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Novedades

El largo camino de la equidad

“Es necesario entrar en el mundo del feminismo para entender las corrientes que aportan a la igualdad y a la reciprocidad” sostiene Cecilia Sturla, Directora de la Escuela de Educación y del Instituto de la Familia y la Vida Juan Pablo II de la UCASAL. Como investigadora de estas temáticas, la educadora propone mirar “cuáles feminismos son válidos y cuáles no” como una contribución al diálogo con las próximas generaciones.

¿De qué hablamos cuando hablamos de feminismo? Este fenómeno que con frecuencia asociamos a mujeres desbocadas que se desnudan frente a la catedral y hacen desmanes o apoyan el aborto, se puede entender desde su propio proceso. 

La problemática existió desde siempre. En la antigüedad, Demócrito decía “que la mujer no se dedique a discurrir porque ello es detestable”. Pero contemporáneamente, el pensador Eurípides manifestaba: “en vano la censura contra las mujeres pulsa la lira de los hombres, cual errado disparo y mal se expresa: que ellas se mostraron mejores que los varones así lo afirmo”. Son dos miradas diferentes que conviven en una misma sociedad. Está presente en todos los órdenes y es parte de la historia.

A partir del siglo XX empiezan a aparecer las primeras cronologías femeninas para tratar de descubrir su papel. 

En este rescate comienzo por citar a Safo, una poetisa que Platón nombra seguido y llama la séptima musa de Grecia (siglo 7 AC). Y continúo con Aspacia, (400 – 470 AC) maestra de Sócrates en oratoria, según lo afirma la arqueología en algunos documentos. 

Pero la venida de Cristo muestra una mirada nueva sobre las mujeres. Su relación con ellas va en contra de la cultura dominante, ante todo, porque Él les habla en público. Se acerca a los niños, llora, no teme curarlas un sábado, ni teme que le laven los pies y lo perfumen, discurre con ellas, y las coloca en igualdad de condiciones. Cuando Jesús escribe en el piso y los varones quieren apedrear a una mujer por ser sorprendida en flagrante adulterio, Él les dice: el que esté libre de pecado… Esto es absolutamente revolucionario en su época. Él hace nuevas todas las leyes. 

¿Qué sucede después? El cristianismo tiene sus avatares:  Hipatía, una mujer que vivió del 370 al 400 después de Cristo, muere apedreada por ser científica. Más tarde, la Edad Media trae testimonios de la reina Leonor de Aquitania, o de Sor Hildegarda de Bingen, con obras teológicas, botánicas y medicinales; y Cristine de Pizan, filósofa y escritora francesa que le hace un escrito a Juana de Arco antes de su muerte por la Inquisición. Sabemos tan poco de ellas, como también de Isabel de Castilla. 

La situación cambia en la edad moderna. Tras los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, muchas mujeres pensaron que serían incluidas en este período de nacimiento de los Estados modernos. Pero Olympe de Gouges, escritora, filósofa francesa, autora de los derechos de la Mujer y de la Ciudadana, también murió guillotinada en 1793. Ella decía: “Si la mujer puede subir al cadalso, también se le debería reconocer el derecho de poder subir a la tribuna”.

En los años siguientes, John Locke, un gran ideólogo de las democracias modernas, sostuvo que, si bien padre y madre constituyen una sociedad, es necesario que el derecho de gobierno deba recaer en alguno de los dos, y añadía: “naturalmente recae en el hombre por ser el más capaz y el más fuerte”.

Cuando Jesús escribe en el piso y los varones quieren apedrear a una mujer por ser sorprendida en flagrante adulterio, Él les dice: el que esté libre de pecado… Esto es absolutamente revolucionario en su época. Él hace nuevas todas las leyes.

¿Qué sucede después? El cristianismo tiene sus avatares:  Hipatía, una mujer que vivió del 370 al 400 después de Cristo, muere apedreada por ser científica. Más tarde, la Edad Media trae testimonios de la reina Leonor de Aquitania, o de Sor Hildegarda de Bingen, con obras teológicas, botánicas y medicinales; y Cristine de Pizan, filósofa y escritora francesa que le hace un escrito a Juana de Arco antes de su muerte por la Inquisición. Sabemos tan poco de ellas, como también de Isabel de Castilla. 

La situación cambia en la edad moderna. Tras los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, muchas mujeres pensaron que serían incluidas en este período de nacimiento de los Estados modernos. Pero Olympe de Gouges, escritora, filósofa francesa, autora de los derechos de la Mujer y de la Ciudadana, también murió guillotinada en 1793. Ella decía: “Si la mujer puede subir al cadalso, también se le debería reconocer el derecho de poder subir a la tribuna”.

En los años siguientes, John Locke, un gran ideólogo de las democracias modernas, sostuvo que, si bien padre y madre constituyen una sociedad, es necesario que el derecho de gobierno deba recaer en alguno de los dos, y añadía: “naturalmente recae en el hombre por ser el más capaz y el más fuerte” 

Cuando uno encuentra estos textos muestra cómo se naturalizó la fuerza del varón. Entonces se hace necesario distinguir qué es lo natural y qué es cultural. 

A partir del siglo XIX todo cambia; John Stuart Smith escribe “La sujeción de las mujeres” primera obra del feminismo por los derechos civiles y hace tres grandes reclamos: de carácter económico, que hombres y mujeres ganen lo mismo, y que las mujeres puedan alcanzar las mismas profesiones que los varones. De carácter jurídico, igualdad de derechos civiles, porque la mujer no tenía derecho a la herencia y los hijos eran propiedad del marido. Y finalmente, los de carácter político, la posibilidad de elegir autoridades.

Pero ¿cuándo acceden al voto? El país pionero fue Nueva Zelanda en 1893, y el último fue Arabia Saudí en 2011. En la mayoría de los países musulmanes, las mujeres no tienen derecho a voto. Y cuando hablamos de derechos conquistados, todavía hay mujeres en el planeta a las que se les niega lo más básico, por ejemplo, estudiar.

El feminismo de la primera ola puso sobre la mesa los derechos civiles de las mujeres.

Pero a medida que la mujer fue logrando tener paridad en estas cuestiones, comienza la segunda ola del feminismo que es el llamado feminismo de la igualdad. En 1949, Simón de Beauvoir, va a escribir “El segundo sexo”, sosteniendo la tesis de que la historia escrita por varones hizo que la mujer sea siempre el sexo débil, y ella va a atribuir esta debilidad a su naturaleza: porque tiene útero y engendra hijos, lo cual le impide progresar. Beauvoir plantea que todo está organizado en función de los hijos, por lo tanto, la mujer pierde su autonomía. El hombre tiene una ilimitada libertad, pero la mujer no. Ella tiene el estigma de quedarse embarazada, y eso frena la capacidad de seguir con su vocación.

La solución del feminismo de la igualdad es que, si quiero ser igual al varón, entonces tengo que rechazar la naturaleza femenina. Esto significa que tengo derecho sobre mi propio cuerpo. Justo comienza el desarrollo de las píldoras anticonceptivas, la contracepción, y el planteamiento del aborto: el hijo que deja de ser un don. Beauvoir tiene frases muy fuertes. Todo se complica porque en paralelo al feminismo de la igualdad, la mujer accede a los derechos civiles, pero renunciando a su condición de mujer. 

Alrededor de la década de los ‘80, nace el feminismo de la diferencia que consiste en resaltar las cualidades femeninas. ¿por qué si, por ejemplo, quiero ser CEO de una empresa, tengo que renunciar a ser madre o a una familia? ¿Por qué no renuncia el varón? En el fondo, en el feminismo de la diferencia, va a oscilar entre dos extremos: La mujer es ontológicamente diferente al varón y lo que tenemos que resaltar son las cualidades femeninas, en desmedro de las cualidades masculinas. Así comienza el ciclo de la mujer empoderada que quiere rescatar las cualidades femeninas a costa de las cualidades masculinas. O podemos resaltar las diferencias prescindiendo de los varones, argumentando, por ejemplo, que ellos fueron los culpables de las últimas guerras mundiales.

Durante el feminismo de la tercera ola se empieza a hablar también de ecología resaltando que la tierra es madre, y a exaltar las virtudes femeninas. Aparecen autoras ideologizadas como Nancy Frazer, una filósofa de izquierda norteamericana que en 1979 dice que “si las mujeres de la segunda ola quisieron eliminar las diferencias con respecto a la lógica masculina, lo hicieron desde el mismo lugar masculino”. Empezamos con otra etapa que es la del reclamo del trabajo reproductivo y doméstico. Las mujeres plantean su incorporación a la sociedad civil sin tener que renunciar a la familia y quieren que las instituciones y el mundo del trabajo esté preparado para una igualdad: Las mujeres tienen hijos y tienen que conciliar este tema con su profesión. Este feminismo de la tercera ola está imbuido por la nueva izquierda y plantea la provisión de servicios públicos sociales, cuidado de la infancia y servicios públicos de salud. 

El final de las tres olas feministas

A fines de los ‘90 surge el concepto de género. El Congreso Internacional de Mujeres en Beijing establece que género “son las construcciones sociales y culturales que se hacen alrededor de lo femenino”. Una cosa es el sexo biológico, toda la parte genética que conforma lo masculino y lo femenino, y, otra cosa es lo que se dice culturalmente para distinguir lo masculino, o lo femenino. 

Se trata de una mirada cultural que se ha naturalizado; y son las mujeres quienes van a tratar de distinguir los estereotipos de género, por ejemplo, siendo leídas de manera diferente a cómo fue leída mi abuela que no tuvo acceso a la universidad. Lo cultural va cambiando, pero la naturaleza biológica no.

El concepto de género facilita una categoría de análisis y nos dice que la construcción de la mujer es histórica, cultural y moldeable de acuerdo con cada época y lugar. Pero ¿desde dónde hablamos de género? Porque de ahí surge la cuarta ola de feminismo, que más que ola es un tsunami: sostiene que género y el sexo son construcciones culturales, la mujer no nace – se hace -. Algunos lo identifican como ideología de género.

En definitiva: ¿Cuál puede ser una sociedad igualitaria entre varones y mujeres? Cuando la fuerza masculina o femenina se equilibran, y varón y mujer forman un equipo. Y si pensamos desde una perspectiva de familia, todo se equilibra más. Pienso que sobre esta hipótesis pueden nacer muchas políticas públicas. 

“Soy femenina o soy feminista” dice Edith Stein, también conocida como Teresa Benedicta de la Cruz, una filósofa del siglo XX, judía conversa que entra al Carmelo y muere bajo el régimen nazi. Sus escritos son famosos, ella sufrió en carne propia ser mujer y no la dejaban dar clases en la universidad. 

Entonces escribió: “Como configuración anímica de la mujer he destacado la maternidad. No está vinculada a la maternidad corporal. No debemos separarnos de esta maternidad, estemos donde estemos. La enfermedad de la época se debe a que ya no hay maternidad”.

Otra frase: “La mujer puede hacer todo lo que el varón hace, pero lo importante no es el rol que ocupa o la función de la mujer, sino que a todo lugar donde ella vaya lleve su ser de mujer; y luche por esas cualidades femeninas, y si lucha por estas cualidades se convierte claramente en una feminista. Entendiendo el feminismo como una corriente filosófica que va a querer luchar por la igualdad entre las mujeres y los varones, que como ven no es fácil y sigue sin ser fácil la igualdad de oportunidades y derechos”.

Una conclusión

Es necesario entrar en el mundo del feminismo para entender las corrientes que aportan a la igualdad y a la reciprocidad.

No solamente es necesario: es una obligación. Sobre todo para las próximas generaciones.

Debemos revisar la formación de las mujeres, pero también de los varones, y reacomodar la mirada con los elementos de la época actual. Porque la irrupción al mundo del trabajo de las mujeres reconfiguró el mapa de la familia. Y en este sentido, las nuevas generaciones nos están empujando desde atrás, ellas nos están reclamando lucidez, no tozudez. No se puede decir que todos los feminismos son iguales, lo acabamos de ver. Y al adentrarnos en este mundo podemos decir qué feminismos son válidos y cuáles no.

Cecilia Sturla

Síntesis de una intervención en el Congreso Internacional de la Obra de Familias de Schoenstatt. Paraguay 2023 ¿Femenina o feminista? Ante las corrientes que distorsionan la imagen de la mujer pensada por Dios.

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