Conocido como “el Santo de la Divina Providencia”, la advocación de San Cayetano fue traída por Mama Antula en 1793.
En la capilla del Divino Salvador, de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales que fundó Mama Antula, se encuentra la que sería la imagen más antigua de San Cayetano en toda la Argentina. Es una representación instalada en un retablo colonial que tiene del lado derecho, como imagen principal, una dramática escena de la pasión de Cristo, y del lado izquierdo, la figura del fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola.
Se cuenta que María Antonia de la Paz y Figueroa construyó esta pequeña capilla al llegar a pie a la Capital Federal para iniciar su tarea religiosa. Hasta el momento, San Cayetano era desconocido en América y recién en 1795 comenzó a ser venerado por primera vez en nuestro país.
En esta desconocida imagen, puede apreciarse a un San Cayetano muy dulce que lleva en brazos un Niño Dios en movimiento, que extiende sus manitos como queriendo abrazar al santo. Es una de las figuras icónicas más antiguas de San Cayetano en Buenos Aires. Y recién, durante la crisis económica de 1930, se le incorporó la espiga de trigo por iniciativa del Círculo de Obreros Católicos.
Según la tradición, grandes milagros de Mama Antula fueron realizados por intercesión de San Cayetano. Cuenta la leyenda que, durante el transcurso de una multitudinaria tanda de Ejercicios Espirituales en la Santa Casa a fines del 1700, la encargada de la cocina fue a buscar a Mama Antula desesperada, porque la comida no alcanzaba para tantas personas. Mama Antula, invocando a San Cayetano, le respondió tranquilamente: “Dios proveerá”. La cocinera, confiando en Mama Antula y en San Cayetano, regresó a la cocina a servir el almuerzo, y metiendo el cucharón en la olla fue llenando numerosos platos que alcanzaron para todos. Alcanzó para todos y hasta sobró para dar a los pobres que, en la puerta de la Santa Casa, pedían su ración.
Mama Antula puso a San Cayetano como patrono de su empresa evangelizadora, seguramente, porque algún sacerdote misionero jesuita le habría contado sobre aquel noble que abrazó la causa de los pobres y que, además, intervino en dos oportunidades como diplomático obteniendo la paz.
La devoción del Santo de la Providencia fue creciendo a lo largo del siglo XX y en la historia de las grandes sequías, muchos chacareros recurrían a él para que los socorriera y oyera sus plegarias. Fue entonces cuando lo comenzaron a invocar como “El patrono del Pan y del Trabajo”.
La Capilla original construida por Mama Antula en Liniers, fue reemplazada en 1875 por una más grande, y en 1900 por una tercera que dio origen a la actual Parroquia.