En el marco de la celebración por los 80 años de la Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC) se realizó el IX Encuentro de Pastoral Educativa. El tema destacado fue la educación emocional y espiritual en tiempos de la inteligencia artificial. Educadores de América Latina, entre ellos, el presidente del Consudec Adrián Alvarez, reflexionaron sobre los desafíos actuales y el papel de la pastoral en la formación de niños y jóvenes. El espacio contó con la participación del Cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio de Cultura y Educación de la Santa Sede, quien transmitió un mensaje desde Roma.
“Su atención a la educación emocional y espiritual en tiempos de inteligencia artificial es, sin duda, un tema tan actual cuanto emblemático”, enfatizó el cardenal portugués José Tolentino de Mendonça al inaugurar el noveno encuentro de Pastoral Educativa que contó con más de 1.000 inscriptos, educadores de distintos países de América Latina y algunos que viajaron desde España. Acompañando esta misión, el Cardenal preparó una conferencia en la que invitó a los participantes a detenerse brevemente y mirar tres puntos: la pastoral escolar, el tiempo y el principio dialógico. Transmitimos aquí su mensaje:
“Ya en la época del Concilio Vaticano II, la Declaración Gravissimum Educationis había propuesto un cambio significativo en la historia de la escuela católica con la transición de la escuela-institución a la escuela-comunidad. Este punto de innovación, no solamente de inflexión, puso de relieve la dimensión comunitaria como fruto de una mayor participación dentro de la propia iglesia.
La dimensión comunitaria no es una simple categoría sociológica, sino que tiene un profundo sustrato teológico. De este modo, reflexionando sobre la misión que le ha confiado el Señor, la comunidad escolar identifica los instrumentos pastorales más fructíferos para el anuncio y la promoción integral de la persona humana. En este marco debe verse también la acción educativa, que se caracteriza además por ser un servicio pastoral.
A través de él, se realiza una mediación cultural entre las exigencias siempre cambiantes de la sociedad, sin perder en ningún caso su propia autonomía y libertad. La escuela-comunidad es un microcosmos con una mirada esperanzada hacia el futuro. Incluye a todos los participantes directa e indirectamente, desde los profesores al personal directivo, administrativo, desde los educadores hasta los padres y los abuelos.
La iglesia sueña con escuelas que sean comunidad y comunidades verdaderas, no solo escritas en los papeles, sino comunidades verdaderas. Todos, todos, ninguno excluido, contribuyen al proyecto educativo y son el eje central en torno al cual gira este pequeño universo que es la comunidad escolar. De este modo, la escuela católica da vida a una comunidad que no es solo escolástica.
En las escuelas hay tantos elementos técnicos, y por supuesto, científicos, pero no es solo esto, no es solo esto. Se trata de un modo humano integral en el que hacemos la transmisión del conocimiento que toca la mente, el corazón, y las manos. De hecho, en su conjunto, con diversidad de roles, pero con convergencia de objetivos, reviste las características de una comunidad cristiana.
La escuela es una comunidad cristiana, siendo un lugar impregnado de caridad en un proceso de relaciones humanas que no terminan, y no terminan en la edad escolar, sino que continúa a lo largo de toda la vida. Esto me permite llegar al segundo punto. No hay que olvidar la función pedagógica del tiempo.
Me recuerdo lo que decía la escritora Margarita Yourcenar, el tiempo es un gran escultor, el tiempo es un gran maestro. Y tenemos que escuchar el tiempo y dar tiempo; en una sociedad que no tiene tiempo para nada, o ninguno tiene tiempo.
La escuela es un lugar donde hay tiempo y tiene que haber tiempo. Tenemos que ser muy sensibles al factor educativo que el tiempo representa. La Sagrada Escritura presenta continuamente el tiempo a través de metáforas relacionadas con la vida en el campo.
La semilla debe tener tiempo para crecer, para florecer y dar fruto. Como nos enseña Jesús en la parábola de la semilla, nuestro trabajo duro y aparentemente infructuoso, crecerá en la sucesión de las estaciones y dará frutos inesperados. En una escuela no se puede tener prisa, no se puede tener prisa.
Nosotros trabajamos con semillas, no con soluciones prefabricadas, instantáneas. Precisamos dar tiempo y precisamos de fe en el tiempo, porque algunas semillas florecen en nuestro tiempo; otras se revelarán mucho tiempo después. Y tenemos que creer en eso.
Nosotros somos transmisores de futuro, no trabajamos para los resultados inmediatos, apenas queremos resultados, mantenemos la mirada del corazón en el futuro, sabiendo que la revelación plena de un hombre, de una mujer, se da, se revela en el tiempo y tantas veces es una sorpresa completa y siempre, siempre muy bonita; siempre la obra perfecta de la creación del sueño de Dios. La llegada de la inteligencia artificial ha intensificado este sentimiento de presión, de aceleración, de prisa, atrapándonos a cada uno de nosotros en el yugo de los algoritmos que continuamente nos desvían hacia atractivos efímeros y consumistas. En muchos casos se sobrepasa el sentido del límite con el riesgo de desarrollar una adicción tan sutil como dañina.
Hace 80 años, en medio de un contexto global de reconstrucción y esperanza, nacía la Confederación Interamericana de Educación Católica CIEC. Oscar Pérez Sayago, actual secretario general de la confederación, relata que la entidad fue fundada el 6 de junio de 1945 en Bogotá, en un congreso convocado por Monseñor Ismael Perdomo, Arzobispo de la capital de Colombia. Desde entonces, esta organización ha sido un referente en la articulación y fortalecimiento de la educación católica en la región.
Y sabemos que hoy estas nuevas tecnologías del móvil, sus diversas manifestaciones, intrusiones, usos de la inteligencia artificial, afectan la salud mental y espiritual, la salud interior. Nuestras comunidades escolásticas están en riesgo y tenemos que estar muy atentos, discernir muy bien, en principio para socorrer, o como ayuda inmediata… pero después también hay que ver cuál es la mejor prevención. Es el desarrollo de la interioridad. En estos tiempos, nosotros, escuelas católicas, tenemos que desarrollar aún más la espiritualidad, la interioridad, porque es esto lo que da la fuerza interior necesaria para enfrentar los inevitables cambios de época.
Para concluir los dos puntos que acabamos de enumerar brevemente, se une la prioridad de un principio dialógico vivido concretamente y renovado diariamente. Aunque a nivel didáctico, como señala la reciente nota Antigua y Nueva, algunas herramientas de inteligencia artificial son ciertamente útiles para la enseñanza personalizada. Esa necesidad intrínseca de tener experiencia comunitaria compartiendo con los otros el estudio y el juego, los éxitos y las derrotas, los proyectos y los sueños, no puede excluirse de la innovación.
Entonces, nuestras escuelas no tienen miedo, no se cierran a la innovación, pero la buscamos, con discernimiento, con prudencia, a la luz de los valores. Las primeras intervenciones del Papa León XIV nos dan esperanza. El Papa León es un educador, y su mirada sobre la inteligencia artificial y cómo tenemos que acompañar esta edad nueva de la historia, es muy importante… No tengan miedo, hoy tantas cosas se ponen en marcha, por eso precisamos aún más de este tercer elemento que es el diálogo personal, interrelacional, y es el diálogo que nos hace entender la comunidad escolar y universitaria como un laboratorio cultural de expresiones vitales y auténticas, donde las historias comunes se entrelazan y se denominan. En un contexto de educación, los horizontes son llamados a ampliarse.
Largas miradas, corazón generoso, pero también rigor, calidad, prudencia, empeño y el deseo de vivir la mística de estar juntos, de ser comunidad, sin perder de vista el infinito, la trascendencia, el sentido que da consistencia al vivir humano. No tengan miedo de mirar más allá, generando nuevas visiones, nuevas versiones del mundo. Hoy este momento pide profetas para la educación, este momento es de profecía.
Tenemos que encontrar dinamismos proféticos para insertar nuevos caminos, buscar modelos, actualizar nuestras prácticas, no como un proyecto en solitario. De hecho es todo lo contrario, es un llamado a liarnos, a unirnos, a trabajar en concierto para que las voces se unan en armonía, pues cantar juntos —como enseña San Agustín— es propio de quien ama y en realidad, en la comunidad educativa nosotros cantamos juntos. Agradecido, queridos amigos, por su servicio, aprovecho esta oportunidad para apoyar su labor de educación, formación pastoral, con la profunda convicción de que su compromiso es indispensable para la renovación, no solo de nuestras comunidades eclesiales, sino de la humanidad misma.

Premio Jesús Maestro
En el marco de la celebración por los 80 años de la CIEC y del IX encuentro de Pastoral Educativa, el Consudec recibió, en manos de su presidente Adrián Alvarez, el premio Jesús Maestro , un reconocimiento especial a quienes con vocación y entrega han iluminado el camino de la Escuela Católica de América. Es un homenaje a educadores que enseñan con el corazón y transforman vidas desde el Evangelio.