“La escuela infantil debe proponerse abrir sus puertas y sus ventanas para que entren todas las infancias en sus rincones de juegos; y tender puentes, tantos puentes como sea necesario” Escribe Natalio Pochak. Docente de nivel inicial y narrador oral. Miembro de la Organización Mundial para la Educación Preescolar (OMEP)
Con la sanción de la ley Nº 26.061/2005 de Protección integral de niñas, niños y adolescentes, Argentina reemplazó al sistema tutelar de intervención irregular por el paradigma de los Derechos Humanos desde el nacimiento. Se pasó de tratar a las infancias como objetos de oficiosidad, a considerarlas sujetos con derechos y con la perspectiva del interés superior del niño y de la niña.
Cada uno de los derechos propuestos desde la Convención de los Derechos del Niño (CDN) son de efectivo cumplimiento, y ninguno de ellos es más importante que otro. Por eso es de carácter integral.
No hay una sola institución ni organismo del Estado que centralice la gestión para garantizar el pleno desarrollo y la vida digna de las infancias. La articulación es, por lo tanto, el modo en el que se relacionan las instituciones, agencias y profesionales, organismos de la política pública y judicial, y organizaciones de la sociedad civil y comunitaria, para consolidar lo que se llama el Sistema de protección, promoción y restitución de Derechos.
Todos los que trabajamos por, para y con las infancias somos integrantes del Sistema de protección. La escuela infantil también lo es.
Llamamos escuela infantil, como señala Rosa Violante, socia honoraria de OMEP, a toda institución que trabaja en la atención y educación de la primera infancia (AEPI). Con esta visión amplia e integradora desaparece la falsa dicotomía (que llevó mucho tiempo resolver) entre las instituciones de carácter asistencial o pedagógico.
Mercedes Mayol Lasalle, Presidenta Mundial de OMEP, resalta el concepto de Educare para afirmar que el cuidado y la educación son prácticas sociales y pedagógicas inseparables; nadie educa sin cuidar y nadie cuida sin educar.
Educare es una tarea esencial que tiende a fomentar la autonomía, el descubrimiento, el asombro; es promover “…significado y sentido a los acontecimientos que vive un niño (y una niña) y permitirles que se historicen.” (Barbagelatta, N.)
OMEP comprende que Educare, como idea de integralidad, es proporcionar a niñas y niños la posibilidad de reconocerse como sujetos activos, en pleno desarrollo de sus potencialidades, protagonistas de sus aprendizajes en un marco de respeto de sus derechos y de su autonomía relativa (o de las evoluciones de sus facultades).
Educare es impulsar encuentros con otros y otras para socializar y aprender; es acompañar el proceso de reconocer lo complejo, lo doloroso, lo que asusta, lo que nos rodea; es incitar y motivar a superar frustraciones.
Educare en la primera infancia es permitir que interpreten y construyan su medio circundante.
Educare es un posicionamiento holístico, es una forma de habitar el presente; es estar en el mundo para que otros y otras protagonicen su propio proceso de desarrollo, su propia subjetividad y su propia identidad en un contexto social y cultural concreto, en su comunidad.
Educare es brindar una bienvenida cálida, tierna e intencionada a las y los recién llegados al mundo y que precisa de un docente anfitrión que tienda la mesa. (Brailovsky, D.)
Pensar el cuidado y la educación desde este enfoque, es reconocerse dentro de una escuela infantil que pregona, defiende y hace redes con otros actores locales para enriquecer la realidad de las infancias. Es proponerse una agenda pública local de lo infantil en un mundo dominado por las necesidades y deseos de las personas adultas. Es percatarse de que, junto a enseñar contenidos, se debe promover estrategias para la promoción, la protección y la restitución de derechos, en consonancia y en corresponsabilidad con las familias y con otros agentes sociales que conforman el sistema integral.
OMEP sostiene que la escuela infantil debe proponerse abrir sus puertas y sus ventanas para que entren todas las infancias en sus rincones de juegos; y tender puentes, tantos puentes como sea necesario, para generar el cuidado y la educación que nos demandan las realidades de la primera infancia en el contexto concreto de su comunidad y mancomunadamente con otros.