“La respuesta a los desafíos no está en cuánto pueda evolucionar la IA sino en cuánto podamos aprender las personas a promover el buen vivir y valorar nuestra existencia, porque si hay algo que no es propio de la IA es aprender a construir una vida con propósito”. Un abordaje de la capacitadora en liderazgo Adriana Sirito, Directora del Centro de Management Humanista Empresarial, de la Escuela de Negocios de la Universidad Católica Argentina (UCA).
La inteligencia artificial y la educación se han vuelto compañeros inseparables de la humanidad en los últimos años. Han empezado a entrelazarse profundamente dando lugar a una serie de oportunidades y desafíos que se presentan para la sociedad, pero más aún para la comunidad educativa.
“Nativos digitales” pareciera ser una categoría obsoleta para darle identidad a las nuevas generaciones que nacen en la era de los robots, que no sólo revolucionan el mercado, el mundo de los negocios y el consumo, sino que transforman la convivencia misma en el seno de las familias, la escuela y la comunidad.
Hace sólo unas semanas conocimos a “Iris”, la primera maestra robot que desafía los aprendizajes de los alumnos en un aula de la India. Este humanoide diseñado completamente con inteligencia artificial generativa, no sólo nos evidenció la velocidad de los cambios, sino que también marcó un cercano horizonte que marcha paulatinamente, y pareciera no dar respiro.
La IA es sin dudas la innovación más disruptiva y evolutiva de la última década. A medida que avanza, promueve una colaboración más estrecha entre personas y máquinas. ¿No será entonces que la IA potencia nuestras capacidades humanas en lugar de reemplazarlas? La respuesta a esta inquietud es difusa, ambigua y compleja. Una mirada ética del desarrollo tecnológico es un camino clave para recorrer. Ejercitar las virtudes de la prudencia y la templanza para el uso y no abuso de lo artificialmente inteligente puede ser un sendero a explorar.
Sin dudas, afirma el Papa Francisco, el progreso tecnológico de la humanidad debe estar basado en el bien común, porque si los progresos tecnológicos fuesen causa de desigualdades cada vez mayores, no podríamos considerarlos como verdaderos progresos. Transformar los desafíos en la era digital en oportunidades para las personas es la llave para vislumbrar los impactos positivos que la IA evidencia. Desde la automatización de las tareas repetitivas y complejas; que reducen los niveles de riesgos, hasta los beneficios que le otorgan las aplicaciones digitales a la salud y el bienestar de las personas; o la capacidad para personalizar, optimizar y hacer más accesible el aprendizaje mediante los asistentes virtuales, la creación de contenido, o la gamificación que sea capaz de despertar la motivación y el compromiso de los alumnos a través del juego, son herramientas de la IA al servicio de la humanidad.
La llegada de la IA está transformando la convivencia de las personas de una manera significativa. Tanto la dependencia tecnológica y la acentuación de los sesgos en los algoritmos; así como la pérdida de autonomía y privacidad por la hipervigilancia cibernética, o la falta de accesibilidad y desigualdad, nos generan desafíos tantos personales, colectivos como institucionales en todos los sectores de la sociedad. Las estrategias de reconvertirse y reinventarse de las personas frente a las capacidades evolutivas de la IA, tanto en la vida personal como laboral, nos generan en muchos casos miedo, incertidumbre y ansiedad. Tres facilitadores y aceleradores activos que despiertan, en muchos casos, situaciones de estrés y angustia. Pareciera una dicotomía del destino, pero en la era de las máquinas inteligentes, la clave de la convivencia y el bienestar es, sin dudas, la promoción del desarrollo humano integral de personas emocional y espiritualmente inteligentes preparadas para afrontar una mixta convivencia.
La respuesta a los desafíos no está en cuánto pueda evolucionar la IA, sino en cuánto podamos aprender las personas q promover el buen vivir y valorar nuestra existencia, porque si hay algo que no es propio de la IA es aprender a construir una vida con propósito.
FUENTE: Una colaboración de la Licenciada Adriana Sirito a partir de su intervención en el colegio Del Salvador donde tuvo lugar el Encuentro Nacional de Educadores del NOA – en Jujuy.