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Novedades

Educación Ambiental en la escuela

Una mirada desde las Ciencias Sociales. “El Ambiente, entendido como el resultado de la relación entre sociedad y naturaleza, permite comprender integralmente la raíz del problema y plantear alternativas para su resolución desde la formación ciudadana”, escribe Lucas Osardo, Sociólogo, Magister en Investigación en Ciencias Sociales y Profesor de Sociología.

 

Muchos buenos recuerdos que conservo de la escuela reúnen dos características. Por un lado, remiten a momentos en que éramos partícipes activos de la tarea que se emprendía. Por otro, invitaban a trascender el espacio físico del aula, sea de forma imaginaria o real, dando al proceso de aprendizaje un impulso significativo.

Desde esa premisa, a la vez personal y colectiva, interesa pensar el pasado y presente de la Educación Ambiental (EA) en la Escuela. Aspectos tan característicos en las discusiones pedagógicas de los últimos tiempos y que especialistas, docentes y directivos llevan adelante, tienen en la Educación Ambiental una aliada estratégica. Su permeabilidad al abordaje transversal y su interés por institucionalizar una manera de leer el mundo para transformarlo, son puntos clave donde sus esfuerzos confluyen. La posibilidad de revisitar lugares comunes con la guía atenta y planificada del docente siempre es un estímulo gratificante, por supuesto también durante la niñez y adolescencia.

En gran medida, la EA encontró su primer anclaje en los sentidos, en las maneras de habitar los espacios o más bien, los territorios. La oportunidad de revisar lo rutinario es una tarea que lleva adelante la escuela desde el nivel inicial. Durante toda su historia, ha contribuido a desarrollar los conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para fortalecer la capacidad de la comunidad para desarrollarse en un mundo complejo. Uno que, varias décadas atrás, comenzó a mostrar la necesidad de resolver los desequilibrios de la especialización y ausencia de integralidad. También por una sociedad, siempre en crecimiento, que se organizó con independencia de la naturaleza y persiguió una materialidad que la mayoría de las veces invierte las premisas fundamentales que fundamentan la vida. Ante el panorama relatado, EA es como se conocen los esfuerzos por influir positivamente en las condiciones que regulan los procesos naturales. Como producto cultural, es también una herramienta que contribuye a abandonar la extrañeza con la cual la sociedad llegó a negar su base material, en sentido originario, hasta convertirla tan solo en combustible para crecer, aún a expensas de sí misma.

En la historia reciente, la ciencia ha adoptado un rol central en la identificación de problemas ambientales. Trabajos que progresivamente llamaron la atención de la comunidad científica a nivel global, fundamentalmente desde el campo de las Ciencias Naturales, coinciden con catástrofes que se presentaron en distintos puntos del planeta. En los años 70 comenzaron los esfuerzos de los organismos internacionales por llevar adelante iniciativas coordinadas con los estados nacionales. En lo sucesivo, se promovieron acciones globales con impacto en la definición del problema, el diseño de propuestas para atenderlos y la puesta en marcha de esfuerzos conjuntos a nivel planetario. Los debates en torno al polisémico concepto de “Desarrollo” aún presentan controversias, aunque hay un amplio consenso en la urgencia del problema.

En las idas y vueltas que persisten a nivel local, regional y global, desde hace tiempo, la cuestión ambiental ocupa un lugar central y las escuelas se han hecho eco de esa demanda social. Tempranamente la EA comenzó a formar parte de las propuestas educativas y a resignificar muchas de las prácticas que se venían llevando a cabo.

Durante este recorrido, las Ciencias Sociales comenzaron, cada vez más claramente, a realizar aportes sustanciales. El central fue identificar que los problemas no son de la naturaleza sino de las formas que ha construido la sociedad. De esta forma, el concepto de Ambiente ofrece elementos que permiten comprender más integralmente lo que antes permanecía escindido. El Ambiente, entendido como el resultado de la relación entre sociedad y naturaleza, permite comprender integralmente la raíz del problema y plantear alternativas para su resolución desde la formación ciudadana.

Por eso se tornó imprescindible repensar el funcionamiento de las sociedades, las percepciones en torno al ambiente y los conflictos presentes en la apropiación y uso de la naturaleza. Comenzó a plantearse la necesidad de revisar conceptos como recursos naturales y sus implicaciones, a complejizar la mirada y potenciar la capacidad de agencia social.

Estos aspectos fueron acompañados por un avance de las regulaciones en materia ambiental. Para el caso argentino, por ejemplo, la incorporación del artículo 41 en la Constitución Nacional y la progresión de regulaciones que promueven la protección ambiental y la participación ciudadana, constituyen hitos fundamentales que en la actualidad muestran la ampliación democrática.

Por todo esto decimos que la EA reúne aspectos complejos que remiten a campos a la vez conocidos y extraños. Por un lado, lo educativo como dimensión esencial de la reproducción social que edificó durante la modernidad una institucionalidad familiar. Por otro, lo ambiental como una relación entre lo que hay de social y de natural – de humano y no humano -, que reúne a las múltiples maneras de existir en el mundo.

Preguntarse por el lugar que ocupa la EA es interrogar a la sociedad que la promueve, sus características, sus demandas, el horizonte que se propone y los espacios que construye para orientar su camino. La reciente sanción de la Ley Nacional de Educación Ambiental Integral es una oportunidad histórica para fortalecer las iniciativas locales y articular esfuerzos a nivel nacional. Esto reconoce la interdependencia que tienen las acciones en todos los ámbitos y que los compromisos deben ser compartidos, solidarios.

Que a lo largo de las últimas décadas haya despertado cada vez mayor interés, no es casualidad. Y esto ha mostrado iniciativas escolares con una potencialidad que no se agota, y que forma parte cada vez más en los proyectos institucionales. Lo que nos espera como humanidad, en mayor o menor medida, estará influido por ese derrotero por el que discurre la escuela y en el que debe continuar profundizando sus acciones y sus compromisos. En ese punto, la formación docente es indispensable y la sistematización y socialización de las prácticas una cuestión necesaria.

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