Este año celebramos en la Argentina 40 años del restablecimiento de la democracia en nuestro país. Que mejor manera para celebrar este acontecimiento que hacerlo en un año donde iremos nuevamente a las urnas para elegir a nuestros representantes.
Sin embargo, la realidad que vivimos puede, en algunos casos, sumirnos en un descrédito de la política y del sistema democrático como herramienta para dar respuesta a las necesidades de nuestro pueblo. Ante esto, muchos parecen alentar la tentación de romper con el sistema como una supuesta manera de “sanearlo”.
En estos momentos, más que nunca debemos volver a sembrar los valores fundantes del sistema democrático y la escuela es un lugar privilegiado para ayudar a sostenerlo y mejorarlo.
Ante la situación actual podemos asumir una posición de poner el problema en los otros, los dirigentes políticos, los gobernantes, los partidos, el oficialismo, la oposición, o hacernos cargo de nuestro “círculo de influencia” y generar los cambios que nosotros podemos producir.
Como docentes tenemos la posibilidad de fomentar en nuestros estudiantes el espíritu crítico para que no terminen adhiriendo sin más a slogans o posicionamientos que no tienen sustento alguno o que, disfrazados de innovadores, no hacen más que retrotraernos a situaciones que ya hemos vivido y que nos costó mucho revertir. Recientemente al presentar el libro “La Verdad os hará libres” uno de los autores recordaba lo expresado en el número 249 del Fratelli Tutti “Nunca se avanza sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa”.
Para algunos hoy la política es mala palabra y la vinculan con corrupción, internismos, intereses particulares e ineficiencia para dar respuesta a las necesidades de la gente. Ante esta realidad, nos toca a nosotros mostrar la importancia de la participación, lo valioso de hacerse cargo de la cosa pública con espíritu de servicio y con el objetivo del bien común, que es posible y que hay quienes han encarnado estos valores a lo largo de nuestra historia.
El Papa Francisco nos recuerda que “Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer” (Fratelli Tutti, 277)
El desafío es hoy aún mayor, necesitamos reconstruir también en este ámbito la fraternidad. Nosotros somos parte de ese cambio, no nos cansemos de sembrar.