Maria Elena Aradas Diaz
Ingeniera agrónoma por la U. de Rosario Máster en Desarrollo y Gestión Territorial. Link de una experiencia con la Escuela San Francisquito y la Universidad Católica en Rosario. https://youtu.be/odeV9v2Bz3Y maria_aradas@uca.edu.ar
Una lectura de la encíclica Laudato Si, “que evidencia la relación existente entre la cuestión ecológica y los temas de justicia, paz y defensa de los pueblos marginados”. La intervención de la Magister María Elena Aradas, Directora del centro Franciscano de la UCA, Rosario, plantea que las escuelas pueden dar una respuesta clave en sus comunidades.
La alianza entre el “medioambientalismo” y el principio de justicia, es un fenómeno relativamente reciente. El concepto de “justicia social” surge en los años setenta desde espacios de marginalidad socioeconómica y racial, en los Estados Unidos. Al incorporar este elemento, el movimiento por la justicia ambiental transformó el discurso y comenzó a conectar los conceptos de “ecología” con “justicia social”, y a enriquecer el enfoque multidimensional de la pobreza.
La calidad de la vida humana está estrechamente conectada con la calidad del medioambiente. Sin ecosistemas sanos y sostenibles, la calidad de vida de todas las criaturas seguirá deteriorándose. Los recursos del medioambiente deben estar equitativamente distribuidos; implica un compromiso en la promoción de ecosistemas sanos, que permitan desarrollarse a las comunidades desplegando sus potencialidades.
Para comprender mejor la Encíclica Laudato Si del Papa Francisco, en clave de la Justicia Ambiental, propongo una metodología de lectura: ver, iluminar y actuar. En el primer capítulo “Lo que está pasando a nuestra casa”, encontramos la afirmación “Pero hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”. (L. Si 49)
Esta invitación es a ver, analizar las realidades, en forma integral, sin separar lo social, de lo ambiental, ni de lo económico, porque dicha fragmentación dificulta entender la complejidad del problema y las relaciones que existen entre las distintas dimensiones para llegar a un desarrollo humano sostenible e integral
La propuesta considera al clima como un bien común, afectado por el incremento de los gases de efecto invernadero, la deforestación para hacer agricultura, las pérdidas de especies tanto para la alimentación como medicinales, todos estos efectos ambientales, sociales, económicos, distributivos y políticos, productos de una forma de producción y consumo imperante. Que han dado lugar al aumento de las poblaciones desplazadas, migrantes, refugiados, nuevas enfermedades, la falta de agua potable, cuando esto es un derecho humano fundamental.
En este capítulo se relata los procesos que se dan a partir de una forma de producción y consumo de un modelo tecnocrático, incapaz de ver las múltiples relaciones, y con sus intervenciones parciales crea más problemas, donde predomina la cultura del descarte. No se logra un sistema circular de producción y consumo que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras. El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos.
En el tercer capítulo se analiza la raíz humana de la crisis ecológica, y da cuenta de cómo la tecnocracia, conocimiento más poder económico, y que no son neutrales, tiene implicancias a escala global y local. Por otro lado que las personas modernas no están preparadas para utilizar el poder con acierto porque el crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores y conciencia una ética de la Solidaridad.
El término Antropoceno que se utiliza para la era ecológica actual, se caracteriza por el hecho de que los procesos ecológicos han sido alterados por los seres humanos, lo que es objeto de un inmenso debate en la comunidad científica.
La iluminación se da en el capítulo dos, dónde encontramos que “si bien toda persona esta llamada al cuidado de la Creación y los hermanos. Los cristianos, en particular, descubren que su cometido dentro de la Creación, así como sus deberes con la naturaleza y el Creador, forman parte de su fe. (Juan Pablo II – L.S 64). “Dios vio todo lo que había hecho y era muy bueno” (Gn 1,31). “Fuimos concebidos en el corazón de Dios…Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario”. (Benedicto XVI citado en L.S 65)
Una espiritualidad con enfoque antropológico
La relación con Dios, con los seres humanos, la naturaleza, y consigo mismo, están en conflicto. De la Dimensión trascendente (relación con Dios), sale lo intrahumano, lo gratuito, la Encarnación de Dios y la redención. Que, en el cultivo de la dimensión espiritual personal, se manifiesta para ponerse al servicio de los otros y de la naturaleza.
Se trata de volver a la inocencia primitiva de San Francisco de Asís. La espiritualidad franciscana, la Laudato Si, el Sínodo de la Amazonia, nos invita a mirar el concepto cristiano de ALIANZA. La alianza con la Creación (que es la naturaleza y nosotros mismos) y por eso, San Francisco llama hermanas a todas las criaturas. El Paradigma de dominación se cambia por el de alianza de hermandad, de fraternidad.
“Creo que San Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y austeridad…En él se advierte hasta que punto son inseparables las preocupaciones por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (L.S. 10)
“Creo que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y austeridad…En él se advierte hasta que punto son inseparables las preocupaciones por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (L.S. 10)
El paradigma tecnocrático tiene como eje el dominio de la Naturaleza. Este cambio de paradigma nos invita a la co- creación por lo que la tecnología se transforma en la gramática de la naturaleza.
“Siguiendo la intuición de San Francisco el hombre se coloca a los pies de las cosas, junto a ellas y con ellas se siente unido. No existe, coexiste con todos los seres. La relación no es de dominio, de estar sobre, sino más bien de con-vivencia. No es pura intervención, más inter-acción y comunión. Cuidar es entrar en sintonía con; auscultarles el ritmo, y afinarse con ellas” decía Fray Luis Scozzina, Obispo de Orán, en el CEFEDER, de Rosario.
“…Dar centralidad al cuidado no significa dejar de trabajar y de intervenir al mundo. Significa renunciar a la voluntad de poder que reduce todo a los objetos, desconectados de la subjetividad humana. Significa recusarse a todo despotismo y a toda dominación. Significa imponer límites a la obsesión por la eficacia a cualquier costo. Significa derrumbar la dictadura de la racionalidad fría y abstracta para dar lugar al cuidado. Significa organizar el trabajo en sintonía con la naturaleza, sus ritmos y sus indicadores. Significa respetar la comunión que todas las cosas entretejen entre sí y con nosotros. Significa colocarse junto y al pie de cada cosa que queremos transformar para que ella no sufra, no sea desenraizada de su hábitat y pueda mantener las condiciones de desenvolverse y co-evolucionar junto con sus ecosistemas y con la propia tierra. Somos tierra
En el capítulo cuarto de la encíclica nos invita a una ecología integral, “estamos incluidos en ella, somos parte de la naturaleza y estamos inter penetrados. Buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales”. No hay dos crisis separadas una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio ambiental. (LS 139)
Este punto nos introduce en el actuar, “las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza”. La alianza está mediada por la complejidad de los sistemas, la multi- actoralidad, la inter disciplina, el abordaje es comunitario, son experiencias de salvación comunitaria.
En el capítulo quinto y sexto están las propuestas de acción, a distintas escalas: a nivel global (175 L.S.) encarar una reacción global que implique la reducción de la contaminación y el desarrollo de los países y las regiones pobres. Pero mientras el orden mundial existente se muestra impotente para asumir responsabilidades, la “instancia local” puede hacer la diferencia.
Se puede ver que, en estos espacios comunitarios locales, las instituciones educativas son claves. Como comunidades de fe pueden regenerar un diálogo orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad. Diálogo entre las ciencias en forma interdisciplinaria y con los movimientos ecologistas.
El capítulo sexto, que tiene como eje la Educación y la Espiritualidad, ya invita al cambio en el estilo de vida, como una forma de cuidado y de ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social… “la responsabilidad social de los consumidores, comprar siempre es un acto moral y no solo económico (206 LS), en una profunda conversión ecológica cambiando desde adentro.
La escuela se convierte en un lugar de producción de ciencia para dar respuestas locales a problemas complejos.
Y a los problemas sociales se responde con redes comunitarias…una unidad de fuerzas y una unidad de realización, dónde las instituciones educativas son llamadas a cumplir un rol fundamental aglutinante de la sociedad, un lugar que promueve el cambio, porque ella misma cambia, se abre, recibe, escucha, genera soluciones en un diálogo de saberes populares y científicos. Estas acciones comunitarias, cuando expresan un amor que se entrega, pueden convertirse en intensas experiencias espirituales. Generando una amorosa conciencia de estar conectado con los demás seres en comunión universal.
A modo de Conclusión, la Justicia Ambiental, Ecológica, Climática, es contenida en la Ecología Integral a la que nos invita la Encíclica Papal “Laudato Si”. Clamor de la Tierra y de los Pobres.