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Vivir el pacto desde nuestra identidad

“Para encontrarse con el otro hay que estar seguros de la propia identidad. No puedes negociarla, maquillarla, disimularla, porque la vida es una cosa seria. Y el encuentro debe ser serio – con mucha alegría – pero serio, de corazón” con esta cita del Papa Francisco, el educador de Perú, José Antonio Espinoza Hernández propuso mirar el pacto educativo como “un hito fundamental”.  “Si en la escuela queremos hacer una verdadera alianza, ésta debe ser ofrecida desde lo que somos, con mucha naturalidad” dijo.

El Papa Francisco nos dice qué cosas son fundamentales para ir al encuentro: que yo no me desfigure; me enriquezca, y pueda transformarme para ser más lo que soy.

Por eso, necesitamos reconocer con claridad qué vamos a aportar a este pacto educativo acogiendo el valor agregado de otros agentes también.  Siempre puedo darme cuenta de mi particularidad en el encuentro con una persona diferente. Pero en este caso, si no tengo claro lo que somos como escuela católica, ¿cómo nos vamos a diferenciar?

Cuando miramos a las escuelas es importante reconocer lo que tenemos en común, ellas parten de un proceso de construcción de su acción y van tomando decisiones que las constituye como escuela. Esto, sin embargo, tiene una limitación; cuando nosotros planificamos no buscamos solamente que cada cosa quede en su casilla, lo que queremos es transformar nuestra acción.

Por lo tanto, ¿cómo vive este proceso la escuela católica? o ¿hacia dónde nos convertimos? ¿a ser otra cosa? No. Nos convertimos a ser mejor de lo que somos, a fortalecer nuestra esencia; a crecer en nuestra identidad.

Un punto de partida puede ser lo que tenemos en común con todas las escuelas. Quizás hay personas que fundan una escuela para formar empresarios, científicos, o ciudadanos. O también una escuela para formar discípulos misioneros. El proyecto se origina en una idea y para que estas personas puedan aterrizar sus sueños necesitan buscar especialistas, llevarlo a la realidad. Su día a día plantea organizar el trabajo, separar los distintos campos de acción, con sus áreas académicas.

Nosotros, como escuela católica, no trabajamos solo con el conocimiento sino también con las experiencias propias para ayudar a cada estudiante a hacer su camino. Por eso pregunto, ¿Cuál es la actividad evangelizadora que realiza una escuela católica? o ¿Cuándo nuestro mensaje se convierte en una buena noticia para los alumnos, sus familias, y el resto de las personas?

Cuando recuperamos la experiencia de Jesús. Él se encontraba con un ciego, entonces lo sanaba, le daba salud. Así cumplía su promesa: “yo he venido para que tengan vida en abundancia”

Una forma de evangelizar es sanando dolencias, sufrimientos, enfermedades, y heridas. Otra es restaurando la dignidad de un hombre como Zaqueo. este cobrador de impuestos, bajito, que se subió al árbol porque quería verlo; Él le ofreció compasión, acogida, ternura. Le dijo: baja, hoy voy a comer a tu casa. Entonces Zaqueo se da cuenta cómo se ha arriesgado con él, y ha restaurado su dignidad, por eso decide convertirse. Al descubrir una vida plena, no puede vivir engañando, ni mintiendo más. Comienza a vivir en comunidad, respetando a los demás.

Nosotros evangelizamos educando

A veces somos un poco redundantes cuando hablamos de lo que hacemos para evangelizar: catequesis, acompañamiento, kerigma, trabajo social, actividades que también se realizan en la parroquia. Algunas respuestas de educadores nos permiten ver de manera dramática la situación que vivimos en América Latina: hoy no hay mayor distinción entre lo que hacemos en una parroquia o en un colegio, como si la escuela fuera una semi parroquia.

Sin embargo, tenemos naturalezas distintas, el mismo propósito, pero naturalezas distintas. Aquí aparece un primer conflicto cuando decimos que la primera forma de evangelizar es la catequesis. Nosotros no ponemos colegios sólo para bautizar o dar la comunión a los que no lo hicieron cuando eran pequeños. Tampoco ponemos colegios para llenar el hueco que dejaron las parroquias.

Lo que nosotros hacemos es educar. Sobre todo, porque vemos que la persona para adquirir vida eterna necesita crecer en sus capacidades, conocimiento, y en su comprensión del mundo. Nosotros evangelizamos educando.

 

Lo que nosotros hacemos es educar. (...) La persona para adquirir vida eterna necesita crecer en sus capacidades, conocimiento, y en su comprensión del mundo. Nosotros evangelizamos educando.

Jesús nos invita a educar. Aquí está nuestra particularidad, tenemos que ponerle apellido a lo que hacemos, porque la identidad de la escuela católica está en la calidad de la educación, no en la calidad de su catequesis. Haciendo esta diferencia semántica de los procesos evangelizadores, estoy yendo a la esencia. No podemos catequizar a quien no ha sido evangelizado. Trato de ser radical, porque si no, nuestro proceso de conversión se dispersa.

Una clave

Necesitamos reformular algunos de nuestros paradigmas y presupuestos, volver a hacernos preguntas como: ¿para qué educamos?

La respuesta que está de moda hoy es que educamos para la vida con enfoques por competencias, capacidades y desempeños para resolver los problemas de la vida.

Sin embargo, nosotros como escuela católica no queremos que los estudiantes vivan como puedan, o sobrevivan, sino seríamos una escuela empresarial o ciudadana. Nuestra propuesta parte de un modelo: Jesús de Nazareth. Entonces cae por su propio peso un currículum evangelizador, y surge otra pregunta: ¿qué entendemos por vida cristiana?

El documento de la comisión de educación del CELAM, “Vayan y enseñen”, contiene la reflexión de educadores de América Latina y plantea cómo vamos a aplicar los lineamientos de Aparecida en la escuela católica.

Aquí aparecen otros factores, porque es evidente que esto no lo puede hacer solamente la pastoral o la clase de Religión. Por eso, cuando educamos desde nuestro proyecto para la vida cristiana, el enfoque por competencias no sólo tiene que ser evangelizador, sino tener además la identidad de una comunidad. Si queremos que los estudiantes se desempeñen ante los problemas del mundo tienen que tener conceptos matemáticos para poder distribuir los bienes con justicia; o saber biología, para poder cuidar la casa común.

Esto nos lleva a otra pregunta, ¿cómo encarnar el reino en medio de nuestra realidad? Para ser discípulos misioneros, en la educación hay cuatro ítems inalienables: Verdad, justicia, belleza y bondad. Tenemos que comprender de una manera nueva estos valores evangélicos. A veces pensamos en valores como actitudes, cuestiones emocionales, o de voluntad. Pero los valores son fundamentalmente capacidades. No se trata de querer ser honesto, si no de tener la capacidad de decir la verdad de una manera comprensible, de poder discernir dónde está la verdad, y tener la capacidad de investigar para descubrir la verdad.

Estos valores son aprendizajes que hay que desarrollar en los estudiantes, no son cuestiones afectivas. Evangelizar a través de las ciencias significa que niños y jóvenes se conviertan en buscadores de la verdad, que a través de las ciencias sociales puedan identificar quienes son las personas que sufren, las víctimas de esta sociedad, ayudándolos en la manera de hablar empática por la comunicación.

La escuela católica en camino de transformación, evangeliza educando. Entonces, cuando se conforma un equipo directivo su función tiene que ser la de crear procesos de gestión para que todos evangelicen.  Además, hay que diferenciar el aporte evangelizador de cada área académica. La responsabilidad es crear un diálogo entre la fe y la cultura, cómo nos puede enriquecer un conocimiento que tenemos para construir el reino de Dios.

Se puede formalizar esta evangelización del currículum a través de un proceso de reflexión.

Para finalizar hay que distinguir que la parte académica y la de orientación educativa, evangelizan de manera implícita. Entonces, lo que le queda al área de pastoral es evangelizar de manera explícita, ¿dónde? en la vida comunitaria. En las celebraciones de fe.

Así la escuela se convierte en una comunidad eclesial, es decir, en una comunidad de vida.

 

Fuente: Espacio patrocinado por el grupo Santillana. En esta primera parte, apuntes y reflexiones de José Antonio Espinoza Hernández, educador de Perú, con una Maestría en Gerencia Social y especializado en planificación pastoral participativa. Lidera además la formulación de modelos educativos, planes institucionales con enfoque pastoral. Fue miembro de la Comisión Episcopal de Juventud.

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