En momentos de crisis socioeconómica, el financiamiento de nuestras obras se complica. Ante la limitación de fondos tendemos a dejar de invertir en infraestructura y equipamiento, y a postergar proyectos para más adelante, centrándonos en obtener los recursos mínimos suficientes para sostener lo que venimos realizando.
El esquema actual por el cual se financian nuestras instituciones resulta de una rigidez tal que en tiempos de crisis dificulta la toma de otras decisiones. Por un lado, el financiamiento del Estado a través del aporte gubernamental se ve restringido, con presupuestos disminuidos o sin incremento alguno y, por el otro, aun cuando se aprueben aumentos en los topes de aranceles, muchas veces no permiten recuperar los nuevos costos o no resulta posible trasladarlos a los bolsillos de los padres, los que no son “elásticos”.
En nuestro itinerario de diálogo hacia un Pacto Educativo Argentino, el tema estuvo presente. Por un lado, se señaló el incumplimiento sistemático del criterio establecido en la Ley de Financiamiento Educativo, que sólo se hizo efectivo en el año 2015, alcanzando una inversión superior al 6% del PBI.
Frente a esta realidad, se propuso estudiar mecanismos de financiamiento indirecto (deducciones de impuestos a las instituciones educativas, ampliación de la deducción por donaciones al sistema educativo, restitución social de bienes incautados al crimen organizado por parte de la Justicia, entre otros).
Asimismo, es necesario comunicar adecuadamente cómo y qué se financia en la educación argentina y dar mayor sinceridad al esquema de financiamiento, determinando criterios básicos comunes para el aporte estatal a las iniciativas de la educación pública de gestión privada, en línea con lo establecido en la Ley de Educación Nacional, y potenciar aquellos aspectos que hacen a una inversión en aquello que implique mejora en la calidad educativa.
Sin embargo, estas medidas, que seguramente favorecerán la transparencia del mecanismo actual, siguen siendo insuficientes si pensamos en cómo generar fondos libres que nos permitan invertir en nuevos proyectos.
Frente a estas realidades debemos analizar nuevas estrategias de desarrollo de fondos. En este sentido, mirar y aprender de quienes ya han comenzado este recorrido, resulta importante para detectar qué de estas metodologías podemos trasladar a nuestras instituciones.
Recientemente, tanto desde el CONSUDEC como desde FAERA hemos propuesto iniciar esta reflexión proponiendo jornadas o cursos de capacitación sobre la temática.
Estos son algunos de los nuevos desafíos de gestión que deberemos enfrentar en los próximos años, para poder financiar la misión.