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La educación, puerta de esperanza

“La educación es ante todo un acto de esperanza, una cuestión de amor y responsabilidad, una de las formas más efectivas de humanizar al mundo” escribe la educadora Constanza Llambí, participante del Programa 100 líderes por la educación.

 

El próximo 24 de diciembre el Papa Francisco abrirá la “Puerta Santa” de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, dando comienzo al Año Santo. Pero ¿qué significa para nosotros, los cristianos, el Jubileo? 

Cada 25 años la Iglesia Católica convoca a todos sus fieles a celebrar un nuevo Jubileo. Se trata de un año particular. Como católicos asistiremos a una nueva oportunidad de renovar la fe. En la bula “Spes non confundit”, que proclama esta invitación del Papa para el Año Jubilar, Francisco hace un llamado a ser peregrinos de esperanza. 

El Papa afirma que “la esperanza que no defrauda anida en el corazón de toda persona como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana”. La esperanza que, como dice el Pontífice “nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús”, es Palabra que nos anima a seguir caminando a pesar de las dificultades que nos presenta la vida diaria. 

En su bula el Papa nos invita a redescubrir la esperanza en los signos de los tiempos, poniendo atención a todo lo bueno que hay en el mundo para transformarlos en signos de esperanza. En este sentido, la educación es ante todo un acto de esperanza, una cuestión de amor y responsabilidad, una de las formas más efectivas de humanizar al mundo. Como profesionales de la educación cuyo compromiso importa tocar vidas, no podemos ni debemos dejar de preguntarnos qué más podemos hacer para fundar este nuevo humanismo con un espíritu esperanzador. 

Sin dudas educar es abrir puertas. Entonces, nos encontramos ante una nueva oportunidad de renovar y reafirmar nuestro compromiso con la educación. Ponernos en camino para transformar las aulas y brindar a nuestros estudiantes un espacio con sentido, que promueva la búsqueda del sentido a sus vidas. Se trata de brindarles las herramientas necesarias para discernir su propio proyecto de vida que les permitirá enfrentar los desafíos del futuro, un llamado que resulta impostergable responder. 

Tenemos la obligación y el desafío de repensar nuevos caminos, nuevas formas de hacer la escuela, colocando a los estudiantes en el centro de la acción educativa y atendiendo a todas las dimensiones de la persona para su sano e integral desarrollo, como nos propone el Pacto Educativo Global. Escuchar a los jóvenes y acompañarlos implica pensar propuestas de calidad, que los provoquen a involucrarse con el hacer, sin desatender la conciencia por la cultura del esfuerzo y la responsabilidad ante los compromisos que deben asumir para la vida, para su propia vida. En palabras de Melina Furman, una de las grandes pedagogas de estos tiempos que dejó su gran legado, se trata de buscar “formas de enseñar que hagan que los ojos brillen y los horizontes se expandan”.

Para ello es necesario repensar nuestro sistema educativo y transformarlo, desafiando los límites estancos del aula y de la escuela. Promover proyectos que tiendan al autoconocimiento; a desarrollar la empatía; construir una autoestima positiva; vincularse de manera sana y respetuosa; buscar el bien común; potenciar la curiosidad, el asombro, el deseo de aprender, la práctica reflexiva, el valor de la pregunta potente; a confiar en aquello trascendente que nos sostiene y anima a ser quienes estamos llamados a ser. 

"Se trata de buscar “formas de enseñar que hagan que los ojos brillen y los horizontes se expandan".

 

Brindar a nuestros estudiantes una educación integral e inclusiva, basada en competencias y habilidades para la vida es invitarlos a reflexionar y desarrollar el pensamiento crítico, proponerles la resolución de problemas concretos, promover el desarrollo de la creatividad y el trabajo colaborativo, para que sean verdaderos protagonistas. Animar a los niños y jóvenes a comprometerse en la construcción de un mundo más fraterno, inclusivo, justo, sostenible y equitativo. 

Se trata de hacer realidad el llamado que Francisco nos hace en el Pacto Educativo Global para incidir en el corazón de la sociedad y dar nacimiento a una nueva cultura. Animarnos a construir la Gran Aldea de la Educación para que el mundo cambie exige que pongamos al servicio de nuestros estudiantes lo mejor de hoy, las mejores energías disponibles como acto de esperanza. El verdadero servicio de la educación es educar al servicio, porque educar es servir. Apostar y dar al presente la esperanza que rompe con los determinismos de la indiferencia implica un trabajo artesanal por parte de quienes hacemos de la educación un estilo de vida al servicio de los demás.

Sin dudas la educación abre la puerta a la esperanza cuando se convierte en faro que ilumina a las nuevas generaciones. Y los educadores debemos ser verdaderos artesanos de humanidad, constructores de la paz y sembradores de esperanza para hacer de éste un mundo mejor. 

 

FUENTE: Lic. Constanza Llambí. Especialista en Transformación Educativa. Vicaría Episcopal de Educación

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