Carmen Guaita
Autora de numerosas publicaciones y está en Youtube. Su último libro se titula “Dame tiempo” que trata sobre la conciliación de la vida familiar y laboral.
A finales de febrero un curso de la Confederación Interamericana de Educación Católica para animadores de pastoral, profesores y catequistas, presentó a la española Carmen Guaita. Esta pedagoga, docente y periodista abordó con un enfoque particular el tema de las familias a partir de la encíclica Fratelli Tutti. Y señaló: “Es necesario considerar en qué medida ellas realizan un dinamismo de apertura y unión hacia otras personas. Aquí está la clave”.
Enfrentamos la singularidad, el universo que es cada familia, con la certeza de que ella es la primera educadora de un ser humano.
En la encíclica Fratelli Tutti tenemos un ejemplo maravilloso, una guía pedagógica que todos podemos ver. Al comenzar este documento el Papa Francisco dice: “¡qué importante es soñar juntos!”. Porque “juntos” es la palabra que define a la familia. Podemos mirar a la familia de Belén, una pareja joven con un niño que busca un lugar donde habitar, aclimatarse, pero 33 años más tarde esa familia es una madre sola que vive con un profundo dolor la muerte de su hijo. Ella también que está rodeada por otras personas, incluso madres, que acompañan su dolor. Así es la familia; no es un molde, es la unidad básica del apoyo y el cariño. Allí un ser humano puede crecer sin ser juzgado.
En Fratelli Tutti el Papa Francisco continúa “la sociedad consumista, (el deconstruccionismo) necesita jóvenes que desprecien la historia, que rechacen la riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo largo de generaciones, que ignoren todo lo que nos ha precedido”.
Sin embargo, educar es transmitir esa historia, la riqueza espiritual y humana que hemos recibido. Y cada familia constituye un eslabón en la cadena de humanidad, hace avanzar y transmite lo que nos ha precedido, las posibilidades de la inteligencia humana pero también del alma, de los sentimientos y del espíritu con su capacidad de juzgar, y decidir libremente. La familia es la expresión del diálogo con la trascendencia.
Y los valores que enseña la familia no son relativos, son relacionales. En la encíclica sobre la Fraternidad, el santo padre también nos dice que “para orientar adecuadamente los actos de las distintas virtudes morales, es necesario considerar en qué medida las familias realizan un dinamismo de apertura y unión hacia otras personas”.
Aquí está la clave. Como Robinson Crusoe que en su isla solitaria solo necesitaba las ganas de vivir, nosotros necesitamos de las familias para convivir. Y como educadores de pastoral es importante transmitir que ellas son protagonistas y aliento de una vida buena.
¿Qué valores transmite la familia? Lo dice el Santo Padre: “la tarea educativa, el desarrollo de hábitos solidarios, la capacidad de pensar la vida humana más integralmente, la hondura espiritual, que hacen falta para dar calidad a las relaciones humanas”
En este párrafo están descritos todos los valores que transmite la familia, por ejemplo, los hábitos solidarios (no se habla de un arrebato solidario, sino de un hábito cotidiano). Entonces, como responsables de la pastoral educativa, debemos ayudar a las familias a comprender su rol protagonista de la educación, y mostrar que sus hijos las miran. Esto se transmite por contagio: los hijos aprecian si vivimos en la banalidad o en la hondura espiritual.
¿A qué nos ayuda la encíclica? Hay decisiones que tomar. Desde la pastoral es importante fomentar el diálogo en las familias para que puedan ver lo mejor y lo peor de cada día. Para saber a quién debo dar gracias. De este modo, hasta se transmite la humildad.
Todas las invitaciones a acercarse a dialogar con Dios en la historia de la humanidad contienen en su práctica una invitación a la perfección. Pero la del cristianismo tiene un calibre y una gran profundidad: Sed Perfectos. Y el reconocimiento de que no lo somos, y que podemos desarrollar la vida para llegar a esa perfección, es lo que nos pueden permitir algunas prácticas en familia. Como ser: – seguir los ritos de manera respetuosa y consciente – vivir en familia el aspecto comunitario de la fe – acercarse a los sacramentos en presencia de los hijos – rezar con ellos en voz alta o rezar en silencio delante de ellos – compartir los momentos en los que sólo cabe rezar. Buscar en la palabra de Dios un alimento. Y finalmente vivir cristianamente la vida cotidiana.
Como responsables de pastoral debemos animar a las familias cristianas a comprender lo que el Papa Francisco expresa en Fratelli Tutti: “La búsqueda del bien de los demás y de toda la humanidad implica una maduración de las personas y de las sociedades en los distintos valores morales que lleven a un desarrollo humano integral”.
¿Qué valores? Frente al cortoplacismo, el proyecto personal y comunitario. Frente al individualismo, el personalismo como autoconsciencia de ser Hijos de Dios y hermanos redimidos por la misma Cruz. Frente al gregarismo, la participación y la solidaridad. Frente al consumo desenfrenado, la austeridad. Frente a la ética indolora, la responsabilidad. Frente a la exterioridad, la vida interior. Frente a la familia mercurial, los vínculos. Frente a la frialdad, la compasión y la misericordia. Frente a la esclavitud, la libertad.
Como dice al final de la encíclica, “los creyentes de las distintas religiones sabemos que hacer presente a Dios es un bien para nuestras sociedades”. Dichosos educadores que tienen este privilegio.