Esta lectura del autor Alberto Ivern aborda un tema de actualidad, ya que plantea que: “la fraternidad se aprende, cuando emerge de una experiencia”. En su libro que publicó hace tiempo la editorial Ciudad Nueva, invita “a revisar el sentido de la educación, para recuperarla como tarea de todos”.
Cuando presentó “Hacia una Pedagogía de la Reciprocidad” Alberto Ivern relata que volvió a descubrir la fábula del Patito Feo, para compararla con la condición humana. Dice que “por la velocidad de los tiempos somos forzados a ser un patito lindo – como nos pide la sociedad – y esto no se puede cumplir. Pero la buena noticia es que podemos ser cisnes, tener un vuelo mejor: no se trata de ser alguien que no somos, sino de alcanzar la plenitud humana. De esto trata la fraternidad, tiene que ver con ser íntegramente humanos”.
El autor comparte una pregunta “¿Cómo hacer para vivir fraternalmente? Nadie puede ser sin un nosotros. Nuestra subjetividad surge también de la interrelación, en una reciprocidad positiva En general nos volvemos hermanos cuando compartimos un proyecto de liberación, cuando las personas se dan cuenta que pueden organizarse y juntos lograr muchas cosas”.
Desde esta perspectiva, Ivern resalta algunos aspectos de la “fraternidad” que convienen distinguir:
Uno, es la palabra, pensar qué narrativas tienen que dar lugar a la fraternidad. No se trata de un discurso, sino de acción. La fraternidad no es un eslogan, las palabras sirven para evocar una experiencia, algo que está ocurriendo.
Por esto, el otro aspecto acerca de cómo lograr la fraternidad, es la educación. No es que un niño tiene que ser fraterno en una escuela para poder re insertarse en la sociedad. Es al revés, un niño será fraternal en la medida que vive en sus ámbitos de pertenencia (casa, escuela o club) la fraternidad.
La pedagogía de la reciprocidad es una estrategia didáctica
Según este escritor, “la fraternidad se aprende, es responsabilidad de las escuelas y sus programas”. Señala que “la pedagogía de la reciprocidad es una corriente que parte del descubrimiento y hallazgo de soluciones o respuestas a problemas. Y no se trata de una transferencia de conocimientos sino de un alumbramiento que ocurre cuando dos o más personas se abocan a enfrentar un problema y primero exponen cada uno sus ideas. El enriquecimiento es enorme porque existen distintas inteligencias que pueden integrarse en grupo, ya sea desde la imaginación, el cálculo, o desde la lógica”.
Entonces “la conducta inteligente es, en realidad, grupal”, señala Alberto Ivern. “El aporte de cada uno produce un resplandor. Es una pauta que conecta, un hallazgo feliz, un alumbramiento que ocurre sin que uno se lo proponga”. Por eso, “el lugar del nuevo docente tendría que ser el de armador del grupo, el de reconocer las diferencias como aporte para integrar, enseñar que los distintos puntos de vista son complementarios, y no buenos o malos, sino inter necesarios. El grupo adopta así no solo un saber para sí mismo, sino para crear sinergias”.
Una antropología del diálogo
“Podríamos decir de este libro que es antropológicamente subversivo –expresa el educador Giuseppe Milan en el Prefacio–, pues propone otro vocabulario… nos hace pasar del lenguaje de la omnipotencia narcisista, egocéntrica e intolerante a un lenguaje enraizado en una antropología del diálogo y del encuentro”.
Y lo hace poniendo la palabra ‘fraternidad’ en el centro. Una palabra que deviene entonces el ADN de todo discurso y de toda relación. Fraternidad: palabra-fuente, entonces, de cada una de nuestras palabras, de cada expresión de nuestro ser y de nuestra acción. Mayéutica capaz de hacer nacer una novedad de vida en nosotros y entre nosotros.
En relación con esta palabra vital, tenemos necesidad urgente de purificar nuestro vocabulario y devolverles dignidad y valor a palabras a menudo olvidadas que es necesario volver a decir y volver a escribir hoy: Aprender y vivir… una cultura de la fraternidad.
Estas palabras deberían caracterizar, en particular, la educación y a los educadores, llamados a ser los primeros actores de esta mayéutica que hace nacer hombres-hermanos.”
Este libro propone elementos para pensar la relación fraterna en educación. Pensamiento que implica una práctica, un trabajo sobre uno mismo y, para el lector, una aceptación a dejarse cuestionar para encontrar las propias respuestas educativas a las situaciones y los desafíos que le son propios.
El libro también incluye fichas prácticas para maestros o educadores que desean construir la fraternidad.
Fuente: Alberto Ivern es escritor de novelas y cuentos, docente de la Escuela de Arte Dramático de Buenos Aires y de la Escuela Nacional de Teatro y Títeres de Rosario. Fue director de la Escuela Latinoamericana de Mimo y Teatro Corporal Participativo.