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Novedades

Redescubriendo la experiencia educativa

Una vez más el colegio La Salle fue escenario del Encuentro Nacional de Educadores convocado por Consudec, que con el apoyo de FAERA (Federación de Asociaciones Educativas Religiosas de la Argentina) y Editorial Bonum, ofreció un espacio de formación e intercambio. En el marco de su centenario, dio lugar a la participación de varios autores y referentes. Entre ellos, Mariela Cuda, que introduce este número: “El aula vivencial: Planeando experiencias de aprendizaje para la escuela de hoy. 

¿En qué pensaban nuestros docentes —maestros y profesores—  cuando se destinaban a planificar una clase? ¿Cómo se imaginaban el inicio, el cierre, o la parte más sustancial de esa porción de sus tareas? ¿Con qué recursos materiales y cognitivos se disponían para gestionar esos 90 o 120 minutos de espacio áulico? 

Seguramente visualizaste una lectura, una pizarra, un docente parado en el frente, y —en algún caso—, una tarea para realizar armoniosamente en nuestros cuadernos y carpetas que nos lleve a responder o ejercitar la información que se había esbozado previamente en el pizarrón.  Esa era la escuela; así bastaba y así daba deseables y apropiados resultados para el mundo de entonces. 

No es preciso señalarlo, el mundo ya no es ese; ni los estudiantes son los que éramos ni los docentes somos aquellos. La nueva realidad responde a las necesidades y expectativas sociales, culturales y económicas de un mundo globalizado y en constante transformación. Y como es de esperar, en las últimas décadas, la educación experimentó también una transformación significativa. El enfoque tradicional, centrado en la memorización de la información y la figura del docente como transmisor de conocimientos, tuvo que dar paso a un modelo tendiente a centrar la propuesta en los estudiantes y volverlos más activos, verdaderos protagonistas de la escena escolar.  Planificar una clase hoy, supone imaginar otros recorridos, proponer otros espacios, lidiar con nuevas realidades, y, por tanto, gestionar otras formas de abordar los caminos que llevarán a nuestros estudiantes a aprender.  

Ahora, en este nuevo contexto ¿Qué imágenes podemos construirnos los docentes que permitan explicitar con facilidad las clases que nuestros estudiantes necesitan? ¿De qué forma podemos prever algún tipo de recorrido para planificar y gestionar los nuevos espacios escolares? ¿Qué metáforas, esquemas mentales o visualizaciones pueden ayudarnos a idear nuestras propuestas didácticas desde una nueva perspectiva; la perspectiva del hoy?   

Creo que pensar en esta imagen, la de una “clase vivencial”, basada en lo que llamo experiencias de aprendizaje, puede ayudar a generar intervenciones didácticas innovadoras y efectivas, coherentes con los aportes que la evidencia didáctica y cognitiva viene ofreciendo en las últimas décadas.  Asimismo, es importante tener presente que ya no se trata de estructuras unívocas, lineales y predeterminadas para seguir a “rajatabla”; más bien de orientaciones generales que pueden llevar a emplazar e inspirar nuestros formatos didácticos.

La experiencia de aprendizaje se entiende como aquella intervención didáctica que busca transformar al estudiante a través de vivencias relevantes, desafiantes y significativas. Estas experiencias integran conocimientos, habilidades y valores, y están diseñadas para que los estudiantes desarrollen en relación con otros, la capacidad de comprender, valorar y aplicar lo aprendido en diferentes contextos.

La clase vivencial: qué supone proponer experiencias de aprendizaje

Para implementar un enfoque basado en experiencias de aprendizaje, es importante tener presente algunos principios clave:

1. El saber declarativo como medio

El conocimiento declarativo —de tipo conceptual— debe utilizarse como un puente hacia aprendizajes más profundos. Los estudiantes deben ser capaces de contextualizar, cuestionar y reinventar la información que reciben, transformándola en herramientas para comprender y actuar en el mundo. Para lograrlo, es eficaz evitar el inicio de toda propuesta didáctica con la presentación fáctica de los contenidos y reemplazarla por propuestas que promuevan la motivación personal por aprender.  En este camino, algunas opciones son: 

Presentar los temas y tópicos a aprender mediante ejemplos de lo que serán capaces de hacer al finalizar el proceso.

Plantear preguntas y problemas mediante propuestas que sólo se puedan resolver aprendiendo algo nuevo.

Presentar enunciados con disonancias cognitivas, generando discordancia entre las suposiciones de los estudiantes y lo que realmente puede arrojar el nuevo conocimiento.

Ofrecer retos, proponiendo desafíos inquietantes cuya resolución implique desandar un aprendizaje.

Co-elaborar objetivos negociados o “autoimpuestos”, planteando al alumnado la generalidad del aprendizaje a transitar para que juntos puedan cocrear los propósitos de aprendizaje.

2. Los desempeños como camino

Las clases que no estén orientadas a consolidar los saberes ya adquiridos deben centrarse más en lo que los estudiantes pueden hacer con los conocimientos que en la memorización de los saberes. Es por eso que, a la hora de planificar, es fundamental ofrecerles propuestas de acción que los obliguen a superar la repetición memorística y los inviten a operar flexible y subjetivamente con el objeto de aprendizaje.   

Estas propuestas o desempeños suelen sugerir situaciones reales y prácticas que requieren de un amplio y diverso bagaje cognitivo para su resolución. Siguiendo a David Perkins, un desempeño de comprensión siempre nos obliga a ir más allá, a poner en juego estrategias que nuestros estudiantes no conocen o no están acostumbrados a utilizar. Esto invita a los estudiantes a conflictuar y contrastar sus propias creencias o conocimientos previos, abordando cuestiones reales y cercanas.

3. La emocionalidad y la corporeidad como parte integral del proceso

El aprendizaje no puede desligarse de las emociones y el cuerpo. Actividades que involucren el movimiento, la expresión emocional y la interacción sensorial no sólo mejoran la memoria y la comprensión, sino que también promueven un mayor bienestar general y un aprendizaje más integral. Incorporar la emocionalidad y la corporeidad en el proceso educativo ayuda a los estudiantes a conectar de manera más profunda con los contenidos y a desarrollar habilidades socioemocionales esenciales.

Un elemento clave para lograrlo es pedirles que opinen, juzguen, valoren, creen, interpelen algo del conocimiento que se está abordando.  Cualquiera de estas capacidades supone hacer presente la subjetividad de quien aprende, obligando a estar presente con el cuerpo, la razón y la emoción. 

4. La construcción de espacios para la grupalidad y la colaboración

El trabajo colaborativo permite que los estudiantes debatan e intercambien ideas, que los más conocedores contribuyan a la formación de sus compañeros y que los más críticos o creativos traccionen nuevas miradas y formas de abordar las situaciones de aprendizaje. Proponer experiencias de aprendizaje múltiples, diversas y transversales a los intereses y capacidades de todo el grupo, fomenta el desarrollo emocional necesario para aprender a colaborar y a vivir en comunidad. El estudiante debe saber que comparte la responsabilidad de aprender con el profesor y con sus pares.

5. Los espacios de retroalimentación y metacognición planificados

La retroalimentación efectiva cierra la brecha entre lo que el estudiante entendió y lo que se pretendía que entendiera. Esto no solo fortalece el aprendizaje, sino que también fomenta la motivación intrínseca, ya que los estudiantes se sienten valorados y apoyados en su proceso educativo. Para lograrlo, es fundamental implementar evaluaciones auténticas basadas en la resolución de problemas o elaboración de productos, que no solo midan la retención de información, sino que también promuevan la reflexión, la autoevaluación y la metacognición. Diversificar las fuentes de retroalimentación, como la autoevaluación, la coevaluación y la retroalimentación del docente, enriquece la perspectiva del estudiante y facilita una comprensión más completa de su progreso.

Conclusión

Las aulas ya no son sólo lugares donde se acumulan saberes, sino espacios donde se construyen significados, se despiertan pasiones y se modela una parte del mundo que habitamos. Cada interacción, cada pregunta, cada descubrimiento puede ser una oportunidad para que la vida y el aprendizaje se potencien mutuamente.

Integrar conocimientos, habilidades y valores en el hacer y el ser con otros se vuelve el más importante motor de cambio, mediante prácticas que se valen de un vínculo educativo de cooperación, construcción colectiva y retroalimentaciones fecundas. La clase vivencial representa una intervención didáctica que responde a las necesidades del siglo XXI mediante una idea didáctica fundamental: pasar del “yo hablo y ellos escuchan” al “yo los desafío, ellos se involucran, yo los oriento”.   

FUENTE: Mariela B. Cuda es Formadora y capacitadora docente. Escritora. Magíster en Neurociencias de la educación. Magíster en Educación emocional. Especialista en Investigación. Experta en aplicaciones e-learning de la enseñanza. Licenciada en Gestión educativa. Profesora en Ciencias Políticas, Jurídicas y Sociales. 

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