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San Artémides Zatti: “Creí, prometí, sané”

Se cumple un año de la canonización del enfermero salesiano Artémides Zatti, que vino con su familia a la Argentina como tantos italianos a principios del siglo XX.  La vida de Artémides Zatti comienza prácticamente con una promesa. Cuando se fue a vivir con su familia a Bahía Blanca comenzó a frecuentar la parroquia Ntra. Sra. de la Merced. Allí conoció a algunos hijos de Don Bosco, que hicieron madurar en él la vocación religiosa. Al comenzar el aspirantado contrajo tuberculosis. Entonces, cuando viajó a Viedma para curarse; le prometió a la Virgen María que si salía adelante, se consagraría al cuidado de los enfermos en el Hospital San José de esa ciudad. “La frase ‘Creí, prometí, sané’, lema de su canonización, muestra la total dedicación que tuvo con sus hermanos enfermos, los más pobres y necesitados. Ese compromiso lo realizó diariamente hasta el momento de su muerte en el hospital San José, fundado por los primeros salesianos que arribaron a la Patagonia, y lo reafirmó en cada visita domiciliaria, urgente o no, que prodigó a los enfermos que lo necesitaban. En su bicicleta, en su despacho de administrador, en la sala de operaciones, en el patio durante el recreo con sus ‘parientes’ pobres, en las salas del hospital que recorría cada día, siempre fue enfermero; enfermero santo y dedicado a curar y aliviar, llevando la mejor medicina: la presencia alegre y optimista de la empatía”. Así habla de este santo el hermano salesiano José Sobrero, que – como estudioso de la vida de A. Zatti, señalaba que su fe – “lo impulsaba hacia una actividad incansable, pero razonable”. Y continúa contando:  “El contacto con los pobres tenía como finalidad la salud, es decir, apaciguar el dolor, sobrellevar el sufrimiento, acompañar los últimos momentos de la vida, ofrecer una sonrisa ante lo irreversible, dar una mano con esperanza. Por eso, Zatti se transformó en “presencia-medicina”: él curaba comprometido directamente con su agradable presencia.

Formarse para ayudar

Viendo las necesidades del pueblo, Zatti se perfecciona en su profesión. Progresivamente se hace responsable del hospital, estudia y valida sus conocimientos ante el Estado cuando le es requerido. El P. De Roia agrega: “Sobre la formación cultural y profesional, recuerdo haberle visto libros y publicaciones de medicina y preguntándole una vez, cuándo los leía, me dijo que lo hacía por la noche o en tiempo de siesta de los enfermos, una vez terminados los papeles del Hospital”.

Su estilo de vida lo llevó a un compromiso en el cual se encontró directamente con los pobres, con los enfermos, con los más necesitados. Por eso, la profesión de enfermero tenía un plus: su presencia era un testimonio de la bondad de Dios. Pensemos que esta forma simple de ver la realidad nos puede ayudar a entender mejor la vida de nuestro hermano, poniendo especial atención en el término “directamente”.

En esta perspectiva encontramos lo más genuino de Zatti, que evidencia aquello que llamamos “vida religiosa” o “consagración”. Por eso Artémides es un salesiano santo. Es un enfermero santo. Es la herencia que nos ha dejado a todos. Y ese es el desafío que aparece a nuestra puerta y nos convida a realizar.

Fuente: Por José Sobrero SDB. Boletín Salesiano de Argentina.

 

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