“Cuidar a la familia como institución es una necesidad urgente y la Escuela puede ayudar con esta tarea” expresa Andrés Rivera, bioquímico, educador, director de la Escuela Técnica (8122) de Nuestra Señora de Lourdes, a la que asiste una gran cantidad de adolescentes de distintos barrios de Santa Fe. En el marco del Pacto Educativo Global, participó de un encuentro entre padres de familia y representantes de escuelas católicas de su provincia. Desde allí observa “qué es lo que espera la escuela de la familia y la importancia de su protagonismo para crear comunidad”
En los últimos tiempos podemos notar, en muchos ambientes, pero sobre todo en la relación entre las familias y las escuelas, una crisis de confianza.
El recuerdo de épocas pasadas donde “lo que decía la señorita era sagrado”, y los padres se paraban discursivamente respaldando a los docentes, claramente no se verifica hoy. No hay que añorar excesivamente, pero sí entender, diagnosticar y planificar desde la realidad que nos toca vivir hoy.
En el primer semestre del 2023 se realizó en la Arquidiócesis de Santa Fe una convocatoria a padres delegados de las Escuelas confesionales católicas, para reflexionar sobre este vínculo Familia – Escuela, contarles lo que las escuelas esperan de las familias, y escuchar lo que las familias esperan de las escuelas.
Colaboración
Al recopilar opiniones de directivos antes de dicho encuentro, la palabra en común que manifestaron fue “colaboración”. En hechos concretos podríamos hablar de asistencia a las convocatorias, apoyo material, respaldo a las metodologías y ritmos pedagógicos e institucionales, prudencia y respeto en las opiniones, sobre todo en las redes sociales, entre tantas situaciones del día a día que hoy parecen no funcionar como se espera.
Creemos que muchas de esas disfunciones provienen de esa ruptura o debilitamiento de la confianza entre ambas instituciones.
El hecho de que las escuelas pidan colaboración a las familias puede sonar en cierta forma paradójico; podemos pensar que debería ser al revés y la escuela debería tener una función colaboradora con la educación de las familias, entendiendo educación como un proceso integral de promoción y desarrollo de los niños y adolescentes. En una mirada de identidades históricas podemos pensar que el esquema natural es “familia educa, escuela colabora”. ¿Cómo se explica esa inversión entonces?
Creemos que hay una especie de transferencia de responsabilidad. Algo que se dio, quizá, mediante un lento proceso cultural imperceptible, que nos trajo hasta aquí.
No pocas veces las familias piden reuniones a las escuelas para plantear que no saben qué hacer con la conducta de sus hijos, o para exigir a la escuela que se haga responsable de modelar aspectos conductuales, relacionales, vinculares, como si el resto del día que el alumno no está en la escuela, el progreso en esos aspectos cesara o se abandonara.
No hay duda de que la Escuela es transmisora de conocimientos valiosos, de forma sistemática, pero sobre todo tiene la misión de educar, de transmitir cultura, valores, formar en la fe.
Misión de “formar a los ciudadanos del mañana”, con todo lo fuerte que suena eso (alguien podrá decir “qué mala habrá sido la escuela que formó la gente de este presente”, y todos podemos acordar que hay que mejorar esto urgente).
Analizando mejor la idea: El futuro está en manos de la escuela, cabe preguntarse: ¿Podrá hacerlo la escuela sola? ¿Qué otra institución moldea más que ninguna a los ciudadanos del futuro? No hay dudas de que la familia es formadora de personas, no solo porque en ella transcurre nuestra primera etapa de la vida, sino por aspectos humanos, biológicos e identitarios innegables.
Ya lo decía en forma sumamente clara el Papa Juan Pablo II: “El futuro de la humanidad se forja en la familia”.
Claramente las familias están llamadas a ser las primeras educadoras y evangelizadores de sus hijos. En la familia podemos encontrar ejemplos de vida cristiana y transmitir valores vitales, sociales, culturales y religiosos.
¿Qué clase de formación y desarrollo tendría un niño sin familia de ningún tipo? Pensar en esa hipotética posibilidad causa horror. Sin embargo, la sociedad civil por momentos olvida esto. Si bien en todos los países, como en el nuestro, hay una ley que dice que los niños deben ir obligatoriamente a la escuela, no hay una que diga que obligatoriamente deben tener una familia que los cobije, cuide, acompañe y sostenga.
Cuidar a la familia como institución, es una necesidad urgente; la escuela puede ayudar con esta tarea.
Claramente las familias están llamadas a ser las primeras educadoras y evangelizadores de sus hijos. En la familia podemos encontrar ejemplos de vida cristiana y transmitir valores vitales, sociales, culturales y religiosos.
Familia institución
Muchos padres quizá nunca piensan que fundaron una institución cuando decidieron formar una familia, pero yo creo que sí. A mi escuela la fundó el Padre Luis Victoriano Dusso, y me permito decir “mi escuela”, porque fui alumno, más tarde docente, y actualmente directivo.
El Padre Dusso fue un ejemplo para nosotros: ejemplo de perseverancia, de fe, ejemplo de sacrificio. Un evangelizador, un educador a quien tuve la bendición de conocer y escuchar personalmente. Muchos de los que trabajan en nuestra escuela no lo conocieron, cada vez son menos los que vivieron esa época, pero sigue siendo igualmente un ejemplo para ellos,
muchos años después de su partida a la casa del Padre, gracias a los registros y testimonios de su legado.
Podemos decir, en forma similar, que los fundadores de cada familia son los padres; los chicos tienen la suerte de tener a los fundadores a mano, cerca. Qué bueno que también puedan decir de ellos que son evangelizadores, ejemplo, inspiración.
Fortalecer los lazos familia-escuela implica convocar a las familias a que acepten el compromiso para producir el gran cambio que supone trabajar en un mismo sentido, coincidiendo en el modelo educativo.
Que las familias acompañen a la escuela implica sentirse ambas instituciones en la misma vereda: aceptando el ideario y normativas de la Escuela nos paramos en la misma vereda; escuchando las necesidades y dificultades de las familias también nos paramos en la misma vereda.
¿Se imaginan mandar a los chicos a una escuela que tenga valores y normas opuestas a las que vivenciamos en la familia? ¿Qué produciría esto en los chicos?, o mejor dicho ¿Qué produce? porque claramente hoy existen contradicciones familia-escuela en cuanto al mensaje.
Son muchos los valores en común entre Escuela y Familia, en los cuales no pensamos y por los cuales podemos trabajar juntos: esfuerzo, solidaridad, respeto, espiritualidad cristiana, cuidado del medio ambiente, democracia y participación.
Muchas veces los directivos experimentamos soledad en las decisiones, en la gestión de situaciones complejas, en el empuje necesario para movilizar proyectos.
Los desafíos actuales de la gestión de una Escuela son excesivos y a veces abrumadores. Si los padres se paran en otra vereda, aún más.
Lo mismo imaginamos que le puede pasar a muchos padres. A veces los niños nos presentan desafíos que nunca habíamos imaginado. Nos superan.
Estamos en un mundo en constante cambio que también genera nuevos desafíos en forma permanente, y no existe la Familia que esté preparada para todos ellos.
El desafío de la violencia que aflora por todos lados, el consumismo que nos seduce en tener y tener, y trabajar más para tener más. Las drogas (no solo las ilegales) y la presión para consumirlas como una forma de estar a la moda, de estar relajados, de poder hacer todo lo que se espera que hagamos… Hay un mensaje de la sociedad ¿queremos que nuestros chicos adhieran a esto?
Y por supuesto, tanto escuela como familia pueden fallar. Una estrategia pedagógica mal implementada, una falta de experiencia para establecer vínculos, un clima áulico inapropiado, repercuten en el proceso de aprendizaje en la Escuela, producen secuelas que después se arrastran. No pocas veces los adultos les fallamos a los chicos, hay que reconocerlo.
Cuánto más las fallas se producen en la familia, pueden afectar el desarrollo: la violencia en las relaciones familiares, el abandono voluntario o involuntario por las exigencias de la vida diaria, las correcciones sin el amor necesario que dejan heridas para siempre (retos de mala manera, castigos impuestos más por la presión que sentimos que con una mirada a largo plazo).
Muchas equivocaciones cometemos ambas instituciones. Por suerte, también hacemos muchas otras cosas que son factores que protegen a nuestros chicos de esos errores de los adultos.
Fomentar la autoestima, enseñar con el ejemplo, respetar en el trato y los gestos, estar dispuestos a siempre seguir aprendiendo, y tantos otros factores valiosos que solo la familia y la escuela parecen ofrecer en el mundo de hoy. En resumen, tanto familia como escuela son quienes pueden ofrecer amor, amor puesto en acción a través de gestos simples, de presencias, de acompañamientos, escuchas, consejos…
Si no son familia y escuela, ¿qué otra institución? Los clubes, el apostolado, deben ocupar su lugar claramente… Pero ¿qué podemos esperar de los medios de comunicación en general, las redes sociales, las políticas ideologizadas, o el mercado, en cuanto a lo que pueden ofrecer a los chicos? ¿podrán brindar el mismo amor que la familia y la escuela?
Retejer lazos y tramas
Por todo esto que venimos reflexionando, y por lo crucial que significa para el futuro, es necesario renovar la alianza familia-escuela. Volver a tejer lazos.
¿Cómo tejer lazos familia-escuela? Reflexionando sobre estos temas, y reconociendo los aportes que cada uno puede hacer. La familia no se funda desarrollada y acabada, sino que tiene que ir creciendo a la par de los niños.
¿Dónde se aprende a ser padres de familia? ¿Se puede decir que no hay nada que aprender? ¿Se puede decir que los desafíos de hoy en día para la familia se pueden resolver solo con la buena intuición? ¿No hay nada que aprender como padres? ¿Nada que compartir?
Sentirse familias protagonistas es el primer paso, y la escuela puede ser un lugar de encuentro para crecer, compartir, formarse, enriquecerse, de manera de tener respuestas para nuestros chicos.
Un encuentro de familias, para ser efectivo, debe ser organizado, ordenado, orientado al bien de todos, de forma de asumir cada uno su parte; no un amontonamiento de familias, sino una comunidad de familias. De esta manera nos juntamos no solo exigiendo a la escuela como una empresa de servicios contratada. La educación no se resuelve con la lógica del mercado, no se compra maternidad o paternidad, no se compra amistad, no se compra solidaridad, no se
compra comunidad de amor, tampoco se compra educación, porque lo que buscamos en este proceso es cultivar una persona libre, preparada para ser feliz. Esto es algo que tiene otra dignidad, solo otras personas libres y felices pueden protagonizar ese proceso: Las personas que habitan sanamente la familia y la escuela.
Por eso en resumen podemos decir que la escuela necesita de la familia, necesita que la familia sea educadora en la misma dirección, orientada en valores, para esto la familia debe aprender, nutrirse, fortalecerse. La mejor forma de hacerlo es en red, con otras familias. Solo así las familias podrán colaborar con la escuela de forma eficaz.
Vivimos en la liminalidad: En el umbral. La sensación de que algo está por pasar. Ese futuro tan incierto en la actualidad, sólo puede verse con esperanza si trabajamos en conjunto y en un accionar enriquecedor, no sólo para un buen futuro, sino también para un presente mejor.
En el Colegio Ntra. Sra. de Lourdes funciona una secundaria orientada y una técnica con una matrícula de 1000 alumnos y enfrente se encuentra la primaria que tiene 1200 estudiantes. A ello hay que sumar todo el plantel de educadores.
Experiencia en la Escuela Técnica Lourdes
A partir de la convocatoria arquidiocesana, se realizó una reunión de padres delegados para proponer la formación de una unión de padres, o mejor dicho “unión de familias”. En la primera reunión se realizó una recorrida por todas las instalaciones de la Escuela mostrando fortalezas, logros, debilidades y carencias, que son trabajadas a partir de la gestión del Equipo Directivo. Muchos de los padres se asombraron por desconocer tanto lo bueno (instalaciones, producciones de alumnos) como lo malo (carencias, deterioro por falta de cuidados de los
propios alumnos).
El encuentro incluyó un momento pastoral reflexionando sobre una lectura del Evangelio, y un compartir final donde conocernos y mirar juntos hacia el futuro. Esta apertura despertó el interés en formar una institución de padres y se delinearon varios proyectos de participación para los próximos meses del año y un nuevo canal de comunicación con las familias. De esta forma nos encaminamos a cumplir varios de los compromisos del Pacto Educativo Global propuesto por el Papa Francisco:
● Poner a la persona en el centro. (familia y escuela mirando juntos a los alumnos, pensando la mejor forma de ayudarlos en esta etapa)
● Escuchar a las jóvenes generaciones. (familia y escuela escuchando juntos a los alumnos para entender su realidad)
● Promover a la Mujer. (mayoría de madres delegadas con mucha iniciativa y capacidad de aportar)
● Responsabilizar a la familia. (convocatoria a pensar el propio rol)
● Abrirse a la acogida. (abrir las puertas de la escuela y acompañar en las dificultades)
● Renovar la economía y la política. (fomentando la participación activa y fortaleciendo las instituciones)
● Cuidar la casa común. (construyendo nuestra casa entre todos, favorecemos el cuidado por la pertenencia)