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En la pedagogía del aprendizaje y servicio solidario

“Esta manera de trabajar nos permite transitar una nueva docencia; poner en juego otros conocimientos, otras tecnologías, y formar un perfil profesional con otras competencias; aquellas que son capaces de incidir en la formulación de políticas públicas”.  Así habla la arquitecta Daniela Gargantini, trabajadora en el campo del hábitat social en Córdoba. En el último seminario de la CLAYSS, ofreció un testimonio sobre “innovación educativa social”, apuntando al fin último de la educación para el trabajo.

En 2004 el CLAYSS (Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario) nos ayudó a poner nombre a lo que veníamos haciendo en nuestra facultad. Permítanme cierta referencia: soy arquitecta, investigadora del Conicet, docente de la carrera, y, como camino que estamos transitando en nuestro compromiso con la realidad, me interesa partir de dos preguntas: ¿por qué elegir la pedagogía del aprendizaje y servicio? ¿Por qué hacerlo como una fuente de innovación educativa y social? 

Son preguntas que atraviesan a nuestros equipos, primero, desde una dimensión personal, que pasa por la elección de apostar por esta metodología como docente o gestor; y también desde lo institucional, como facultad, universidad, o red de universidades jesuitas en América Latina.  ¿Por qué pensar en aprendizaje y servicio como modelo educativo para este mundo nuevo que queremos construir?

La experiencia me enseñó que la cuestión habitacional no es sólo una cuestión disciplinar. Los entornos habitacionales y urbanos donde vivimos – tal vez – son uno de los aspectos que mayor incidencia poseen en la determinación y la reproducción de la pobreza. La pandemia lo reflejó. Quien no tiene un lugar digno donde vivir, no puede estudiar, o trabajar, y sus derechos vinculados a la salud, la alimentación, están inhibidos. En términos urbanos, vivimos en ciudades totalmente fragmentadas, dualizadas, y excluyentes, donde algunos tenemos privilegios y ciertos derechos, pero en la mayoría de los hogares en la Argentina no tienen acceso a esos derechos.

Este es un foco grandísimo de violencia y no lo reconocemos a la hora de buscar soluciones. Hay una cuestión ética, personal e institucional: la realidad que no se reconoce, no puede ser transformada. 

Es decir que, desde la profesión, se puede inhibir las posibilidades de transformación y también, cuando invisibilizo al otro, no lo puedo experimentar como un don. Esta fue la primera apuesta en nuestra experiencia: en Córdoba, por ejemplo, hay más de 130 asentamientos que no están reconocidos, ni siquiera georreferenciados. 

En Argentina hay unos 5.000 barrios populares que recién en 2018 pudimos reconocer territorialmente. Sin embargo, en las distintas facultades de arquitectura de nuestro país, materias como: “Problemática Socio Habitacional” siguen siendo optativas, entonces uno puede elegir entre conocer la realidad urbano-habitacional de nuestras ciudades, o cursar diseño de interiores.

Hace algunos años, con unos docentes escribimos un paper. Decía que “la realidad no es electiva”, es decir, experimentábamos que los contenidos sobre problemáticas socioambientales no podrían ser electivos, deberían ser estructurales de nuestros cuerpos curriculares.

Hoy trabajo en un centro experimental de vida económica. Es un sector que el CONICET, junto con la cátedra de Problemática Socio Habitacional, y la red “Responsabilidad Social Universitaria” de la Asociación de Universidades Jesuitas Latinoamericanas, desde hace 60 años desarrolla tecnologías con altos estándares académicos en ámbitos populares. 

Parte de nuestra apuesta es la necesidad de articular formación de altísima calidad, ejercicio de la profesión y, para quienes somos creyentes, una necesidad de articular el trabajo con la fe y la promoción de la justicia. Como decía el padre Luis María Ugalde, sacerdote Jesuita de Venezuela: “El déficit no es de ciencia, sino de humanidad” por lo tanto “no tiene sentido formar profesionales exitosos en sociedades fracasadas”.

Trabajar con aprendizaje y servicio solidario en el campo del hábitat social, nos permitió transitar una nueva docencia, una nueva forma de educar y poner en juego otros conocimientos, otras tecnologías, y formar a los estudiantes con otro perfil profesional, con otras competencias, capaces de incidir también en la formulación de políticas públicas.

Allá por el 2004, cuando nos invitaron a participar del Premio Presidencia, nos pidieron llevar dos alumnos; una de ellos es hoy la actual directora de Hábitat de la Municipalidad de Córdoba. Un día me dijo: me llamó el intendente y tengo que hacerme cargo de todas las políticas habitacionales de la ciudad. Es decir, muchos de nuestros alumnos que a veces están sentados inocentemente en nuestras aulas están aprendiendo y tienen esa capacidad de incidir. Ella -ahora- lo hace muy bien.

Hay que aprender a administrar los grises y apostar por una formación transformadora, no solo en términos académicos y sociales sino también institucionales, tanto para la escuela como para la universidad.

Invernadero de plantas nativas

La metodología de aprendizaje y servicio nos ha permitido pasar de un esquema de formación anclada en la formalidad, a otro tipo de conocimiento más cercano a las ciudades que transitamos. Esto exige otro perfil profesional, en el que necesitamos estar capacitados para poder acompañar procesos comunitarios más allá de procesos constructivos (si hablamos de arquitectura). En definitiva, necesitamos atrevernos a transitar procesos, donde el aula se traslada a otro lugar y hay otros docentes y actores que también nos ayudan a aprender.

En nuestra experiencia, no conformes con acercar solamente asesoramiento técnico, nos dimos cuenta que una de las trabas principales en los sectores populares era el acceso a los materiales de construcción, carísimos para la mayoría de los hogares. Entonces, junto a la facultad de economía, ingeniería y marketing nos pusimos a armar un corralón social. Para ello contamos con donaciones de empresas constructoras pero, además, con todo lo que implica en términos de innovación, ofrecemos una asesoría para acercar a la gente a estos materiales.  

En todos los niveles de la educación, y para dar cabida a estos procesos, se necesitan reformas institucionales. 

Hay que recuperar el rol de hacer las preguntas precisas e incisivas. Es una experiencia que tanto alumnos como profesores necesitan compartir. Las preguntas tienen que ver con qué tipo de educación, qué profesionales necesitamos, y también para qué tipo de desarrollo. Pensemos ¿cómo reinventamos la política, la economía y la sociedad? 

Como dijo en 2018 el sociólogo brasileño Boaventura de Souza Santos: “Necesitamos un pensamiento de saberes alternativos y para eso no solo tenemos que salir, hay que dejar entrar a la universidad y a los ámbitos educativos otros saberes, otras voces y que ellas nos interpelen”. 

Para nosotros, en esta búsqueda de un pensamiento alternativo, es el aprendizaje y servicio que nos ha permitido otorgar prioridad a la experiencia de lo real, a la realización profesional y personal de encuentro con la trascendencia. Y nos ha permitido recuperar la centralidad de los más vulnerables, ponerlos en el centro de la agenda, lo que nos hace llegar a la verdad.

Esto favorece críticas innovadoras; ser agudos en la mirada y también en las soluciones; generar cierto conocimiento interior e integrador que es afectivo, porque me involucro con el otro que también busca ayudar a la sociedad y a las personas. 

Son caminos que invitan a incidir con competencia para afrontar las tensiones de la vida sin caer en extremismos: las pedagogías tensionan nuestras instituciones, generan nuevas estructuras organizativas, marcos de evaluación, de selección docente, de organización de los horarios, que hace a otro tipo de ámbito educativo. 

Pero hay que aprender a administrar los grises y apostar por una formación transformadora, no solo en términos académicos y sociales sino también institucionales, tanto para la escuela como para la universidad. 

Daniela Gargantini

Daniela Gargantini es investigadora del CONICET. Docente de la U. Católica de Córdoba y Coordinadora de la red universitaria de la Asociación de Universidades Jesuitas de América Latina. Desde el año 2004 es responsable del área socio habitacional de la Universidad Católica de Córdoba. Forma parte del Consejo Académico de Uniservitate. Espiritualidad e Investigación.

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