Recientemente realizamos en San Miguel de Tucumán, un nuevo encuentro del Pacto Educativo Argentino en el que propusimos un dialogo sobre la educación y la tecnología. En línea con dicho encuentro quisimos acompañar la reflexión desde nuestra revista para poder profundizar en los desafíos a que nos enfrenta la incorporación de la tecnología en el aula.
Fue muy interesante escuchar como quienes hablaban desde la tecnología, sin embargo, compartían la necesidad de la formación en las habilidades blandas como determinante en la formación de los estudiantes: el espíritu crítico, la proactividad, la creatividad, el trabajo en equipo, resultan hoy más que antes necesarios en un mundo donde el conocimiento cambia vertiginosamente, se encuentra globalizado y al acceso de muchos. No quiero decir de todos, porque ciertamente el acceso a la tecnología no es hoy un acceso universalizado, muchos estudiantes que concurren a nuestras escuelas no tienen los medios ni la infraestructura necesaria para que esto sea posible, la conectividad sigue siendo hoy una deuda en muchos lugares de nuestro país. Esto se ha visibilizado claramente durante la pandemia, donde los docentes debieron aprender, diseñar y crear distintas formas de llegar a los estudiantes enfrentando las limitaciones propias y comunitarias.
En la jornada que compartimos en Tucumán, quizás la voz para disruptiva fue la de los estudiantes (los invito a mirar luego la filmación del encuentro en la página del pacto educativo argentino www.pactoeducativoargentino.com.ar). Con la frescura propia de quien es capaz de decir las cosas sin filtro, se preguntaban porque algunos docentes cuando volvieron al aula olvidaron lo que habían aprendido en la virtualidad, nutriendo la presencialidad con nuevas estrategias.
Hoy como siempre, resuena la pregunta que se hace una de las autoras de los artículos que les proponemos en esta edición: ¿Cómo generamos experiencias que dejen huella y que tengan sentido para los niños y los jóvenes que habitan la escuela? Esto no lo puede resolver la tecnología, sino que es tarea del docente que, en un trabajo personalizado y personalizante, diseña la estrategia de intervención para cada grupo de alumnos, proponiendo aprendizajes significativos y generando los andamiajes necesarios para que puedan desarrollar los nuevos saberes. La tecnología es un instrumento que debemos incorporar en nuestra tarea cotidiana porque hoy es el lenguaje que manejan nuestros niños y jóvenes.
Ante el avance de la tecnología el desafío es generar preguntas más que buscar respuestas, que primero google y hoy el chat GPT nos dan con facilidad; es enseñar a aprender, a pensar, a cuestionarse, a buscar la verdad en un mundo sumido en la relativización.
La incorporación de la tecnología en la vida de nuestros estudiantes nos impulsa a repensar nuestro propio rol docente. Es importante plantearnos en que debemos cambiar y que resulta esencial que sigamos fortaleciendo. Debemos formar a quienes deberán desarrollar su vida en el Siglo XXI, con docentes formados en el Siglo XX, en una escuela pensada en el Siglo XIX. Grande es el desafío, pero también enorme es el horizonte que se nos abre para incorporar nuevos saberes y nuevos estilos docentes que permitan dar respuesta a la realidad de un futuro que ya se ha hecho presente. Animémonos a recorrer este camino.
