La Congregación para la Educación Católica de la Santa Sede, difundió un comunicado sobre esta convocatoria, que será inaugurada con un mensaje del Papa Francisco.
El Pacto Educativo Global se iba a llevar a cabo en mayo de 2020, pero, por la situación sanitaria mundial se postergó para este mes. El evento, que fue promovido por el Santo Padre hace varios meses se propone generar a través de la educación, “un cambio de mentalidad a escala planetaria”.
A través de un comunicado oficial, el llamado de la Congregación para la Educación católica del Vaticano se dio a conocer los últimos días. Es un llamado a “unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia; para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones, contraposiciones, y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna”.
La pandemia de COVID-19 obligó a cancelar las actividades e hizo “aún más apremiante el llamado del Santo Padre: “es necesario unir esfuerzos por la casa común, para que la educación sea creadora de hermandad, paz y justicia”, remarca la nota.
Por esta razón, el 15 de octubre de 2020 a las 14.30 (hora de Roma), habrá un encuentro virtual, abierto a todos y en directo en el canal de Youtube de Vatican Media, durante el cual se emitirá un mensaje de Francisco, junto con testimonios y experiencias internacionales, “para mirar más allá con creatividad”, expone el texto.
Este acontecimiento que está organizado por la Congregación para la Educación Católica, aglutina 216 mil escuelas católicas, a las que asisten más de 60 millones de alumnos, y 1.750 universidades católicas, con más de 11 millones de estudiantes.
Desde América Latina
Óscar Pérez Sayago, presidente de la Confederación Interamericana de Educación Católica, siempre destaca que el 35 por ciento de las 216 mil escuelas católicas que hay en el mundo, se encuentran en nuestro continente. Señala también que la presencia y la educación que ofrecen estas instituciones podrían aportar “una contribución relevante a la Iglesia Católica en el proceso de renovación que nos propone el Papa Francisco y con el objetivo de forjar niños y jóvenes en la cultura, la antropología y ética necesaria, para edificar una sociedad más solidaria y fraterna”.
El referente hizo estas observaciones en un artículo en el que aborda cómo podemos mirar el Pacto Educativo Global desde América Latina. El grupo editorial SM lo incluyó en el manual que le dedicó este año a la convocatoria del Santo Padre y que se puede consultar por internet.
Pérez Sayago describe allí que “la cultura actual atraviesa distintas problemáticas que provocan la emergencia educativa tantas veces repetida. Nos referimos a las dificultades de establecer relaciones educativas que, para ser auténticas, tienen que transmitir a las nuevas generaciones cuestiones vitales, no solo para ayudar a cada persona a crecer y a madurar, sino también para concurrir en la construcción del bien común”.
“La educación católica es uno de los desafíos más importantes para la Iglesia”, afirmó el papa Francisco en 2014. Pero la educación, en sí misma, es una realidad dinámica, un movimiento “orientado al desarrollo pleno de la persona en su dimensión individual y social”, que requiere un gran trabajo en equipo: “Nunca es la acción de una sola persona o institución”, dijo luego en 2020.
Para abordar este gran movimiento hace falta unir esfuerzos, y por eso este llamamiento al Pacto Educativo Global, que recompone lo que llama la aldea de la educación:
El objetivo de estar juntos no es desarrollar programas, sino encontrar juntos el paso común para “reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, el diálogo constructivo y de la mutua comprensión». El pacto educativo no debe ser un simple ordenamiento, no debe ser un “recocido” de los positivismos que hemos recibido de una educación ilustrada. Debe ser revolucionario. (Francisco, 2020)
En esta mirada amplia de la educación, la escuela católica de América está realizando aportaciones significativas al Pacto:
Educamos la inteligencia del corazón
La formación en la escuela católica debe comenzar profundizando en la formación de la inteligencia del corazón de nuestros estudiantes.
Hemos insistido en la formación de la razón con normas y contenidos, que ha llevado a nuestros niños, niñas y jóvenes a un enorme individualismo, convirtiéndolos en muchas ocasiones en seres indiferentes, emocionalmente fríos e incomunicados a pesar de tanta tecnología.
Educar la inteligencia del corazón es retomar en la vida cotidiana de la escuela alguna experiencia humana frecuente, como la alegría de un re – encuentro, las desilusiones, el miedo a la soledad, la compasión por el dolor ajeno, la inseguridad ante el futuro, la preocupación por un ser querido.

Formamos para una conciencia crítica
La escuela debe formar jóvenes libres y responsables, capaces de interrogarse, decidirse, acertar o equivocarse y seguir en el camino, y no en meras réplicas de nuestros propios aciertos… o de nuestros errores.
Y justamente para ello, seamos capaces de hacerles ganar la confianza y seguridad que brota de la experiencia de la propia creatividad, de la propia capacidad, de la propia habilidad para llevar a la práctica hasta el final y exitosamente sus orientaciones personales.
Estamos atentos a los nuevos comportamientos en la infancia y la adolescencia.
Vivimos un profundo cambio, especialmente en los niños, niñas y jóvenes, los cuales tienen nuevas sensibilidades y están en búsqueda de nuevas experiencias.
Tenemos urgencia de valorar las nuevas maneras de pensar y sentir de nuestros estudiantes, para aprender a encontrarnos con ellos, pues de lo contrario no solo nos verán débiles en nuestros propósitos, sino que nos percibirán perdidos y hasta desorientados. Por esto es necesaria una pedagogía del encuentro que nos permita dejar de ser guardaespaldas y convertirnos en compañeros de camino.
Dialogamos con las pedagogías contemporáneas
Este diálogo, tan urgente como necesario, pasa por una posición siempre crítica que explora la potencialidad de los paradigmas con las condiciones reales en las que se plantean las propuestas. Si lo nuestro es hacer accesible la educación, promover los valores de la solidaridad, la justicia y la dignidad, construir personas y formar ciudadanos, luchar por la equidad y las oportunidades para todos, entonces estos diálogos con las pedagogías contemporáneas son condición sine qua non para remozar nuestras propuestas y plantear los
proyectos contextualizados y que respondan a los más sentidos anhelos de los estudiantes, sea cual sea su edad, como también de las sociedades y grupos humanos donde llevamos nuestra propuesta.
La educación católica no solo debe ser consistente desde el punto de vista teórico y coherente en cuanto a su metodología, sino también explícita en sus medios y en sus fines. La educación integral que tanto pregonan nuestros proyectos debe ser diáfana en sus objetivos, clara en sus definiciones, en sus fundamentos epistemológicos, en sus estrategias y coherente en las mediaciones pedagógicas.
Desde la escuela católica apostamos para dar frutos y resultados
La escuela se propone provocar en nuestros niños y jóvenes una transformación que dé frutos de libertad, autodeterminación y creatividad y (al mismo tiempo) se visualicen sus resultados en términos de habilidades y conocimientos realmente operativos. Nuestro objetivo no es formar islas de paz en medio de una sociedad desintegrada, sino educar personas con capacidad de transformar esa sociedad.
Y construimos proyectos de pastoral educativa
Toda escuela católica debe promover el encuentro personal y comunitario con el proyecto de Jesús, la construcción del Reino de Dios en la escuela, mediante la valoración crítica de las culturas, el diálogo “fe-razón”, el impulso a una educación fundamentada en el Evangelio y la formación de líderes comprometidos en la transformación de la sociedad.
Para finalizar retomo la invitación que nos hace el papa Francisco a quienes trabajamos por la educación: “Educar es en sí mismo un acto de esperanza, no solo porque se educa para construir un futuro, apostando a él, sino porque el hecho mismo de educar está atravesado por ella”