El Consejo Superior de Educación Católica cumple 100 años de vida. Mario Iantorno, Salesiano de Don Bosco y Presidente del CONSUDEC de junio de 1995 a noviembre de 1998, comparte un fragmento de esta gran historia de la educación argentina.
Mediaba julio de 1998 y en esos días de invierno hacía mucho frío. Pero fue una fecha inolvidable para Consudec aquel sábado 18, porque 14.000 docentes católicos rindieron examen para recibir su diploma de capacitación a las nuevas reformas educativas, implementadas por el Ministerio de Educación.
Yo, entonces, como presidente de Consudec elegí el colegio Marín en San Isidro para monitorear el operativo. Las sedes para rendir estaban desparramadas en toda la geografía del país, desde Tierra del Fuego hasta la Prelatura de Humahuaca en el Norte y fueron simultáneas. Fueron muchos los docentes que bajaron de sus pueblitos en las sierras a la ciudad para rendir el examen. Según la Ministra Susana Decibe, Consudec implementaba las capacitaciones incluso antes que el Ministerio organizara sus Cursos para esas mismas actividades.
En aquellos años se hablaba de relaciones carnales a nivel político, por ejemplo, del presidente Menem con el presidente de Estados Unidos. Algunos las aplicaron también a Consudec con el Ministerio de Educación. El Ministro era el Dr. Jorge Rodríguez, pampeano, al que sucedió la Licenciada Susana Decibe, y ambos apreciaban el aporte público de gestión privada a la gestión pública de gestión estatal. Costó y no del todo se logró que esta manera de pintar con el lenguaje el panorama educativo argentino (y de cualquier país que acepte la participación no estatal a la actividad educativa) se estableciera en el decir de los que hablaban de educación.
Estábamos a cuatro cuadras de la sede ministerial así que era frecuente que yo fuera para hablar con la Ministra o con sus asesores, o ellos mismos me llamaran para avanzar en nuevas propuestas. Nos interesaba a ambas partes dialogar antes de legislar, para que después no hubiera rechazos o peleas.
El famoso hermano marista Septimio Walsh OFM —su nombre civil era Tomás Alfredo Walsh— que fue desde la secretaría de Consudec el referente más autorizado de la educación católica en el país durante muchos años, desde antes del derrocamiento de Perón en 1966 hasta su muerte, poseía una memoria prodigiosa, inteligencia preclara y hábil manejo político; dicen que hasta influía en la designación de los Ministros de Educación, cuando los gobiernos eran favorables, pero también era respetado y temido por los contrarios, de tendencia laicista.
La entrega de las distinciones Divino Maestro eran cada año un hito histórico para la educación católica, donde hacía gala de su memoria y enaltecía la labor silenciosa de tantas religiosas y religiosos que habían entregado su vida a la docencia y educación. No había tema en el área que ya no lo hubiera abordado el Hermano.
El administrador de las finanzas de la entidad, Helvio García, había sido su colaborador de confianza. Cuando ese 2 de julio de 1990 murió el Hermano Septimio, el señor García tenía la convicción de que había vivido la época de oro de Consudec. Pero los acontecimientos vividos por Consudec hacia fines de siglo XX lo convencieron que podía superar aquellos límites y más allá de las personas, Consudec valía como institución nacional educativa de peso para la sociedad argentina.
Porque recuerdo que cuando hicimos el primer encuentro de Rectores en el colegio San José de la calle Pasteur y Bartolomé Mitre, le dije: “Esto es muy importante tanto por el Curso como por la Exposición de materiales didácticos anexa. ¿Por qué no lo hacemos en la Rural?”. Me miró y me preguntó: “¿es un chiste?” Le contesté que de ninguna manera. Entonces me dijo: “Deme un poco de tiempo y le cuento”.
Y nos lanzamos a la aventura de potenciar el evento y llevarlo a esos niveles de importancia social. Cumplía los dos propósitos: llegar a ofrecer la capacitación a más educadores y asegurar la presencia actuante de la educación católica para bien, tanto de los sujetos directos de sus cuidados, como de todos los argentinos para los que estaban abiertos los establecimientos confesionales.
Las reuniones en febrero en la Rural, con la exposición adjunta, se convirtieron en un evento nacional, donde comenzaron a participar rectores de otras instituciones que no eran católicas, pero que no se querían perder el evento. Uno de los conferencistas que trajimos de España fue el Dr. Alfonso López Quintás, filósofo y pedagogo que completaba su saber con una magnífica presentación oratoria.
En el último evento que me tocó, participaron cerca de 4.500 rectores. Y escuché comentar entre los expositores que el que no estaba presente allí no existía, porque de lejos era la principal exposición educativa nacional.
La Vicepresidenta era abogada y trabajaba en una diócesis del gran Buenos Aires: eran periódicas y programadas las reuniones que convocaba a los abogados que estudiaban y resolvían los problemas legales que se les presentaban a los colegios católicos de las provincias.
Otra de las personas que cubría las rutinas de cada día era la hermana Lidia Goicoa FMA, que había sido Provincial de las Hermanas de María Auxiliadora y fue la silenciosa secretaria adjunta del Hermano Septimio, siguió en ese cargo con el Hermano Daniel Mújica y conmigo hasta el final.
En esos años no teníamos claro cuándo había nacido Consudec y fue la hermana Lidia que hurgando papeles encontró que en fecha de 1925 los obispos argentinos crearon una entidad que se iba a ocupar de los temas educativos y sería el que cuidara por los intereses de los colegios católicos, así como buscar recursos y defender su autonomía.
Monseñor Jorge Arturo Meinvielle SDB, como presidente de la Comisión de Educación, fue el que me invitó a presidir Consudec, ante la renuncia del Hermano Daniel Mujica. Sabía que había estado durante una década como Secretario de la CIEC (Confederación Interamericana de Educación Católica) en Colombia, y estaba en el tema. Dudé unos días porque estaba trabajando muy a gusto y tranquilo a nivel salesiano en el Profesorado de Educación con orientación en Pastoral Juvenil y eso, vislumbraba, me volvía a llevar al mundo del que ya había regresado. Pero veía que allí me requerían y acepté. Era un ilustre desconocido para los obispos así que fue Monseñor Meinvielle quien tuvo que presentarme ante la Asamblea de los Obispos, porque el Presidente de Consudec pasaba a ser secretario de la Comisión Episcopal de Educación.
El sucesor en la presidencia de la Comisión Episcopal de Educación no era tan experto en el área y no llegó a sentir a Consudec como la entidad más fuerte y organizada que tenía la Iglesia, que liberaba a la Comisión Episcopal de enfrentarse a las contingencias que se pudieran presentar, sino como una entidad que competía con la Comisión Episcopal por ser la voz de la Iglesia ante la sociedad.
Y era cierto que en el tema educativo católico Consudec era el primer referente por varias décadas de trabajo de animación de las Federaciones y la formación de profesores en el Profesorado CONSUDEC que quiso capacitar y oficializar a los docentes que por mucho tiempo estuvieron dando clases con un título habilitante de carácter privado.
Por ejemplo, los salesianos tenían una OAE (Oficina de Asuntos Escolares) que entregaba unos diplomas internos, expedidos por la misma oficina, que eran de alguna manera aceptados a nivel ministerial para resolver este problema transitorio. Se creó el Profesorado CONSUDEC para que se formaran profesores titulados oficialmente, con capacidad de ejercer la docencia en cualquier establecimiento secundario del país.
Tal vez pocos sabían que el Administrador de la Conferencia Episcopal Argentina, también lo era de CONSUDEC. Nunca me pregunté si fue una sabia decisión del Hermano Septimio o una imposición que le llegó desde las autoridades de la Iglesia, pero esto no lo sabían incluso algunos obispos, que querían tener dominio sobre los que suponían grandes recursos de la entidad, que funcionaba en un departamento del cuarto piso de la avenida Córdoba al 1400. Más de una vez tuve que pedirle a algún obispo que le preguntara al Administrador sobre los bienes o recursos de la entidad.
Terminaba mi gestión y no se llegó a concretar el sueño de hacer el evento del Curso de Rectores simultáneamente en varias sedes del país para que pudieran participar más Rectores: sedes como Mendoza, Tucumán, Misiones, Corrientes, Córdoba, Santa Fe, Viedma, Río Gallegos, Río Grande en Tierra del Fuego, en principio se sentían capacitadas como para afrontar el desafío. Contábamos con la empresa tecnológica que podía prestar ese servicio, y ya tenía la experiencia exitosa del examen de los 14.000 docentes.
Consudec llega a su centenario y es el instrumento que acompañó la animación de la educación católica argentina, fuerte como propuesta de trabajo comunitario al servicio del país y vulnerable a su vez por necesitar del apoyo oficial y efectivo de la Iglesia que es su razón de ser.