Hace unos años atrás hemos propuesto como lema de nuestro curso de rectores en la ciudad de Corrientes; “La Revolución de la Ternura es Hoy”. Me gustaría retomarlo en estas circunstancias que en tan pocos años se han vuelto tan distintas de aquél momento sea en el plano social, educativo y humano. Resulta hoy una necesidad renovada de acentuar la importancia de despertar en nosotros y en los que están a nuestro alrededor el reconocimiento que debemos estar preparados para un mundo donde el imprevisto se vuelve compañero de nuestra vida. De esta manera prepararnos educativamente para que este imprevisto no desequilibre nuestras certezas pero que tampoco nos patine, es decir ponernos una coraza que impermeabilice frente a una realidad sorpresiva y sorprendente.
La certeza es nuestro único apoyo, nuestra esperanza, pero una certeza no la podemos fabricar nosotros mismos, la certeza es un don, algo que nos es dado, que nos viene de Otro. Para enfrentar el imprevisto debemos comenzar por una certeza que proviene de afuera nuestro, pero que es experimentable en la cotidianeidad de la vida, es el reconocimiento afectivo e inteligente a un Amor que nos precede.
Cuando decimos que la revolución de la ternura es hoy, no queremos remarcar que hoy debemos hacer esfuerzos más manifiestos de afecto y cariño hacia los de nuestro entorno. Sino que deseamos acentuar, dilatar la capacidad humana para darnos cuenta que fuimos amados primero, es decir, que en la vida nos precede una positividad generada por alguien que está de nuestro lado en el amor por nosotros mismos. La revolución de la ternura no es algo que debemos realizar nosotros partiendo de nuestra inventiva, sino es algo que está presente, es un hecho al que solo nos queda adherir.
Frente al ímpetu del imprevisto, la certeza de un gran amor presente es donde encontramos la grandeza para formar personalidades plenas, seguras y felices.