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Martín, me has cubierto con este vestido

 

El próximo 11 de noviembre es la fiesta de San Martín de Tours protector de la ciudad de Buenos Aires. Un designio de la providencia que se manifestó tres veces consecutivas en el azar de una elección. Pero la historia de Martín tiene otra perspectiva: “Como soldado romano, la forma de tratar a su esclavo llama la atención y él lo sabe; comen juntos, le sirve y le limpia los zapatos. Su ejemplo responde a las necesidades de nuestro tiempo” escribe la historiadora francesa Regine Pernoud (1909 -1998).

Ella escribió una de las mejores biografías de San Martín de Tours y la dedica “a todas aquellas personas que deseen elaborar una nueva forma de cultura para el tercer milenio”. Estaba conmovida por este hombre, un soldado romano que se convirtió al catolicismo y se volvió obispo. Fue canonizado unos siglos después de su muerte, cuando se destacaron sus obras piadosas y la empatía que tenía con las personas en situación de calle. Su espíritu bondadoso lo convirtió en uno de los primeros santos no mártires.

Pernoud narra que “de pocos personajes del siglo IV se ha escrito la vida. Pero, gracias a un amigo de Martín, un soldado romano de nombre Sulpicio Severo, podemos contar con un documento extraordinario, marcado también por las fuertes discusiones que había en la Iglesia y que hacían temer que esta se hundiera”.

“Es el momento del desmoronamiento del Imperio Romano. La Iglesia va a tomar a su cargo la reconstrucción de Occidente. Y en esta tarea, Martín ocupa un lugar prominente aceptando, contra su voluntad, el obispado de Tours (fundado en Marmoutie, la primera abadía de Europa) evangelizando en zonas rurales, y creando en múltiples lugares la vida comunitaria que hoy llamamos parroquia”.

 

Los compañeros de guardia contaban que Martín trataba a su esclavo de forma sorprendente. Lejos de hacerse servir, era el quien le servía cuando comían juntos y hasta le limpiaba las sandalias.

La historiadora francesa narra que Martín había conocido una comunidad cristiana bastante numerosa entre sus amigos de colegio, en un momento en que a los seguidores de Cristo se les abre una nueva y deslumbrante realidad. El emperador concede a esta religión, hasta ayer perseguida, total protección. 

Pero, cuando cumplía 15 años, un edicto lo obligó como a todos los hijos de veteranos a alistarse en el ejército romano. Desde entonces, a su padre no le dejaban tranquilo las habladurías y los sarcasmos que circulaban sobre su hijo. Los compañeros de guardia contaban que Martín trataba a su esclavo de forma sorprendente. Lejos de hacerse servir, era el quien le servía cuando comían juntos y hasta le limpiaba las sandalias.

Otro hito que sería destacado por la Iglesia más adelante sucedió en el año 337, cuando se encontraba en Francia. Al ver a un mendigo acostado en el suelo y padeciendo frío, decidió cortar su capa por la mitad con su espada; y obsequió uno de estos retazos al hombre para que pudiera abrigarse. Este gesto fue inesperado para un integrante de la fuerza militar romana, que no acostumbraba a mostrar ese tipo de empatía.

La historia cuenta que luego de este acto, Martín soñó con Jesucristo vestido con parte de su misma capa, quien le dijo: “Martín, me has cubierto con este vestido”. Desde ese momento, decidió dedicar su vida entera a la fe, así que dejó el ejército y se bautizó. Fue discípulo del obispo Hilario de Poitiers hasta ser elegido como obispo de Tours. Con este nombramiento comenzó a trabajar por la conversión de paganos y en la creación de monasterios y hospitales para alojar a los más vulnerables. Falleció el 8 de noviembre de 391 en Candes, al oeste de Tours. Sus restos descansan en la actual Basílica de Saint-Martin.

Patrono de Buenos Aires

El 20 de octubre de 1580, Juan de Garay se reunió con distintos miembros del Cabildo con el fin de elegir un santo protector de la ciudad “de la Santísima Trinidad de Buenos Aires” que había sido fundada meses atrás. Como no se decidían, optaron por el azar y el ganador fue el nombre de San Martín de Tours. Sin embargo, la noticia se popularizó entre los vecinos, quienes rechazaban la idea de ser representados por un “santo francés”. Los integrantes de esta reunión realizaron el sorteo nuevamente y resultaron sorprendidos al ver que su nombre volvió a salir tres veces consecutivas. Ante esta coincidencia, consideraron que se trataba de un acto divino, por lo que decidieron respetar lo que consideraban como la voluntad de Dios y lo declararon patrono de la ciudad.

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