Frente al avance acelerado de la tecnología, los desafíos son cada vez mayores para quienes nos enfrentamos a la tarea de educar
Cuando creemos que ya aprendimos el último de los avances y “le encontramos la vuelta” para incorporarlo en nuestra práctica docente, irrumpe un nuevo avance tecnológico que nos vuelve a interpelar.
En los últimos tiempos el desarrollo cada vez mayor de la Inteligencia Artificial nos ha puesto nuevamente en jaque.
En este número les proponemos reflexionar sobre ella y analizar como incorporarla en nuestra actividad cotidiana en el aula.
El Papa Francisco, recientemente, reflexionó sobre los alcances de la IA (Discurso del Papa Francisco en la Sesión del G7 Sobre Inteligencia Artificial, 14 de junio de 2024). En dicha alocución el Papa reconoce que la “inteligencia artificial se origina precisamente a partir del uso de este potencial creativo que Dios nos ha dado”. Pero que “sin embargo, a menudo es percibido de modo ambivalente: por una parte, entusiasma por las posibilidades que ofrece; por otra, provoca temor ante las consecuencias que podrían llegar a producirse.
En particular, en lo que hace a su aplicación en la educación, nos recuerda que frente al uso de la nueva tecnología “debería dar a los estudiantes la posibilidad de una reflexión auténtica”, la que debe estar influenciada por una valoración ética
El papel docente en este nuevo desafío es sumamente importante, ya no se trata tanto de dar respuesta sino de aprender a hacer preguntas, a cuestionarse y cuestionar, a valorar y reflexionar a partir de las respuestas obtenidas y contrapesar las mismas y confrontarlas con otras fuentes
La Inteligencia artificial generativa, no es más que un instrumento en manos de quien fue su inventor, no tiene creatividad propia, capacidad solo del ser humano que es capaz de crear siempre cosas nuevas e imaginar.
“Corresponde a cada uno hacer un buen uso de ella, y corresponde a la política crear las condiciones para que ese buen uso sea posible y fructífero”