“La relación entre educación y libertad es profunda e indisoluble” destaca el padre Juan Manuel Ribeiro, secretario de la comisión del área en el Episcopado Argentino. Él introduce en nuestro espacio la posibilidad de profundizar el primer acuerdo del diálogo por el Pacto Educativo Argentino: “la educación como política de estado”.
La libertad es fruto de una buena educación. No pocas veces hemos escuchado que la educación es esencial para educar al soberano. En un proyecto político que se precie de democrático y liberal deben destinarse todos los recursos para educación de los niños, adolescentes y jóvenes para que sean ciudadanos críticos y comprometidos.
Es llamativo cómo la calidad educativa no es una de las cuestiones que más preocupan a los argentinos ni a su clase política. La sociedad en su conjunto tiene que tomar conciencia de que el problema de la educación es su problema.
La relación entre educación y libertad es profunda e indisoluble. Sin educación, la libertad se ve limitada en varios aspectos. Entre ellos destaco:
1. Ausencia de pensamiento crítico: La educación nos enseña a pensar por nosotros mismos, a analizar información, a discernir entre hechos y opiniones, y a formular argumentos sólidos. Sin estas habilidades, somos más susceptibles a la manipulación, la propaganda y el pensamiento único. En otras palabras, no podemos ser verdaderamente libres si no somos capaces de pensar críticamente.
2. Limitación de oportunidades: La educación abre puertas a mejores oportunidades laborales, mayor movilidad social y una vida más plena. Sin ella, las personas se encuentran en una situación de desventaja, con menos opciones para elegir su propio camino y desarrollar su potencial. La falta de educación perpetúa la pobreza y la desigualdad, restringiendo la libertad individual que muchos liberales sostienen en sus discursos.
3. Incapacidad para tomar decisiones informadas: La educación nos proporciona el conocimiento y las herramientas necesarias para tomar decisiones informadas sobre nuestras vidas. Sin ella, las personas son más propensas a tomar decisiones basadas en información falsa, rumores o presiones externas. La libertad implica la capacidad de elegir con conocimiento de causa, y esto solo es posible a través de la educación.
4. Vulnerabilidad a la explotación: Las personas sin educación son más vulnerables a la explotación laboral, la discriminación y el abuso. No tienen las herramientas para defender sus derechos ni para luchar por una sociedad más justa e igualitaria. La educación empodera a las personas y les da la capacidad de defender su libertad.
5. Pérdida de la autonomía: La educación nos permite ser dueños de nuestro propio destino. Sin ella, las personas dependen de otros para tomar decisiones por ellas, lo que limita su autonomía y su capacidad para vivir una vida libre e independiente.
6. La falta de educación, nos encierra en nuestra inmanencia, y no nos deja incorporar la idea de transcendencia en nuestra vida. La educación ayuda a que los alumnos puedan vivir con más conciencia y libertad su fe religiosa sin caer en fundamentalismos.
La educación es la llave que abre las puertas a la libertad. Sin ella, la libertad es un sueño imposible.
En conclusión, la educación es fundamental para la libertad porque nos permite pensar críticamente, tener acceso a mejores oportunidades, tomar decisiones informadas, evitar la explotación y ser dueños de nuestro propio destino. Sin educación, la libertad se convierte en un concepto vacío.
La educación es la llave que abre las puertas a la libertad. Sin ella, la libertad es un sueño imposible. Es por eso que es fundamental invertir en educación para garantizar que todas las personas tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial y vivir una vida libre y plena.
Sin educación de calidad no habrá libertad verdadera sino tan solo un eslogan cargado de emocionalidad, pero vacío contenido.
P. Juan Manuel Ribeiro. Secretario Ejecutivo de la Comisión Episcopal de Educación.