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Novedades

Abrirse a la acogida

“Abrirse a la acogida supone movimiento…”, “una escuela con los pies embarrados en la realidad” escribe Mariano Delio, director de la primaria “Don Bosco” del Instituto Parroquial Santa María Madre del Pueblo. Allí, junto a su comunidad educativa, afronta los desafíos más grandes que puede tener una escuela ubicada entre los más descartados. Pero con el paso de los años, “educadores y educadoras podemos afirmar que es mucho más lo que hemos aprendido que lo que hemos enseñado” asegura.

Abrirse a la acogida supone movimiento, una invitación a movernos de nuestras posiciones cómodas, a mirar más allá de mi bienestar y el de los míos; a mirar a los otros y otras que a veces nadie se detiene a mirar. Y hacer algo para mover/transformar esta realidad atravesada por la pobreza y la vulnerabilidad que se presenta dramática. No cerrarnos a lo propio, y abrirnos a la incertidumbre de lo ajeno, quizás para también empezar a sentirlo propio. Siempre hay un margen de libertad para iniciar una transformación, por más mínima que nos parezca. Siempre. 

En un mundo post pandemia, en donde se escucha permanentemente que la brecha educativa se ha profundizado, las escuelas y los educadores tenemos una tarea muy desafiante por delante. Mi nombre es Mariano Delio y desde el año 2017 me desempeño como director del Nivel Primario “Don Bosco” del Instituto Parroquial Santa María Madre del Pueblo, ubicado en el Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli (Ex Villa 1.11.14), en el Bajo Flores (CABA). 

Junto a la comunidad de educadores y educadoras podemos afirmar que, en estos siete años de vida de escuela, es mucho más lo que hemos aprendido, que lo que hemos enseñado. 

Madre del Pueblo se ha creado para que aquellos niños descartados de la sociedad, puedan sentirse recibidos/acogidos en una escuela, que no los va a soltar tan fácilmente, que va a ponerlos en el centro de su proyecto educativo-pastoral y que pensará cómo abrazar sus fragilidades y acompañar su trayectoria pedagógica para avanzar, crecer y soñar en este mundo que a veces se les presenta tan hostil. 

Aprendimos y aprendemos a ser escuela, y tomamos decisiones sobre cómo ser escuela, a partir de las vidas que todos los días llegan a la reja de entrada. Y así vamos haciendo camino. 

De la mano de la parroquia Santa María Madre del Pueblo, tuvimos la oportunidad de pensarnos como escuela dentro del mismo barrio en el que viven los niños y niñas, sentir y vivir de cerca todo o mucho de lo que acontece en sus vidas, a veces percibir de cerca sus carencias o problemáticas. Pero todo supone un movimiento inicial, una decisión de querer estar cerca de estas realidades, trabajar junto a la comunidad, y asumir que esta opción implica un gran compromiso, porque abrirse a la acogida implica dejarme interpelar por aquella realidad que duele, pero que estoy llamado a abrazar. 

La Parroquia Santa María Madre del Pueblo tiene una presencia ininterrumpida en el barrio hace más de 40 años, y es también barrio, es comunidad con la escuela, con las familias y con cada estudiante. 

Abrirse a la acogida implica dejarme interpelar por aquella realidad que duele, pero que estoy llamado a abrazar

A nivel institucional, abrirse a la acogida como escuela, implica pensarla flexible y organizada, creativa y sistemática, utópica, pero con los pies embarrados en la realidad. Nos damos cuenta que vamos creando una impronta particular en nuestra escuela, fruto de la experiencia, los errores y los aciertos y de lo aprendido en cada intervención educativa. 

Nuestra manera de ser escuela parroquial en este barrio se define a partir de las 3 R: RECIBIR – RESIGNIFICAR – RED. 

1. Recibir la vida como viene

Entendemos como opción preferencial e irrenunciable que quienes asistan a nuestra escuela sean aquellos y aquellas cuya vida se encuentra más amenazada. En palabras de Monseñor Gustavo Carrara, “los más rotos de los rotos”. Esta opción está enmarcada en las 3C: CAPILLA/COLEGIO/CLUB, en la idea fuerza de recibir la vida como viene y acompañarla cuerpo a cuerpo, del Papa Francisco.

Alojar al otro como viene me implica un movimiento personal/institucional; la opción implica estar dispuestos a hacer ese movimiento, para que la escuela no termine desalojando a aquel que sí está en movimiento y se encuentra con una institución rígida, quieta, y termina no encajando en ella.

A partir de esta opción, la escuela busca alojar desde dos perspectivas. Por un lado, quiere ser un dispositivo de prevención, que busca “primerear” e intenta sembrar aquello que entendemos que puede ser útil para los niños y las niñas en la búsqueda de la construcción de su proyecto de vida, el cual les permita en el presente y en el futuro, tomar las decisiones más sanas que puedan, dentro del contexto que los atraviesa.

Por otro lado, en la escuela recibimos niños y niñas cuyas familias se encuentran en consumo o en proceso de recuperación, o muy atravesados por la vulnerabilidad, la pobreza y la violencia. Nos desafía desde otros lugares, ya que a la vida de esos niños no hemos llegado desde un lugar preventivo y requiere pensarnos como un espacio destinado, en primer lugar, a resignificar su lugar de niño, y hacer experiencia de ello. Tenemos que ser conscientes de la fragilidad de sus vidas, y de una realidad que probablemente nos exija, como escuela, otras estrategias y nuevas formas de acompañar.

“La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. (…) Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico

2. Resignificar a los niños en su lugar de niños

Es en la escuela donde buscamos que los niños puedan sentirse acogidos en un ámbito seguro, que los cobije, donde sean acompañados por educadores que se constituyan como referentes afectivos que los puedan sostener. 

La escuela como espacio que permanece, que es sistemática en una vida que se presenta tan inestable y cambiante por parte del rumbo de los adultos. 

El primer acto de amor que podemos hacer por estos pibes es mirarlos, en una sociedad que muchas veces les da vuelta la cara: recibirlos, mirarlos, llamarlos por su nombre. En palabras de Fernando Ulloa (1988): “tener miramiento, prodigar ternura”, la ternura entendida como función que pone freno a la encerrona al tiempo que rescata al sujeto del desamparo. La ternura, como contra-pedagogía de la crueldad, apunta a recuperar la sensibilidad y los vínculos. 

En este sentido, la diversidad de edades que pasa por las instituciones, nos obliga a configurarnos de diferentes modos. Los niños y niñas que tienen familias que están atrapadas en el consumo problemático, en general, han atravesado situaciones poco saludables. La escuela (junto con otras instituciones en red) tiene un gran trabajo artesanal por delante de percibir cómo impactó esto en los chicos y las chicas, en su subjetividad, en la conformación de sus modalidades de vinculación. 

Hay niños que no median palabra y recurren al golpe, porque los molestan o para pedir algo, o porque algo los incomoda; hay situaciones de extrema sensibilidad con la manera en la que nos dirigimos a ellos, en la manera en que nos acercamos. 

Hay niños que han incorporado mecanismos de supervivencia y entran y salen de la mentira y la manipulación de lo que sucede, porque es lo que vieron y lo que aprendieron; hay niños y niñas muy heridos, algunos no hablan, o no contestan lo que se les pregunta y nos evaden. 

Hay niños que en vez de estar pensando en la tarea que no hicieron, o la chica o el chico que les gusta, están pensando en si su mamá estará consumiendo, si su papá va a venir a buscarlo, si no vienen a buscarlos qué pasará con sus hermanos más chicos , en cómo responder algunas preguntas que me hace mi profe o la escuela, sin dejar expuesto a mi mamá o mi papá. 

Son situaciones que hay que abordar desde la complejidad, historizando a ese niño, contextualizándolo e interviniendo en red con su presente buscando poner cada cosa en su lugar, tratando de que ese niño vuelva a ser niño. La escuela sola no puede. 

La escuela puede estar muy atenta a estos signos, puede generar espacios de escucha, de diálogo, pero es crucial que se produzca la comunicación con otras instituciones para que puedan, desde la multiplicidad de saberes, abordar estas situaciones. 

Si no, la escuela deja de ser escuela. Esto no implica no comprometerse, pero es con otros y otras, nada puede depender de una sola institución. 

3. Red

Este acompañamiento debe hacerse en red. Desde nuestra experiencia, ninguna institución ha podido sostener este acompañamiento en soledad. La realidad se presenta tan dramática y compleja, que requiere de un entramado de instituciones que pueda poner en el centro la vida de los niños y, a través de una comunicación fluida y objetivos comunes, articular, aportar y acompañar. 

Mirar a cada niño como sujeto de derechos, y sabernos corresponsables en la reivindicación de los mismos, va a implicar de parte de la escuela, diversas acciones concretas haciendo un puente con otros profesionales, instituciones y efectores del Estado. En nuestra escuela hay un seguimiento de la vida de cada niño, no alcanza con «pedir intervención» de otros profesionales, sino que es necesario crear una red, para sostener un seguimiento. Sin este acompañamiento, no hay aprendizaje posible. A nuestra escuela llegan historias muy complejas y vidas muy rotas y es importante hacer lugar a cómo llega cada uno y cada una.

Muchas veces nos preguntamos si llegamos a tiempo… Entendimos que no todo depende de nosotros, y que hay situaciones muy complejas de reparar…Pero en todo lo que sí depende de nosotros, desde nuestro lugar de educadores y educadoras, sí, estamos a tiempo. 

Estamos a tiempo de mirar con ternura cada una de estas vidas e intentar alojarlas. Estamos a tiempo de hacer lo posible por enamorar a estos niños y niñas de la posibilidad de aprender, y de todo el conocimiento que los rodea y que el mundo les ofrece. Estamos a tiempo de ofrecer experiencias que habiliten la palabra y descarten la violencia. 

Estamos a tiempo de acompañar esa proyección de vida, instalando la noción de futuro en sus vidas. Estamos a tiempo de poder ofrecer otra alternativa, otra manera de mirar la vida, en donde se pueda resignificar el pasado y proyectar un futuro mejor. 

Estamos a tiempo de sembrar, sabiendo que estas huellas que quizá dejemos, sólo son propiedad de quien decida retomarlas, hacerlas propias y seguir aprendiendo en el camino de la vida. 

Agradezco a Dios la oportunidad de estar en esta escuela y acompañar su crecimiento. 

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