Hay una frase que seguramente escuchamos decir en estos tiempos de la pospandemia: “Las tecnologías reemplazarán a los profesores”; ¿Será esto así?, ¿Somos los docentes fáciles de reemplazar?, ¿O será necesario reemplazar, en cambio, la manera en que los docentes tenemos de relacionarnos con la tecnología?
Relacionada con estos interrogantes encontramos la cuestión referida a si el uso de las TIC se realiza como un mero soporte casual o genérico, o es un uso didáctico que incluye aspectos pedagógicos y no sólo instrumentales. En todos los casos, este proceso de inclusión didáctico de las TIC se presenta como un proceso en construcción que va creciendo en las prácticas docentes, especialmente por la exigencia del contexto de aislamiento; lo importante es reconocer que este viraje del uso sólo experimental a uno didáctico, sea asumido como una necesidad que nos lleva a estar atentos a las diferentes implicancias pedagógicas y didácticas que tiene cada herramienta digital.
Este progreso paulatino se debe a que se va aprendiendo de acuerdo a las necesidades que aparecen o a matrices de la formación docente inicial de los profesores que despiertan ciertas resistencias, porque no incluyeron aspectos tecnológicos. Es por esto que existe una primera utilización, y la más generalizada, de estos recursos como meros soportes para luego avanzar en la concepción de que la implementación de las TIC en educación no se reduce sólo al empleo de un recurso tecnológico, sino que es un proceso mucho más profundo, donde el mismo recurso está en función de un determinado objetivo propuesto dentro de la planificación didáctica; no es únicamente una cuestión instrumental, sino que responde a una lógica integrada, variada y diversa.
En este sentido, es muy importante el análisis referido a la capacitación docente en TIC para su aplicación pedagógica en la formación docente inicial. La primera constante que aparece es que la capacitación recibida es insuficiente, pero se reconocen avances y abundancia de ofertas formativas, gratuitas o pagas (diplomaturas, especializaciones, carreras de grado y posgrados), desde el Estado provincial y nacional, y también desde empresas privadas. Además, se enuncian las múltiples plataformas del Ministerio de Educación de la Nación, que ponen la tecnología al servicio de la educación (Educar, Juana Manso, INFOD, Canal Encuentro, etc.) y de diferentes propuestas provinciales.
Dentro de las limitaciones que se describen en referencia a las capacitaciones, se expresa que no deben desarrollar tan solo contenidos sobre el uso de estos nuevos recursos, sino que también deben brindar el espacio necesario para un replanteo sobre las habilidades y capacidades que hay que promover en los estudiantes como futuros formadores de niños y jóvenes que se desenvuelven activamente en entornos digitales, lo que implica un cambio significativo en las subjetividades de las nuevas generaciones, es decir, en su manera de ser y estar en el mundo.
Es necesario que los trayectos de capacitación trabajen sobre las matrices de representación de los docentes, que muchas veces dificultan pensar, planificar y ejecutar propuestas pedagógicas que utilicen las TIC con fines didácticos. En la formación docente inicial se propone que tengan otro protagonismo dentro de los campos de formación, desde el general hasta el específico, atravesando todos los años de las carreras con una mayor carga horaria.
Esta capacitación ayudará a un mejor aprovechamiento de estos recursos, ya que permitirá trabajar con propuestas didácticas específicas e intercambiar diversas experiencias de prácticas docentes.
Los estudiantes perciben que algunos docentes innovaron sus clases utilizando herramientas tecnológicas; otros, sin embargo, se basaron en recursos básicos o mostraron resistencia. Su actitud ante la avasallante tecnología es diversa, “la necesidad de la utilización de las TIC debido al contexto de pandemia fue como un tsunami, tanto para los educadores como para los educandos, y el trabajo se duplicó: preparar una clase, planificar una secuencia pedagógica o abordar algún tema desde una situación de aislamiento y distancia social implicó un gran desafío y un esfuerzo que muchos se negaron a tomar”.
Gestionar una clase desde la virtualidad supone un mayor esfuerzo de planificación y ejecución, por lo que en su implementación se refleja la disparidad de conocimientos entre docentes y entre docentes y estudiantes. Algunos innovaron y lograron enriquecer los procesos; otros usaron recursos básicos y de manera repetitiva. Además, todavía podemos encontrar percepciones sobre las TIC como distractores de la enseñanza, más que como un valioso recurso didáctico, o que pueden generar conductas que favorecen el facilismo.
También aparecen reiteradas referencias a la disparidad en el conocimiento y uso de los recursos digitales: “algunos docentes tenían menos conocimiento que otros sobre las TIC y nos preguntaban qué aplicaciones usaban los profesores con más experticia”. En esta cita de un estudiante encontramos un aspecto interesante de análisis: el proceso de retroalimentación entre los diferentes actores institucionales; aprender juntos y compartir conocimientos. Cada docente tuvo su propio criterio respecto al uso de las TIC, pero en este contexto de pandemia, la predisposición y la mirada sobre ellas se transformó de una manera increíble y enriquecedora, tanto individual como colectivamente, para responder asertivamente a una demanda inesperada.
El uso didáctico – pedagógico de las TIC es un proceso en construcción que va creciendo en las propuestas de enseñanza, pasando de un uso experimental u opcional a uno integrado y permanente en las prácticas educativas. Esto exige construir una nueva lógica de enseñanza que reconozca al nuevo sujeto de aprendizaje y que rompa con matrices de representación que se forjaron en procesos de formación docente que no contemplaron a las nuevas tecnologías. Para alcanzar estos objetivos es necesaria una capacitación que vaya más allá de sólo aprender el uso instrumental de los recursos digitales.