Cuando pasan los años y recordamos los momentos de niñez y juventud en nuestras escuelas, lo que subsiste en nuestra memoria son los encuentros con aquellas personas que han sido significativas, personas que han dejado huella, por su “presencia” en nuestras vidas. ¿Qué es lo que ha favorecido esta marca en nosotros?.
La preferencia como método educativo. Sí parece ser que la preferencia es mal vista en muchos ambientes como injusta o instintiva, pero en realidad es un método educativo que aún Jesús lo empleó. Con los apóstoles, con María Magdalena, con Juan, el discípulo amado. Una mirada del otro que provoca un reconocerse valorado, apreciado, y motivado a reconocer a quien te educa, provoca un seguimiento que nace de una comprensión conmovida que invita a seguir una propuesta.
Claro que una preferencia sin propuesta no sería válida, la propuesta es el contenido de la relación, una vida que te llena de ternura, que te abre a una mayor libertad, que te abraza por una enorme compasión en tus vicisitudes cotidianas, a veces dramáticas. Es la preferencia de alguien que te presenta un testimonio de una vida que vale la pena y te llena de esperanza.
Genera el deseo de querer vivir como vive el otro, mirar la vida o las circunstancias de la misma manera que las mira él.
Por supuesto no es que tenemos en claro todo lo que interviene para que quedemos marcados por estos rostros, de compañeros o educadores que han permanecido en la retina de nuestro corazón con la gratitud de haberlos encontrado en algún trecho de nuestra vida, pero sí sabemos que el solo recordarlos nos conmueve, frente a ellos todo se hacía más fácil, más atractivo el esfuerzo de estudiar, el compartir una noche fría de campamento junto al fuego, o una jornada de esfuerzo solidario llenos de entusiasmo. Deberíamos llenar nuestros colegios de encuentros personales así. Encuentros que quedan para toda la vida, que generan, que vuelven todo más humano. Antes que un buen consejo, antes que un listado de normas para el bien vivir, necesitamos vidas fascinadas que sean capaces de generar un clima de encuentro en las comunidades educativas. Para estas personas el vernos, el que interrumpas, el que te acerques inoportunamente, no es una molestia, sino que le sale del corazón una sonrisa porque estás ahí.