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100 años de Consudec: Por caminos insospechados

La hermana Gladys Uliarte presidió el Consudec en el trienio 2006 – 2009. Afirma que la experiencia le abrió “otros panoramas de la educación”. Hoy vive en San Juan, su provincia natal, y es delegada para la Fundación mendocina “Vivencias Argentinas” una entidad que presta un servicio solidario en las escuelas de la cordillera. Su testimonio es el de un camino junto al prójimo, pero dice que “todavía tiene mucho para dar”. 

La religiosa Gladys Uliarte fue la primera mujer que asumió la presidencia del Consudec, en la primavera del año 2006, después de haber acompañado como vicepresidenta de la institución al actual obispo de Azul, Mons. Hugo Salaberry. Ella nos relata desde San Juan cómo fueron aquellos días cuando conoció a monseñor. “Estaba en el profesorado Gabriela Mistral en Villa María (Córdoba) cuando recibí la visita del entonces padre Hugo Salaberry, presidente del Consudec; él llegó acompañado por el obispo de la diócesis, monseñor Roberto Rodríguez, y recuerdo haber sostenido una entrevista bastante accidentada. Estábamos en uno de los colegios más grandes de la congregación, con muchas divisiones en primaria, secundaria, y una escuela para chicos discapacitados que funcionaba al lado del edificio central. Era un mundo de gente… contaba además con el profesorado de Ed. Física, su pileta climatizada, y otros doce profesorados más. En ese tiempo era representante legal de todos los estamentos, y rectora del Nivel Superior. Así fue que atendiendo teléfonos conocí al padre Salaberry y luego recorrimos una parte de las instalaciones”.

Pocos meses después de esa entrevista, la hermana Gladys relata que, de vuelta en San Juan para asumir un nuevo cargo directivo en otro colegio, “Salaberry me busca para proponerme ir al Consudec”. Ella, como tantos educadores, venía participando de varios Cursos de Rectores y conocía al hermano marista Septimio Walsh. Finalmente viaja a Buenos Aires para reemplazar al padre Salaberry, quien había sido designado obispo de Azul: “En mayo de 2006 me nombran vicepresidenta y en septiembre del mismo año asumí la presidencia del Consudec” señaló la religiosa.

Al año siguiente, recuerda, “nos tocó la edición número 21 del Congreso de la Confederación Iberoamericana de Educación Católica, la CIEC. Y el Papa Francisco, que entonces era presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, me acompañó en esta instancia junto con los obispos que conformaban la Comisión de Educación”, agrega.

Otro de los sucesos que le tocó afrontar a la hermana Gladys fue el debate y posterior sanción de la Ley de Educación, N.° 26.206, por lo que tuvo que trabajar con grandes equipos conformados por abogados y educadores. 

Ella aclara que “en esta vorágine de sucesos internos que afectó la vida del Consudec visité colegios, viajé a las provincias, pero –señala – no a todas, porque era un año político bastante fuerte: la ministra de educación de San Juan se instaló prácticamente en las oficinas para trabajar los temas de la nueva ley con una abogada de la Universidad Católica”. 

“Todo era nuevo para mí, yo había trabajado como rectora en distintos colegios, me gustaba estar presente en todo, participando en los retiros espirituales de chicos y profesores, acompañando todo lo que sucede a lo largo de la vida escolar… En el Consudec, sin embargo, la temática era nueva. Pero Dios permite que sucedan estas cosas; entonces me puse en las manos de Dios para acompañar algo tan preciado como es la educación. Hoy no debe existir nadie analfabeto, nadie que no agarre un libro y no sepa leer y desde esa perspectiva. Monseñor Osari, fundador de mi congregación Nuestra Señora del Rosario de Buenos Aires, nacida en Barracas, siempre estuvo con el oído en el pueblo, por lo cual nuestra presencia no es netamente educativa, también estamos en hogares, hospitales como el Churruca y el hospital de Gral Rodríguez, son centros de misión”.

La hermana Uliarte concluye que la experiencia en el Consudec “fue hermosa. Trabajé con un grupo de personas y había reconocidas figuras de la educación que abordaban distintos temas, en un diálogo político. Este ejército pequeño me sostuvo ante tanta problemática que hubo en ese momento”.

¿Cómo es su vida hoy?

El diario de San Juan refleja una semblanza de la hermana Gladys. “Dios tiene caminos insospechados e increíbles para cada uno. Siento que Él me tenía preparado esto. Hace cuatro años regresé al departamento de Calingasta, podría estar en una casa que la congregación posee en Moreno para religiosas jubiladas, con todas las comodidades y, sin embargo, siento que tengo mucho para dar todavía. Trabajo en un radio de 80 kilómetros visitando establecimientos y haciendo acompañamiento espiritual. Si Dios me lo permite quiero seguir así, rezo siempre y para continuar en este lugar que me vio nacer y ruego que me cobije en el atardecer de mi vida”, señala. 

¿Cómo decide poner el hombro en las zonas más vulnerables?

En la época de pandemia en que todo estaba cerrado, me puse a redactar un proyecto para colaborar en algunas comunidades olvidadas como Villa Colón, Hilario y zonas de Calingasta. Siempre con la idea de visitar familias y llevar ayuda y donaciones. Son lugares donde no hay transporte o comunicaciones. Mucho de lo que suelo acercar son colectas de la Fundación Vivencias Argentinas, situada en Mendoza, donde colaboro desde hace algunos años. Mi vida hoy es hermosa. Si bien cada lugar donde estuve tuvo algo de especial, trabajar en mi provincia es algo hermoso. Porque va más allá del trabajo, es compartir un asado, una festividad, acompañar a una comunidad. En fin. Podría estar cómodamente en Moreno, en una casa que tiene todas las comodidades para las religiosas de la congregación que estamos ya jubiladas. Hay muchas actividades, costura, pintura, manualidades. Hasta psicólogos. Pero no, yo siento que tengo mucho para dar todavía, tengo que seguir llegando a hogares sin calefacción, abrigo ni alimentos. Necesito eso, seguir ayudando. Y si es mi provincia, mucho mejor aún.

La fundación "Vivencias argentinas"

 La hermana Gladys Uliarte es delegada por San Juan en una organización llamada “Vivencias Argentinas” que nació hace 30 años en Mendoza, y tiene como objetivo realizar frecuentes cruzadas solidarias a escuelas de la cordillera sanjuanina para llevar donaciones.

La Fundación Vivencias Argentinas fue creada por el abogado y docente mendocino Carlos Pincolini quien enseguida pudo conformar un grupo de voluntarios. La mayoría de las cruzadas solidarias que la entidad ha venido realizando, tuvo lugar en Calingasta, San Juan, motivada por un antecedente que el mismo protagonista relató: “Diego Márquez, mi abuelo, dirigió en 1930 las obras del camino de Hilario a Barreal. Años después, en los 80 y 90, fue mi padre, Carlos Eduardo Pincolini, quien revolucionó la agricultura con los cultivos de manzana en Tamberías. Su socio, Horacio Ilardo, aportó su enorme experiencia en este desarrollo”, repasó, para señalar que las generaciones que trabajaron en la empresa, así como muchos descendientes, conservan un recuerdo imborrable de aquellas épocas.

Por eso, las escuelas de cordillera situadas en Calingasta suelen quedar dentro de los itinerarios que Vivencias Argentinas realiza una o dos veces al año con su tradicional camión cargado de donaciones. 

Este lugar de la cordillera es un paraíso donde prevalece la naturaleza, las montañas y gente buena, honesta, alegre y arraigada a sus costumbres. Elsa Michea, directora del establecimiento ubicado en Barreal, agradece siempre la visita de los voluntarios: “Nos sentimos muy complacidos de haber recibido su donativo. Sus donaciones nos permiten conseguir lo propuesto para nuestra institución y así poder cumplir las metas propuestas para nuestros alumnos. Gracias por ayudarnos a ser nuestra fuerza motriz. Con su apoyo avanzamos para satisfacer con nuestro objetivo común”, expresaba la directora.

La fundación, que tiene origen en Mendoza, realiza colectas que tienen como destino Malargüe, La Paz, Lavalle, además de San Juan.

“Nos sentimos muy agradecidos por el inmenso amor y dedicación puesto de manifiesto por las directoras, maestras y personal en general de todas esas escuelas maravillosas. Es asombroso observar lo que hacen por sus niños y la gran generosidad demostrada”, apuntó Pincolini destacando la invalorable labor de la delegada en Tamberías, la religiosa sanjuanina Gladis Uliarte, “una persona con gran vocación que trabajó toda su vida en pos de las comunidades en las que estuvo designada”.

Finalmente, se refirió a un viejo anhelo de índole patrimonial que, dijo, supone además un sueño solidario: reconstruir el espacio conocido en Barreal como Casa de las Monjas con su histórica Capilla (frente al bellísimo Cordón de Ansilta), para destinarlo a Museo de Sitio y a educación y recreación para niños de escuelas albergue del secano de San Juan y Mendoza.

Tres décadas de misiones, viajes y solidaridad

 Los 30 años de la fundación Vivencias Argentinas fueron celebrados en diciembre último con un agasajo multitudinario que reunió a benefactores, voluntarios y allegados en el Colegio San José de los Hermanos Maristas de Mendoza. 

Hoy, a la vuelta del camino, con 77 años, instalada en “su lugar en el mundo”, sigue con ferviente pasión la actividad para la que, confiesa, nació: el acompañamiento espiritual, la catequesis y la solidaridad en las escuelas carenciadas de su zona. A su edad y con una vitalidad que sorprende, sigue manejando y llevando donaciones a las escuelas de Calingasta donde apremian las necesidades.

Datos biográficos

Gladys Uliarte nació en la provincia de San Juan, pero estudió en Córdoba donde obtuvo el título de profesora de Matemática, Física y Química. Cuenta que era muy joven cuando se cruzó en las escalinatas de la catedral de San Juan con una religiosa que marcó un antes y un después en su vida. “Fue en 1973, tenía 20 años y trabajaba en un estudio jurídico cuando observé a una monja de edad avanzada saliendo de la cripta y cargando bolsas muy pesadas. “La ayudo? pregunté”. “En aquel diálogo corto quise saber qué hacía, cómo era la vida de esa religiosa. Y cuando yo me acerqué a ayudarla me invitó a su casa, en el instituto Monseñor José Américo Orzali, donde me sorprendió su amor, su humildad. Le pedí volver…”. Gladys, que venía de una familia numerosa y creyente, aunque no practicante, trabajaba en el estudio de un abogado, pero se daba cuenta de que existía otro tipo de justicia que a ella la cautivaba más.  Ingresó en la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora del Rosario de Buenos Aires, conocidas popularmente como Rosarinas, donde se dedicó a tareas educativas y a programas sociales y de derechos humanos. Gladys se convirtió entonces en una religiosa de gran vocación social y vivió en Buenos Aires, Córdoba, Olavarría, Quilmes… hasta regresar, ya jubilada, nuevamente a su Tamberías natal, en Calingasta, la localidad que la vio crecer y disfrutar de una maravillosa infancia. Hoy, a la vuelta del camino, con 77 años, la hermana Gladys se encuentra instalada en “su lugar en el mundo”, siguiendo con ferviente pasión la actividad para la que, confiesa, nació: el acompañamiento espiritual, la catequesis y la solidaridad en las escuelas carenciadas de su zona. A su edad y con una vitalidad que sorprende, sigue manejando y llevando donaciones a las escuelas de Calingasta donde apremian las necesidades

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