El santoral de mayo trae la memoria del sacerdote Don Orione, quien dejó una profunda huella en Argentina. Laicos, religiosos y voluntarios trabajan en su obra La Divina Providencia recordando su mensaje, también para educadores.
Don Luis Orione (1872 -1940) es el cuarto hijo de una familia italiana muy humilde, que de alguna manera supo dotarlo de una mirada especial sobre la pobreza y las distintas carencias de los niños que atraviesan esta situación.
Sacerdote hijo de Don Bosco, con el correr de los años y las obras que fundó, señalaba a sus seguidores cuál es la clave para formar el corazón infantil: “contarles la vida de Jesús en forma simple y agradable”.
Entonces hablaba de “narrar el humilde nacimiento, las obras y milagros del Señor: exponer con la simplicidad del Evangelio sus parábolas: repetir esas comparaciones tan naturales, y al mismo tiempo, bello de tanta ingenua y suave poesía: recordar aquella muerte, llena de tanto dolor y de tanto amor; cuánto bien hace al corazón y también a la mente de los niños.
Y un poco de bien, digamos, nos lo hace también a nosotros, ya adultos.
Nada beneficiará más para hacer amar y seguir a Jesús, que hacerlo conocer.
Nada más, práctica y eficazmente, ayudará a educar en el honesto vivir cristiano y civil a los adolescentes que edificar, con mano suave, la vida moral, religiosa, y civil sobre aquella piedra maestra y angular que es Cristo: ‘Esa roca era Cristo’, ha dicho Pablo”.
Otra carta a los docentes
“Que nuestros alumnos vean en nosotros intenso afán por su verdadero bien, de un porvenir mejor para ellos; vean que somos puntuales, y aprenderán a serlo; que vean en nosotros diligencia, amabilidad, mucha educación, seriedad – nada de liviandades – actividad solícita, junto con dulzura; eficacia, trabajo; que vean que estudiamos, y estudiarán.
¡Si el profesor no se hace esperar, da ejemplo de precisa diligencia a sus alumnos! ¡Si ven que prepara las clases, que siempre está preparado, ellos, a su vez, no perderán tiempo! ¿Quién es el que construye, crea, la escuela? ¡El Maestro! ¿Quién forma a los alumnos? ¡El ejemplo del maestro! ¿De quién dependen los resultados de la escuela? En gran medida del maestro. Los jóvenes se fijan más en el ejemplo del profesor, que en sus palabras: es siempre cierto aquello de que “las palabras influyen, pero los ejemplos arrastran”.
Don Orione fundó la primera obra de la Misericordia en Italia y ayudó a chicos sin recursos para poder estudiar. En 1915 comenzó con los “cottolengos”, hogares en donde albergar y asistir a personas con distintas discapacidades. Y a cada uno que abría lo llamaba “Pequeño Cottolengo” en honor a otro gran santo italiano, José Benito Cottolengo, quien creó años antes la precursora «La Pequeña Casa de la Divina Providencia». Esta obra fue dedicada a niños y mayores, y enfermos, como así también a ancianos y a toda persona desamparada sin techo.
El homenaje de Don Orione es tan grande que convierte su apellido en el espíritu de una forma cristiana de cuidar, proteger e intentar sanar a los más desprotegidos y desamparados.
Él llegó a Latinoamérica en dos oportunidades y pasó aquí mucho tiempo. En el año 1921 y el 1922 fue su primera estadía; y en el año 1934 hasta el 1937, la segunda. En ambos viajes vivió en Argentina y también en Brasil, Chile y Uruguay, generando en América del Sur una obra regional de enorme potencia, similar a lo que ocurre en más de 30 países del mundo, entre ellos Asia, África, América y Europa.
Es muy especial para Don Orione su encuentro con la Virgen de Luján, en la maravillosa Basílica de la ciudad bonaerense. Su primer encuentro fue el 16 de noviembre de 1921, donde pasó largo tiempo en oración y dio una Misa, cosa que repitió en 1922. Pero el 1 de abril de 1935, al cumplirse los 40 años de su ordenación sacerdotal, San Luis Orione eligió para la celebración, dar la Misa y comulgar frente a la Virgen que se quiso quedar, en el Santuario.
Fuente: donorione.org.ar