Mariana Albarracín
Experta en Diseño de Experiencias de Aprendizaje Emergente. (Universidad de Barcelona 2016 -17) y tiene una Especialización en Gestión y Conducción del Sistema Educativo y sus Instituciones por FLACSO. También es Diplomada en Ciencias Sociales con mención en Gestión de las Instituciones Educativas de FLACSO, y profesora graduada con honores en Ciencias de la Educación UCA.
“Pensar acerca de lo que hacemos como docentes es importante para la consolidación de nuestra identidad” afirma la especialista Mariana Albarracín, disertante de las últimas Jornadas de Institutos de Formación. Y remarcó que este método es “fundamental”, sobre todo, “si queremos dar sentido a la tarea de educar”.
Tengo dos propósitos. El primero es una propuesta reflexiva basada en contextos narrativos tanto para la Formación Docente Inicial como la Continua. Y, por otro, propongo reflexionar sobre el impacto que tiene este proceso si se realiza de modo sostenido y sistemático.
Cuando hablamos de “identidad” uno puede decir que son aquellos rasgos que nos dan singularidad, que nos distinguen de otros. Pero cuando hablamos de “identidad docente” no surge automáticamente como resultado de un título profesional.
Si uno toma la formación docente como “un trayecto”, encontramos por lo menos cuatro instancias, que es donde esta identidad se va construyendo, o afianzando.
Y también, todos fuimos alumnos, es lo maravilloso de nuestra profesión; llegamos a ella con un conocimiento fuerte de lo que es ser docente, traemos una experiencia que nos configura como lo que somos y queremos ser.
A medida que comenzamos a trabajar, la interacción con los otros también nos constituye como docente. La identidad se consolida, en cada paso de la tarea. Es un proceso dinámico, continuo, nunca frena, es social e individual: se construye a través de la vida cotidiana, las percepciones de las creencias, de los modos de ser y actuar.
La identidad se consolida, en cada paso de la tarea. Es un proceso dinámico, continuo, nunca frena, es social e individual: se construye a través de la vida cotidiana
Pero la reflexión se presenta como factor determinante. En la formación en el nivel superior esto no es una novedad, y quienes tenemos a cargo materias sabemos que es parte del currículo generar docentes que puedan reflexionar constantemente sobre sus prácticas, para ser cada vez “mejores” docentes.
Ahora me gustaría compartir dos preguntas: ¿incluimos instancias de reflexión en los espacios formativos alguna vez? ¿cuáles? ¿de qué forma llevaron esta reflexión? ¿Qué impacto observamos qué tienen estas instancias en la formación de nuestra docencia?
Si uno busca en el diccionario la palabra “reflexión”, la definición que aparece es: “considerar detenidamente algo”. La expresión “detenidamente”, ya nos invita a parar, a hacer una pausa.
¿Qué rasgos tiene la práctica reflexiva?
En primer lugar, es sistemática y metodológica. Admite ciertos pasos. Pero, sobre todo, parte de la persona y no del conocimiento teórico, es decir, la formación viene a partir de la experiencia de la persona.
La práctica reflexiva también se realiza en comunidad, – con otros -, siempre es así; y tiene como finalidad mejorar la práctica docente. Para esto existen dispositivos concretos que ayudan a ser visible la reflexión.
Hay algunos que están más centrados en la narración, como una bitácora, memoria, o cuadernos de reflexión. Y también puede haber otro dispositivo como la interacción, es decir ponerme a reflexionar con otros, acerca de lo que vimos, hicimos y sentimos. Hoy me centro en estos dos procesos que son las autobiografías escolares y los Diarios de formación.
Cuando hablamos de “la autobiografía escolar” nos referimos al relato de nuestro paso por la escuela, ya que, en todo ese trayecto, nos hemos apropiado de teorías, creencias, valores y supuestos sobre lo que es ser docentes. Entonces, van dos preguntas: ¿consideramos importante trabajar la autobiografía escolar en nuestros espacios de profesorado? ¿O es algo que el estudiante puede hacer solo? Y si lo consideramos importante, ¿cómo se puede trabajar, para que tenga sentido y haga un aporte a nuestra identidad docente?
Les cuento como trabajo yo. En los once años específicos que llevo en esta formación, trabajé siempre las autobiografías escolares, pero no de la misma forma. Recuperar la experiencia de un alumno practicante y que cuente cual fue el docente que más lo marcó o una historia concreta que le pasó en la escuela como alumno, a veces me pareció suficiente, hasta que me di cuenta que, para hacer práctica reflexiva, realmente tenía que desarrollar un proceso sostenido en el tiempo, y tenía que ser una práctica emocional también.
Hay recuerdos que son fuertes, y trabajarlos genera un clima propicio que es necesario pero que tiene que estar pensado y planificado de antemano.
Una propuesta en cuatro etapas
EXPLORACIÓN. Invito a mis alumnos a que busquen “evidencias concretas” de su paso por la escuela. Pueden ser fotos, videos, boletines, cuadernos, o carpetas de trabajo. Si no tienen nada, les digo ¿te animas a ir a tu escuela si estás cerca? Pedí permiso. También podés conversar con familiares, amigos o maestros, personas significativas que te hayan acompañado en esa etapa de la vida. Traer esos recuerdos también nos invita a preguntarnos, ¿por qué lo trajiste? o ¿por qué son importantes?
ESCRITURA. Se trata de elaborar un registro narrativo. Puede ser en orden cronológico o no. Se puede elegir qué se incluye en el relato y qué no. Hay algunos que tienen algún año borrado, y yo pregunto ¿por qué lo tenés borrado? A veces lo pueden acompañar con fotos o material significativo. Pero siempre en esta primera instancia, pido que solo hagan la narración de los hechos, no un análisis, porque es el momento de “soltar” y dejar que aparezcan los recuerdos.
ANÁLISIS. Es el momento de relacionar estas vivencias con los pensamientos que dejaron en cada uno. Hacer visible hasta las teorías implícitas que se formaron en la propia experiencia, como alumno. ¿Qué preguntas sobre la enseñanza y el rol docente surgen a partir del relato? Y ¿qué de lo relatado me ayuda a pensar en el docente que quiero ser y no ser?
Por último, en los últimos años, y convencida de poder lograr docentes que tengan capacidad reflexiva: agregué que, en la última etapa de su formación, vuelvan a la autobiografía de primero y empiecen a relacionar con algunos autores, la reflexión sobre la autobiografía que llamo desempeño integrador. Reflexionar, o hacer meta reflexión. Explorar sobre nuestro ser docente para configurar nuestra identidad como educadores. Acá es donde realmente aparece esa identidad sobre la cual se cuestionan.
Lo narrativo es poderoso, sin embargo, este año trabajé mucho el podcast, para salir a narrar a modo de diálogo, radio, video, y romper un poco este molde.
¿Cómo trabajar con el diario de Formación?
El riesgo que podemos correr, es que se trasforme en algo que no se use en clase, o que el alumno piense: me está haciendo escribir por escribir. El proceso de práctica reflexiva tiene que ser sistemático y metodológico porque si no, juega en contra.
Los invito a observar un fragmento de la película: “Escritores de la libertad”. A un grupo de alumnos le digo que van a tener que escribir el diario de la docente que aparece como protagonista en el film, incluyendo sus sensaciones de la noche anterior al comienzo de clases. (Esto es interesante porque en el escribir sobre el otro, aparece mucho lo que les pasa a los alumnos de primer año que todavía no se enfrentaron al rol docente. Con otros de más experiencia no pasan estas cosas, porque ya estamos tan acostumbrados a entrar al aula que quizás al ponernos en el lugar de esta docente, vamos para otro lado…)
Hay otro grupo que escribe sobre lo que le pasa el primer día a la maestra de la película y en donde todo le sale mal: nadie la escucha, se empiezan a pelear, y tiene que correr para pedir ayuda. Nada que ver a lo que ella imaginaba. Este hecho muestra que la experiencia es clave para la configuración de lo que vamos haciendo como docentes. ¿qué sensaciones, miedos, certezas, preguntas, emociones habrá experimentado ese día?
En los dos relatos, las emociones de quienes escriben es lo que aparece. ¿Identificamos en los fragmentos conversaciones del autor consigo mismo? ¿vivencias detalladas de lo ocurrido? ¿emociones de las sensaciones vividas? O ¿propuestas a realizar a partir de la reflexión de sus prácticas?
Un diario a lo largo del profesorado, puede develar, y hasta dejar contenidos de lado para retomarlos otro día, porque a veces es más valioso fomentar otra participación. Una vez que finalizan los dos años de formación docente, el diario puede ayudar a dar a luz nuevos aspectos como a verse a uno mismo en la práctica. Sobre todo, a crecer de modo profesional si estamos dispuestos a fomentar los procesos reflexivos sobre ella.
Esta “reflexión de la reflexión” aumenta nuestra capacidad como educadores.
Pero la pregunta es: ¿qué pasa con estos docentes cuando salen del profesorado? Porque en la escuela, a veces, no brindamos espacio para la capacidad reflexiva. No hay tiempo. Parece que la calidad del docente es solamente dar clases, y nos olvidamos de generar espacios para la reflexión.
Una experiencia que llevo este año es desarrollar la reflexión en las comunidades de aprendizaje. Es una modalidad de trabajo con otros, que impulsa a los docentes a re pensar su práctica educativa; están constantemente revisando distintos aspectos de una manera sistemática, organizada y alineada con una meta común.
La característica que tienen las comunidades de aprendizaje es que la formación se da entre iguales, no es impulsada por actores externos a la comunidad, sino que surge por necesidades de la escuela y sus docentes. El diagnóstico y tratamiento lo realizan los mismos directores y maestros o profesores con estructuras que permiten tiempo, espacios y soportes suficientes para reflexionar con otros.
¿Cómo se puede trabajar para que la comunidad tenga sentido y haga aportes? Digo esto porque solamente generar espacios “para reunirnos” puede terminar siendo contraproducente. Entonces, se trata de que sea realmente formativo, planificado y debo gestionarlo con dispositivos, con instancias puntuales.
¿Es importante trabajar la identidad docente?
Yo creo que sí. Es fundamental para la configuración, construcción y significación de la tarea docente. Si queremos dar sentido a nuestra tarea de educar, el foco tiene que estar en que el otro aprenda. Y acompañar la tarea de docentes reflexivos, implica estimularlos a asumir riesgos, afrontar temores y prejuicios, adentrarse en las propias creencias para ver el impacto que produce en los aprendizajes de los alumnos.
Hoy escuchamos hablar de cambio. Pero también tengo que decir, que el cambio “no sólo radica en lo que los docentes hacen” sino también “en lo que piensan acerca de lo que hacen”.