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Novedades

Padres: los primeros educadores

“Ver en la familia al primer e indispensable sujeto educador” expresa el cuarto objetivo del Pacto Educativo Global. Y desde el Instituto para el Matrimonio y la Familia de la UCA, la doctora Myriam Mitrece de Lalorenzi aborda dos perspectivas. 

Cuando nos referimos a los padres como primeros educadores, es inevitable enfocarnos en dos perspectivas: como deber y como derecho. 

La educación de los padres como deber de los hijos

Es de sentido común, y derivado de la naturaleza, que los padres sean responsables de la educación de sus hijos. Pocos asuntos en la vida son tan graves, comprometidos, importantes y trascendentes como ser guía de la generación siguiente.  

Los padres desempeñan un papel fundamental en la formación del hijo, en el desarrollo de sus habilidades sociales, intelectuales y emocionales. La crianza es una cuestión crucial, no solo en lo que se refiere a las particularidades que vaya adquiriendo su personalidad y la de la familia que conforman, sino que también redunda en el bienestar de la sociedad en su conjunto.

Aunque no siempre de forma consciente, los padres son los primeros modelos a seguir, enseñando en la convivencia. Desde muy pequeños, los hijos observan y absorben el comportamiento y los valores de sus padres. La puntualidad, el respeto hacia los demás, la honestidad, la empatía, el valor que se da al dinero, las formas de entretenimiento y diversión, se aprenden en forma natural en el espejo del ejemplo, en sus vidas cotidianas.

La responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos implica un compromiso activo con su desarrollo, es decir, una presencia presente, escucha, orientación y apoyo. La comunicación abierta y el interés genuino en la vida de ellos son fundamentales para fortalecer la relación y el desarrollo de valores y un pilar fundamental para que aprendan a expresarse y buscar orientación cuando sea necesario. 

Por supuesto que el compromiso también incluye el establecimiento de límites y normas claras que le brinden una estructura lo suficientemente consistente que los haga sentir seguros, y paulatinamente puedan ir tomando decisiones libres. 

Nadie es absolutamente autónomo, en una familia —y en una sociedad— somos interdependientes. Conducirse por las propias reglas sin otro parámetro es rayano a una pretendida omnipotencia que solo demuestra aislamiento e inseguridad. De todos modos, a medida que los niños crecen, es esencial que los padres fomenten la independencia y la toma de decisiones responsables. Esto se logra permitiendo que asuman gradualmente más responsabilidades y las consecuencias de sus acciones. Los padres deben alentar la resolución de problemas y el pensamiento crítico, lo que preparará a sus hijos para enfrentar desafíos en el futuro de manera libre y responsable.

Desde este punto de vista, la responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos es un compromiso que va más allá de proporcionar necesidades básicas. Implica ser un modelo a seguir, estar presente, establecer límites, fomentar la independencia y mantener una comunicación abierta. 

La educación de los hijos como derecho de los padres

También, como emanación lógica del derecho natural, al que nos referíamos anteriormente, aquello que da a los padres la posibilidad de ser procreadores de una nueva vida humana, les encomienda no solo la obligación de criarla y ayudarla a desplegarse, sino también, la potestad de hacerlo. Les confiere un poder cuyo reconocimiento tiene implicancias no solo a nivel individual, sino en la constitución misma de una sociedad justa. 

En marzo de 2006, Benedicto XVI en un discurso ofrecido a los participantes de unas jornadas organizadas por el Partido Popular Europeo, dejó sentadas las bases para la participación de los cristianos en la vida pública. Allí formuló tres principios que no son verdades de fe “aunque reciban de la fe una nueva luz y confirmación. Están inscritos en la misma naturaleza humana y, por lo tanto, son comunes a toda la humanidad”. A la protección de la vida en todas sus etapas y el reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, le sigue, la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos. 

Este derecho natural constituye un principio fundamental que recogen muchos sistemas legales, considerándolo, por ejemplo, como aspectos de las libertades individuales y de la libertad de conciencia y religión. Los padres tienen el derecho de transmitir sus valores religiosos y morales a sus hijos a través de la educación. 

Asiste también a este derecho el principio de subsidiariedad que sugiere que las decisiones y la responsabilidad deben recaer en la entidad más cercana al individuo antes de ser transferidas a instancias superiores. En este sentido, los padres son la entidad más cercana a sus hijos y, por lo tanto, se les otorga la autoridad primaria para educarlos.

A este respecto, es también oportuno recordar que este año se cumplen 40 años de la “Carta de los derechos de la Familia”, que fue presentada por la Santa Sede a todas las personas, instituciones y autoridades interesadas en la misión de la familia en el mundo contemporáneo, en octubre de 1983. 

En los primeros considerandos de este documento se afirma que “los derechos de la persona, aunque expresados como derechos del individuo, tienen una dimensión fundamentalmente social que halla su expresión innata y vital en la familia” y que ésta como “sociedad natural, existe antes que el Estado o cualquier otra comunidad, y posee unos derechos propios que son inalienables”. Además “la familia constituye, más que una unidad jurídica, social y económica, una comunidad de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y de la sociedad”, por lo tanto “el Estado y las Organizaciones Internacionales, deben proteger la familia con medidas de carácter político, económico, social y jurídico, que contribuyan a consolidar la unidad y la estabilidad (…) para que pueda cumplir su función específica”.

Es por estas razones que los padres deben hacer valer sus derechos cuando los Estados pretenden avasallarlos imponiendo a sus hijos doctrinas ideológicas contrarias a sus convicciones íntimas o enseñanzas que consideran perjudiciales para sus hijos.

Los padres que asumen esta doble misión –cumplir con su deber y hacer respetar su derecho- contribuyen no solo al éxito individual de sus hijos, sino también al desarrollo de ciudadanos responsables y comprometidos con la sociedad. La educación de los hijos es un regalo invaluable que los padres pueden ofrecer, y su influencia perdura a lo largo de toda la vida. Por lo tanto, abrazar esta responsabilidad y comprometerse en su defensa es esencial para forjar un futuro mejor para las generaciones venideras.

Myriam Mitrece de Ialorenzi

Fuente: La Doctora Myriam Mitrece de Ialorenzi es Licenciada en Psicología (Universidad Católica Argentina - UCA) y Máster en Ciencias para la Familia (Universidad de Málaga). Profesora en Ciencias de la Educación (UCA), y Asesora Técnica del Instituto para el Matrimonio y la Familia de la UCA.

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