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Editoriales

Felices los pobres

P. José Alvarez
Presidente del CONSUDEC

Es difícil encontrar una escuela católica que hoy pueda tomar el riesgo de atraer a los jóvenes de manera que se enamoren de Jesucristo y el estilo de vida que ha traído al mundo al proponer el Reino de Dios.
Muy preocupados por técnicas de evangelización, por inteligencia emocional, o inteligencias múltiples, por como llevamos la tecnología al aula, distraemos la vida escolar de lo verdadero, poniendo lo inmediato y novedoso sobre lo necesario.
Una de las cosas que me ha llamado la atención en estos días es el contacto con algunas realidades educativas en contexto de pobreza. Como a veces la tentación de la simple contención social, o la resignación frente a oportunidades en la vida, se las considera infranqueables.
La figura de tantas personas “Grandes” que han iluminado la vida de la Iglesia y del mundo haciendo una opción de gustar la felicidad a través de la vida de pobreza, nos provoca un interrogante.
¿Es posible la felicidad para el pobre? ¿Es necesario salir de la pobreza material para ser feliz?
La opción por los pobres es primeramente una opción por un estilo de vida pobre. No como una condena sino como una manera de entender la vida y el evangelio como un modo de vivir la plenitud de la vida en una mayor libertad. Elegir ser pobre es arriesgar a ir al fondo del evangelio, donde poco hace falta, o mejor dicho solo me basta “Todo”. Solo Cristo me alcanza para vivir. Con El tengo todo.
El joven que encuentra otros jóvenes, o que se cruza con adultos educadores con esta manera particular de proponer la vida, no permanece indiferente. Es más, tal vez una propuesta así sea la única propuesta capaz de satisfacer su necesidad de totalidad; porque no encuentra respuesta en lo que tiene a su alrededor, experimenta la sensación de que la vida, así como es, como me la venden, no alcanza a mi corazón, que desea mucho más.
Nosotros también deberíamos plantearnos si el problema está en si tenemos más, o somos más. O como vivir una vida a la medida de la necesidad verdadera de mi corazón.
Hoy la Escuela Católica, y me refiero a los responsables de la educación en la Iglesia, debemos preguntarnos si nuestra propuesta y el modo de presentarla está a la altura de la necesidad de nuestros jóvenes. Para esto tenemos la fuente rica de experiencia en la historia de la humanidad, donde Dios nos enseña cual es la consistencia del corazón humano y como acompañarlo en su búsqueda.

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