En este mes en que cumplimos 98 años de vida que recordáramos el pasado 9 de junio (https://consudec.org/wp/2023/06/09/98-anos-de-vida-fecunda/), el desafío y la responsabilidad es seguir profundizando respecto de los desafíos que este tiempo nos presenta.
El Papa Francisco nos ha regalado una guía clara sobre en qué debemos profundizar, al proponernos, en el Pacto Global Educativo ,7 líneas de acción.
Sin embrago, estas propuestas pueden quedar solo en un grupo de frases bonitas, o como alguna vez he compartido en alguna presentación podríamos caer en la “tentación del joven rico” de pensar que “todo esto lo hemos realizado siempre” y no estar dispuestos a dar un paso más.
Para que lo que el Papa nos propone se haga presente en nuestras aulas debemos identificar aquello a cambiar en nuestras prácticas institucionales y nuestras prácticas docentes, sino será letra muerta. Si queremos realmente generar un cambio que nos permita mejorar la educación necesitamos volver a mirarnos a nosotros mismos, nuestras instituciones, nuestras estrategias didácticas, nuestras propuestas pedagógicas y confrontarlas con estos 7 desafíos.
En esta línea, les proponemos reflexionar en este número principalmente sobre “la centralidad de la persona”. Queremos ahondar sobre este desafío, ¿Qué cosas debemos reforzar?, ¿Qué propuestas debemos profundizar? ¿Qué prácticas debemos cambiar?, ¿Qué debemos renovar?, ¿Qué nuevos proyectos debemos emprender?, ¿Qué nuevas maneras de enseñar y aprender se nos imponen este tiempo?
Para que esta reflexión no sea teórica o de laboratorio requiere partir de una escucha activa, tanto de lo que nuestros estudiantes tienen para decir, como de las familias y de los demás docentes, que nos permita una nueva mirada sobre lo que hacemos; una mirada crítica y constructiva, limpia de prejuicios y preconceptos. La escucha es el primer paso para que esta centralidad de la persona sea posible, para luego pasar al discernimiento y la propuesta de acción concreta.
Ser discípulos misioneros en la realidad de hoy de nuestras comunidades es el mayor de los desafíos y esto requiere de nosotros un compromiso con aquello que enseñamos. Una educación centrada en la persona necesita de la audacia de ser fieles a la vocación y misión a la que hemos sido llamados.