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En la escuela de Francisco

“Evangelii Gaudium como modelo de inteligencia sobrenatural (IS) alcanza un nuevo modelo de pedagogía”, afirma desde Tucumán, Carlos Domingo Valdez, directivo de nivel secundario, doctorando en Estudios Patrísticos por la Universidad Católica de Cuyo. El educador – que además es miembro de la Renovación Carismática – sostiene que “Francisco nos brinda los elementos necesarios y con su perspectiva nos deja una mirada misericordiosa y cercana que orienta y da sentido al abordaje de las nuevas realidades” 

Sin lugar a dudas Francisco ha venido a nuestra contemporaneidad a inyectar en el pensamiento relativista de estos tiempos una dosis de experiencia de encarnación divina, que rompe los esquemas propuestos y a la vez revitaliza toda estructura pedagógica. 

Evangelii Gaudium es la carta de presentación de un pontificado marcado por la cercanía a la realidad con una dosis atrevida de retorno al corazón del Evangelio. El Santo Padre es controversial con sus afirmaciones, no solo desde lo doctrinal —expresado en sus documentos— sino también lo es en sus opiniones dadas de manera personal sobre realidades que tienden a ver lo periférico de la existencia humana. 

Intentaremos en esta reflexión iluminar la praxis pedagógica con los elementos fundantes del pensamiento de Francisco, rogando sobre ella una renovación y un reinicio a fábrica con una marcada impronta de las primeras comunidades. Plantear, además, el contenido del documento de nuestro Sumo Pontífice a manera de la estructura algorítmica de las herramientas de IA, con la propuesta de una Inteligencia Sobrenatural (IS) que nos brinde respuestas a la pedagogía de hoy. 

 

La oikonomia de Jesús

Cuando los Padres de la Iglesia hablaban de “oikonomia” se referían a la realidad de una “condescendencia” de un Dios que se rebaja hasta la naturaleza humana para, desde allí, transformar la realidad (Kénosis). Mientras el modelo de dioses griegos quedaba muy definido con personajes que se confundían en su forma de vivir con el modo humano, con gestos y costumbres novelescas, donde estos a veces actuaban más como mortales que como dioses, aparece como una contrapropuesta que nos llegó del cielo (por así decirlo), un Dios que se hace humano, viviendo y conviviendo en lo terrenal con gestos en los que se muestra como servidor y sin arrogancia. 

Este modelo de condescendencia es la marca primordial del formador: nadie puede llegar a ser maestro sin ser primero servidor, con la mirada puesta en el educando como alguien que merece mi atención, mi respeto, mi amor. El mejor maestro entiende que un niño o joven que es amado se educa. 

“Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros” (1) es allí donde se sustenta la verdadera pedagogía que es sostenida en el servicio. 

La novedad que se transmite es “Jesús” mismo, “Él es siempre joven y fuente constante de novedad”. (2) 

Lo que se transmite no es solo el mensaje de Jesús, sino a Jesús mismo. Se transmite a una persona (Dios) que tiene la capacidad de obrar en nosotros desde adentro. 

nadie puede llegar a ser maestro sin ser primero servidor, con la mirada puesta en el educando como alguien que merece mi atención, mi respeto, mi amor.

Esta novedad llena y complementa el mensaje que se quiere dar con una alegría nueva, donde “Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina” (3). 

Por eso “cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual” (4) dándole un nuevo sentido a las realidades no solo del estudiante, sino también del maestro. 

Sanar las relaciones

En estos tiempos de comunicación, con todas las nuevas herramientas que encontramos en las novedosas aplicaciones que van apareciendo, es indudable tener en cuenta que estas en realidad no nos están comunicando, y por el contrario generan una distancia en la relación persona-persona. Esto provoca conflictos que llegan a lastimarnos en nuestras relaciones y eso complica el vínculo pedagogo-estudiante. Será necesario, para lograr un giro en la manera de relacionarnos, mirar al otro con la mirada de Jesús, dejando a un lado nuestros propios conflictos y luchas para encontrarnos con la realidad del otro: “salir de sí mismo para unirse a otros hace bien” (5). 

La situación familiar compleja, donde el relativismo ha dañado la raíz primera en el núcleo familiar que es la “unidad”, ha lastimado a nuestros niños y jóvenes. La familia está lastimada y herida. Es por eso que necesitamos enredar una experiencia profunda con la persona de Jesús (docente) con la difícil realidad de los jóvenes (estudiantes). “Si pudiéramos seguir este camino, ¡sería algo tan bueno, tan sanador, tan liberador, tan esperanzador!” (6). 

Los diferentes rostros de nuestros alumnos

La diversidad está manifiesta por las realidades familiares complejas que se representan en los rostros de nuestros estudiantes. Esta existencia de diferentes expresiones sobre su sexualidad nos deja un mensaje que es necesario atender con amor y misericordia: “La persona humana por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social” (7). 

Es difícil para quienes se formaron en una religión de cumplimiento de normas, entender la complejidad de situaciones que se dan en el fuero interno de los niños y adolescentes: se complica el mirar las realidades sin juzgar. 

Francisco nos brinda los elementos necesarios y con su perspectiva nos deja una mirada misericordiosa y cercana que orienta y da sentido al abordaje de las nuevas realidades. El Santo Padre nos recuerda que “la gracia supone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quien lo recibe” (8).

Cara a cara

El docente es un discípulo, es el que escucha al maestro y se deja guiar: “Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar” (9).  La docencia no es algo que se ejerce en el aula solamente. No podemos separarnos de algo que es para nosotros “razón de ser”, vocación. 

La tarea del docente en su quehacer cotidiano, particularmente del que es cristiano, es evangelizar con su palabra, con sus gestos, con su vida. “Hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos” (10).

Una tarea que se realiza mirando a los ojos, ubicándonos “cara a cara” con la realidad del otro, comprendiéndolo como alguien que peregrina y camina a la perfección. Siempre respetando su mística, con el cuidado de que estoy tratando con el alma de alguien que es sagrado para Dios. 

Santos en proceso

Cuando miramos cara a cara a nuestros alumnos reconocemos en ellos un misterio, y solo alcanzamos a descubrirlo desde nuestras limitaciones, sabiendo que en su interior hay algo más de lo que se puede ver superficialmente. El Papa nos dice: “El acompañante sabe reconocer que la situación de cada sujeto ante Dios y su vida en gracia es un misterio que nadie puede conocer plenamente desde afuera” (11) 

Logramos reconocer momentos y etapas, debemos entenderlos como “santos en proceso” a quienes no podremos ayudar utilizando únicamente herramientas naturales, argumentos y teorías pedagógicas que solo alcanzan a satisfacer su vida natural. 

“El acompañamiento sería contraproducente si se convirtiera en una suerte de terapia que fomente este encierro de las personas en su inmanencia y deje de ser una peregrinación con Cristo hacia el Padre” (12). Somos meros testigos de niños y jóvenes en busca de la eternidad. Nos pide Francisco a manera de anhelo personal que “más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño” (13). 

Recordemos que todos estamos en proceso y debemos ser respetuosos de los pasos que vamos dando mientras peregrinamos al Padre. Cada persona es un universo, “de ahí que haga falta una pedagogía que lleve a las personas, paso a paso, a la plena asimilación del misterio” (14) del misterio de Jesús y el misterio de su vocación de felicidad en el peregrinar por este mundo. 

Conclusión: Atender la verdadera fragilidad

Como propuesta final, quizás, podríamos centrar la mirada en los denominados “malos alumnos”, en los rebeldes, los que no se adaptan a las reglas. Esos son los que se atreverán a llegar más allá del programa de este mundo y son los misioneros del futuro. Debemos entender su fragilidad como un don de apertura a la gracia de Dios y nosotros debemos comprometernos con esas vidas porque “todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra”. (15) Esos frágiles y vulnerables a ser rechazados y mal juzgados deben ser el centro de atención de los docentes, de toda la comunidad educativa porque “pequeños pero fuertes en el amor de Dios, como san Francisco de Asís, todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos” (16). 

Espero que Evangelii Gaudium se transforme en la herramienta de AI para regresar a redescubrir el verdadero sentido de nuestra vocación docente.

Fuente: Carlos Domingo Valdez es profesor y Licenciado en Educación Religiosa, docente de las Cátedras Humanística III y IV de la U. del Norte Santo Tomás de Aquino. Responsable de la Biblioteca del Departamento de Artes en la U. Nacional de Tucumán.

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