“Reflejemos a través nuestro un Dios cercano, un Dios que abraza” escribe la profesora Stella Maris Dugaro, Directora de Nivel Secundario en el Instituto Parroquial Inmaculada Concepción.
A diez años de la exhortación apostólica del Papa Francisco Evangelii Guadium, es bueno volver a sentirnos llamados a anunciar con alegría la Buena Noticia, siendo fermento de Dios en medio de la humanidad.
Hoy en día, nuestros adolescentes y jóvenes viven en una sociedad que los satura de información, con un progresivo aumento del relativismo, donde el individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos interpersonales y que desnaturaliza los vínculos familiares. Por eso nosotros, como educadores, estamos llamados a tomar la iniciativa sin miedo de salir a su encuentro, buscarlos, escucharlos, acompañarlos, “no juzgarlos”, haciéndoles sentir “la presencia cercana de Jesús” y su mirada personal, con una actitud llena de respeto y compasión, que los cobije y los aliente en su crecimiento y maduración personal. Reflejemos a través nuestro a un Dios cercano, un Dios que abraza.
Y para hacer efectiva una escuela que “abraza”, construyamos espacios de inclusión, donde los alumnos puedan ser ellos mismos, donde la diversidad sea valorada, respetada y donde eduquemos en la igualdad. Una escuela comprometida con el cuidado de la casa común, donde fomentemos la integración social de los más vulnerados, la paz, el diálogo y donde el anuncio del Evangelio se demuestre en el gesto concreto de cada persona que forma parte de la comunidad educativa.
Nuestro mayor desafío es “promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen, con gratitud y alegría, el encuentro con Jesucristo”. Nuestros adolescentes y jóvenes, están ávidos de cambiar el mundo, de denunciar aquello que observan como una injusticia, de ser escuchados, de buscar espacios de interioridad, para escucharse a sí mismos y a los otros, espacios comprometidos con la ética, donde se celebre la vida. Esta es la razón por la que las escuelas católicas estamos llamadas a promover en ellos un impulso misionero valiente y audaz, a través de una educación liberadora y evangelizadora, que siembre esperanza y les muestre a Cristo como ejemplo de cercanía, identidad, libertad, transparencia, solidaridad, generosidad, compromiso y amor por el prójimo.
Tal como nos exhorta el Papa Francisco en Evangelii Gaudium, eduquemos CON fe y EN la fe, eduquemos con pasión, a través de los tres lenguajes: con el corazón, con la mente y con las manos; eduquemos con sentido, con valores, con convicción, con creatividad; eduquemos integralmente a nuestros adolescentes y jóvenes para que puedan reconocer “su misión” de iluminar, vivificar, levantar, sanar y crear un mundo más justo y fraterno para todos.
