas a su futura profesión y sus contextos específicos, fortaleciendo así sus habilidades y capacidades. 

Por esto, la principal diferencia con una práctica de taller/laboratorio radica en el contexto de aplicación: en las Prácticas Profesionalizantes el foco está puesto en que los y las estudiantes participen en contextos reales de trabajo o interactúen con actores fuera de la institución escolar. Por eso en su mayoría se busca que las PP se realicen en la empresa u otras organizaciones externas a las escuelas, aunque todavía hay muchas instituciones educativas que, por diversos motivos, en su mayoría ofrecen PP internas a sus estudiantes. 

Para ejemplificar lo anterior, supongamos una escuela de química: ¿Es lo mismo un ensayo hecho en la propia escuela que uno hecho en el Laboratorio de Calidad de una empresa, incluso con similar equipamiento? No, no es lo mismo. El contexto difiere y eso transforma la experiencia. La expande, agrega nuevos elementos que permiten un desarrollo más completo de las habilidades y capacidades de los y las estudiantes. Entregar un resultado de un ensayo de laboratorio a un profesor en la escuela no es igual a hacerlo al área de producción en una empresa donde dependerá de su resultado para que un producto salga al mercado. No es igual interactuar con compañeros de aula que con personas de otra formación y otras edades, con diferentes roles y jerarquías. Claramente, no son lo mismo los 45 minutos de una hora cátedra que los tiempos de la realidad productiva. Las reglas del mundo laboral no son siempre las reglas escolares y aprehenderlas es parte de la dimensión “profesionalizante” de estas experiencias.

La implementación de las Prácticas Profesionalizantes a lo largo y ancho del país no estuvo exenta de desafíos y, aunque se ha avanzado muchísimo, especialmente en términos de organización y difusión, todavía hay un gran camino que recorrer. 

Sabemos que la realidad productiva de nuestro país es muy heterogénea y eso también dificulta la llegada de estas propuestas a todo el arco empresarial. Cómo ofrecer prácticas significativas y alineadas con la realidad de la futura profesión de los y las estudiantes es el principal reto en esta etapa, tanto para las PP realizadas con empresas u otras instituciones, pero más aún en las PP realizadas en la propia escuela. ¿Cómo alinear las PP a la realidad del mundo profesional si no se tiene contacto y retroalimentación con ese mundo?

Cómo ofrecer prácticas significativas y alineadas con la realidad de la futura profesión de los y las estudiantes es el principal reto en esta etapa.

Por otro lado, los últimos años hemos estado atravesados por la pandemia del COVID-19. Sin pretender profundizar en las graves consecuencias que ha tenido ésta para la educación, sólo quisiera remarcar que, para la educación técnica en particular, el aislamiento y el distanciamiento social fueron particularmente perjudiciales. La virtualización de la Educación Técnico-Profesional contaba con el desafío extra de llevar las prácticas de taller/laboratorio y las Prácticas Profesionalizantes a los hogares. 

Como vengo sosteniendo, si ya en épocas normales la realización de las prácticas requiere cierto esfuerzo por parte de las escuelas y de las empresas, la situación de pandemia fue claramente un reto.  Sin embargo, ¿fue imposible? No.

Desde la Asociación Empresaria Argentina (AEA), hace casi veinte años que acompañamos al sector privado en la articulación con la educación técnica a través del programa Vinculación Empresa-Escuela. Nuestra experiencia tendiendo puentes durante todos estos años nos muestra que, cuando hay voluntad de cooperación, todo es posible, y es lo que sucedió en la pandemia: empresas que llevaron al e-learning sus capacitaciones destinadas a estudiantes; visitas 360 para reemplazar las visitas presenciales a planta; mentorías virtuales para proyectos; charlas técnicas de expertos de las empresas vía plataformas de comunicación o grabadas en video; apertura de licencias para compartir con los estudiantes programas informáticos para realizar simulaciones.

Hoy ya tenemos nuevamente presencialidad en las escuelas; gratamente, las aulas, laboratorios y talleres están llenos de estudiantes, y las Prácticas Profesionalizantes volvieron a realizarse fuera de la escuela. Esta es una gran noticia. Sin embargo, mi propuesta es no olvidarse de las puertas que se abrieron en la pandemia e integrarlas a la vida escolar.

Pongo el caso de la iniciativa de Mentorías de proyectos de escuelas técnicas. Éstas nacieron en agosto de 2020 de la mano de un grupo de empresas como una forma de acercarse a las escuelas en el contexto de aislamiento. Se buscó poner a disposición de las escuelas técnicas un profesional que pudiera acompañar a un equipo de estudiantes en la realización de su proyecto. Este asesoramiento se brinda a través de encuentros virtuales de una hora semanal, durante tres meses. El proceso finaliza con una instancia de presentación de proyectos donde el equipo de estudiantes debe presentar el resultado de su trabajo ante otro profesional que hace de evaluador, a fin de que el equipo trabaje sus habilidades comunicacionales.

La propuesta funcionó tan bien que aún hoy continúa: fue mucho más que una solución temporal al aislamiento. De a poco empezamos a armar una nueva manera de vincular empresas y escuelas técnicas. Hoy se sumaron instituciones educativas de la Ciudad de Buenos Aires y San Luis y, a su vez, hemos crecido tanto en términos de cantidad de proyectos acompañados, como de mentores participantes. La clave de esta iniciativa es la virtualidad: ésta nos permite conectar escuelas y empresas a muchos kilómetros de distancia (hemos tenido mentores de Mendoza o Santa Fe acompañando escuelas de PBA), imposibles de conectar de modo presencial. Por otro lado, incluso estando en la misma localidad, la virtualidad permite un mejor uso de los tiempos y con menores costos, ya que se evitan traslados con su correspondiente tiempo y gastos asociados. Posiblemente, sin la virtualidad, no hubiéramos conseguido tantos voluntarios de empresas para participar de esta iniciativa. Esta misma iniciativa presencial les demandaría muchas más horas de su jornada laboral.

Con esto no quiero idealizar la virtualidad. Hay muchísimas dificultades en ella, empezando por la mala conectividad de muchas instituciones educativas, siguiendo con que los encuentros virtuales son más complicados de llevar adelante que los presenciales, especialmente con jóvenes, y que no siempre es fácil para las escuelas compaginar actividades virtuales en un esquema de escolaridad presencial. Sin embargo, creo que el ejemplo sirve para mostrar cómo, cuando se le da prioridad al vínculo entre el mundo de la educación y el trabajo, se abren puertas y se encuentran modos de vinculación innovadores.

En sus tres años, la iniciativa de Mentorías llegó a 173 proyectos y más de 1.000 estudiantes. Es un granito de arena si se lo mira en términos del sistema educativo. Sin embargo, más allá de su escala, creemos que esta iniciativa es muy valiosa en términos de “laboratorio”. Antes de la pandemia, cuando se pensaba en la vinculación entre educación y trabajo, se miraba solamente la realidad productiva local de esa institución, con sus potencialidades pero también con sus limitaciones. Iniciativas como las Mentorías (y muchas otras que deben haber surgido durante la pandemia) muestran que el mundo al que puede acceder la escuela es mucho más grande que lo local y que, con creatividad y voluntad puesta al servicio de los y las estudiantes, armar prácticas profesionalizantes con verdadera conexión con el mundo del trabajo es posible.

Cuando se le da prioridad al vínculo entre el mundo de la educación y el trabajo, se abren puertas y se encuentran modos de vinculación innovadores.

Para cerrar, comparto para la reflexión una contundente frase del especialista brasileño Claudio de Moura Castro:

“Los vínculos entre escuelas y empresas no solo pueden establecerse, sino que la división entre las escuelas que los establecen y las que no lo hacen, es lo que separa a las escuelas excelentes de las no tan buenas. Una vigorosa colaboración con las empresas es la marca que distingue a prácticamente todas las escuelas técnicas y vocacionales altamente exitosas.” (Claudio de Moura Castro, Formación Profesional en el Cambio de Siglo, 2002).  

Algunas aclaraciones

La Ley de Educación Técnico-Profesional devolvió a la educación técnica su estructura de 6 años, avanzó con la homologación de títulos a lo largo del país y creó el Fondo de Financiamiento de la Educación Técnico Profesional.

 Existen diferentes modalidades que las instituciones educativas pueden ofrecer a sus estudiantes para cursar la materia Práctica Profesionalizante. Aunque esto puede variar en cada Jurisdicción, en general se pueden agrupar en dos: 1) las experiencias que los estudiantes realizan en empresas u otras organizaciones diferentes a la escuela (Prácticas Profesionalizantes Externas o Pasantías, según diferentes denominaciones de las Jurisdicciones), 2) Proyectos Productivos o de Investigación que, en general, se desarrollan en las propias instituciones educativas. Estos proyectos también pueden contar con acompañamiento de actores diferentes a la escuela. El caso de universidades, centros de investigación o empresas que ofrecen a los proyectos asesoramiento, colaboración o, incluso, plantean sus problemáticas para que sean abordadas por los estudiantes en los proyectos sería un ejemplo de esto.

Empresas por orden de ingreso al Programa de Mentorías: Mastellone Hnos. (empresa con la cual se diseñó la iniciativa); Grupo Cartellone, Nestlé, Loma Negra (Empresas participantes en la experiencia piloto 2020 y que volvieron a participar en los años siguientes), ENEL y Arcor (se incorporaron en 2021 y continúan).

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