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Novedades

Renovar la pasión educativa

 El Papa Francisco sostiene que el pacto educativo comienza con estos temas: “la centralidad de la persona” y “escuchar a las nuevas generaciones”. Entonces, “¿Cómo articular estas dimensiones en una práctica escolar? ¿Qué pasos dar para que no queden en formulaciones estéticamente admirables y efectivamente vacías?” José Luis Gerlero, Director General y Representante Legal del Colegio Nuestra Señora de la Paz, abre con estas preguntas una reflexión para estos tiempos, considerando “la necesidad de volver a tomar conciencia de que la enseñanza necesita interioridad”.

En el mensaje de lanzamiento del Pacto Educativo, en septiembre de 2019, el Papa Francisco nos invitaba a renovar la pasión educativa y destacaba tres aspectos a considerar: Escucha paciente, diálogo constructivo y mutua comprensión. 

Asimismo, de los siete ejes propuestos por Francisco, hay dos en los que quisiera detenerme y estos son: La centralidad de la persona y Escuchar a las nuevas generaciones. ¿Cómo articular estas dimensiones en una práctica escolar? ¿Qué pasos dar para que no queden en formulaciones estéticamente admirables y efectivamente vacías? Una vez más nos encontramos frente a la responsabilidad personal, la dimensión actitudinal y el propio convencimiento, frente a la necesidad de volver a tomar conciencia de que la enseñanza necesita interioridad. Cuando hay vida interior existe la posibilidad de irradiar, que es el resultado de una presencia personal con sentido. 

No podemos ignorar que aún nos encontramos en un tiempo de post-pandemia y que la realidad vincular en las escuelas manifiesta un abanico de dificultades con sus particularidades hacia los alumnos, los docentes y las familias. Si a esto le sumamos los contextos socio-económicos del presente y el cansancio de los equipos directivos en años de gestión de trinchera, se nos presenta un panorama que nos genera mucha impotencia.  En este contexto, nos ayuda volver a escuchar la voz del Señor, que una y otra vez nos dice: “Tranquilícense, soy yo; no teman” (Mt. 14,27).

¿Cómo seguir?

En muchas circunstancias nos preocupamos en exceso y sostenemos luchas estériles al querer que las cosas sean de otra manera; es en esos momentos cuando hemos de tomar conciencia que hay que cultivar y cambiar al luchador. Francisco nos señala dos ejes para comenzar: 

 Centralidad de la persona: Hemos escuchado hasta el hartazgo la importancia de la persona como núcleo central del proceso educativo, pero no siempre estamos dispuestos a aceptar la realidad en su infinita diversidad. “La persona”, son las diversas personas que nos cruzamos a diario con sus puntos de vista, intenciones, capacidades y límites, compromisos y desintereses, problemáticas y aportes. Esta centralidad requiere en primer lugar considerar al universo del otro en tanto otro y no absolutizar nuestra perspectiva. ¿Me enojan o inquietan las personas reales o las ideales?

Escuchar a las nuevas generaciones: Siempre las nuevas generaciones nos cuestionan y remueven esquemas y concepciones en las que nos encontramos seguros. La dinámica generacional tiene un ritmo acelerado que requiere una escuela que acompañe, con lo cual las concepciones rígidas no pueden dar respuestas. Lo primero es la apertura atenta y comprensiva de una realidad que dista de la nuestra. ¿Contamos con ingredientes varios o recetas predeterminadas?

En muchas circunstancias nos preocupamos en exceso y sostenemos luchas estériles al querer que las cosas sean de otra manera; es en esos momentos cuando hemos de tomar conciencia que hay que cultivar y cambiar al luchador.

¿Con qué herramientas?

Como ya dijimos, el Papa nos brinda en su discurso inaugural tres pistas:

Escucha paciente: Escuchar es predisponerse a validar el discurso del otro, sin interrupciones ni intervenciones apresuradas, sin prejuzgar, permitiendo desarrollar ideas y miradas hasta el final. Por lo general Invalidamos o Convalidamos antes de escuchar totalmente. No puede haber escucha sin reconocer y aceptar nuestros prejuicios y nuestros propios límites. ¿Somos conscientes del paradigma de nuestra escucha, de nuestro propio “desde dónde”?

Diálogo constructivo: Al diálogo lo declamamos, lo ensalzamos, no queda por fuera de ninguno de nuestros documentos o propuestas, pero hemos de aceptar que no lo ejercemos. Por lo general llamamos diálogo a la exigencia de aceptación incondicional por parte del otro de lo que decimos. Para dialogar es necesaria la conversión propia y la búsqueda en común de la verdad, y sólo así podrá ser constructivo. En una discusión o debate ¿Busco la verdad o busco imponerme? 

Mutua comprensión: No podemos garantizar la comprensión del otro, pero sí trabajar sobre nuestra capacidad de comprender, y el ejercicio propio despierta el ajeno. Comprender no significa estar de acuerdo, pero sí predisponerse a tomar en cuenta las razones expuestas y considerarlas. ¿“Doy” lugar al otro o “reconozco” el lugar del otro?

¿Desde dónde?

Aquí nos encontramos en el punto más álgido y difícil, que es el de la Pasión Educativa. No se adquiere, no se compra y me animo a decir que tampoco se trabaja mucho, es algo con lo que se cuenta y, si se tuvo, es pasible de recuperación, volviendo a conectar con esas fibras íntimas que nos impulsaron a ser educadores. Un verdadero educador no puede sino educar, eso es una pasión, aquello que nos toma de tal manera que no podemos no hacer. En tiempos difíciles, sólo la pasión puede motorizar lo que se cree apagado. La pérdida de pasión afecta la vida misma, por ello es indispensable su recuperación, no se restringe a una profesión sino al sentido vital. 

Un verdadero educador no puede sino educar, eso es una pasión, aquello que nos toma de tal manera que no podemos no hacer. En tiempos difíciles, sólo la pasión puede motorizar lo que se cree apagado.

Preguntas para el camino

No hay mejor reflexión que la contextualizada, cada colegio es un mini-universo y, más allá de que existan problemáticas comunes, hay pinceladas y colores propios, carismas y ambientes, estilos y perspectivas que marcan significativas diferencias. Así acompaña y sopla el Espíritu, por ello les propongo poder ahondar desde lo propio y acerco unas preguntas orientadoras, simples señalizaciones como excusa para ponerse a andar. 

  • ¿Cuáles fueron las razones de mi elección docente?
  • ¿Cómo se encuentran hoy esas razones?
  • De las siguientes afirmaciones ¿Cuáles me resultan más paradigmáticas? ¿Qué problemáticas dejan entrever? 

 – La educación ya no es lo que era.

– Antes al docente y a la escuela se los respetaba. 

– A los jóvenes no les interesa nada. 

– El compromiso docente ya no existe. 

– Los padres quieren una escuela a la carta. 

– No se puede gestionar sin herramientas de intervención. 

– Para muchos la escuela es una guardería y nada más. 

– Encima de que no hay problemas, ahora con las cuestiones de género. 

– Son todos derechos y ninguna obligación. 

– Una escuela inclusiva antes no se podía pensar. 

– No veo la hora de jubilarme.

– Uno se desloma y las nuevas generaciones faltan por cualquier cosa. 

– No podes ni hablar que se piden una licencia. 

– Hoy el desafío es trabajar con la diversidad.

– No alcanza que nos conformemos transmitiendo valores.

– Las nuevas generaciones tienen mayor conciencia ecológica.

– Ya no hay familia. 

  • Elaborar una lista de opciones que sean la contracara de lo aquí expresado. 
  •  ¿Sabemos qué aspectos de la escuela consideran valiosos nuestros alumnos, o los suponemos?
  • ¿Nos detuvimos a escuchar sus planteos?
  • ¿Cómo articular la escucha, la flexibilidad y los puntos de vista con los principios fundamentales de la fe? ¿Qué cambia y qué permanece?
  • Cuál es la línea divisoria entre una familia participativa y otra que nos dice lo que tenemos que hacer?

Final para un comienzo

Las relaciones humanas se cultivan y en momentos de cansancio podemos caer en una imagen más sartreana en donde el otro es el infierno, volver a lo dicho por Hobbes de que el hombre es el lobo del hombre y así abonar nuestra decepción por la humanidad, o bien renovar nuestra pasión con la fuerza del Evangelio, confiar en que no estamos solos y reconocer que en nuestras escuelas y aulas hay muchos hambrientos para dar de comer, sedientos para dar de beber, forasteros que alojar, desnudos que vestir, enfermos y presos que visitar (Mt. 25,31ss) ¿Podríamos ser docentes samaritanos en medio de tanto dolor?

Fuente: José Luis Gerlero cuenta con amplia experiencia en el campo humanístico. Es Lic. en Ciencias sociales con orientación en Educación (UNQ); Bachiller superior en Teología y Filosofía por la UCA y en Educación sexual (F. de Medicina UBA). Tiene un amplio recorrido en ámbitos de la educación media, tanto en docencia como en gestión. Es autor de varias publicaciones y entre ellas se destaca: “De la velocidad a la serenidad” que desarrolla en talleres de formación y profundización en las áreas educativa y empresarial-organizacional. 


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