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Novedades

El maestro Francisco

“Francisco propone una escuela que vaya más allá de los límites geográficos, de sus muros y sus paredes… ella nos rebasa para una realidad circundante, para el mundo y para la transcendencia”. En este número especial, el padre Juan Manuel Ribeiro, secretario de la Comisión de Educación del Episcopado, introduce y aborda junto a otros colaboradores las claves de un momento histórico, el del Pontífice Argentino, Jesuita y Latinoamericano, apasionado por la educación.   

Este mes estamos celebrando los diez años de pontificado del Papa Francisco. Tuve la gracia de haber transitado todos mis años de formación sacerdotal y mis primeros siete años de sacerdote siendo el Cardenal Bergoglio mi arzobispo. Puede leer en su vida a un padre, maestro y sacerdote ejemplar que estaba muy preocupado por la coherencia de vida en consonancia con el Evangelio. 

En sus primeros meses de papado, cuando asombraba al mundo con su sencillez, sus propuestas y sus neologismos muy porteños, pude ver cómo estaba llevando al mundo y a la Iglesia aquello que nos enseñó en Buenos Aires. 

Francisco era un apasionado por la educación y la docencia. Recuerdo que nos decía, entre otras cosas: no llamamos Instituto a nuestras escuelas, no dejemos de llamarlas por ese nombre tan lindo “escuelas”. 

No sólo acompañó a sacerdotes, directivos y docentes, sino a las familias de las escuelas, dándoles consejos tan sencillos a los padres como que no dejen de “jugar con sus hijos y perder el tiempo con ellos”. Todo lo que enseñaba estaba atravesado por la cultura del encuentro. Ese es un eje vertebrador de su pensamiento educativo, que conlleva una educación que invita a la persona a trascender más allá de su yo y del exitismo personal.  

El Papa Francisco tiene muchas cualidades, pero una esencial para todo maestro: es un gran didacta y comunicador. Cada vez que se dirigía a la gente como arzobispo y como pontífice hacía del momento un “evento comunicativo” donde quien lo escuchaba se sentía parte y se llevaba siempre una enseñanza para la vida. 

Francisco propone una escuela que vaya más allá de los límites geográficos, de sus muros y sus paredes; la escuela no se permite quedar reducida a estas limitaciones, ella nos rebasa para una realidad circundante, para el mundo y para la transcendencia. 

Por ello, para Francisco “no existe la educación estática” y por esto entiende que la educación “es un acto de esperanza y solidaridad generacional”, es decir, la educación me lleva al dinamismo del amor que arranca la persona de su mismidad y la abre al otro con minúscula y con mayúscula. 

El Papa entiende que la educación es un acto de esperanza porque es siempre una siembra a largo plazo donde el acento está puesto en los procesos y no en la lógica resultadista. La virtud teologal en el ámbito educativo ayuda a romper ese círculo vicioso del escepticismo, de la increencia, de la cristalización de concepciones y actitudes contrarias a la dignidad del ser humano. Nos ayuda a superar dos grandes males de nuestra cultura, la indiferencia y el descarte.

Por esto, para Francisco la calidad educativa no se da por los resultados de las pruebas estandarizadas de contenidos, sino cuando se crea una conciencia capaz de proteger nuestro hogar común y fomentar la fraternidad humana. De ahí su propuesta de una cultura del encuentro y de una red de escuelas que expresen la unidad y la diversidad. 

El Papa rechaza la hegemonía de los contenidos, desafortunadamente todavía presente en muchas escuelas, ya que la idea de una educación que se reduce a la transmisión de conceptos es propia de la Ilustración. 

La educación no puede ser nominalista en el sentido de apenas transmitir nociones y contenidos fragmentarios desconectados de la realidad y el valor de las experiencias, la diversidad y el diálogo. Para Francisco, un diseño curricular no puede rechazar la formación multidimensional y la reflexión interdisciplinaria, ya sea en la defensa exclusiva de sus intereses, ajena a las necesidades de su entorno.

Francisco también nos advierte sobre las colonizaciones ideológicas y culturales, entre ellas la ideología de género, muy presente en los currículos escolares. 

Por último quiero mencionar siete ejes claves que para el Papa Francisco deben atravesar todo proceso educativo y escolar: 

  1. Poner en el centro de todo proceso educativo formal e informal a la persona, su valor, su dignidad, para hacer sobresalir su propia especificidad, su belleza, su singularidad y, al mismo tiempo, su capacidad de relacionarse con los demás y con la realidad que la rodea, rechazando esos estilos de vida que favorecen la difusión de la cultura del descarte.
  2. Escuchar la voz de los niños, adolescentes y jóvenes a quienes transmitimos valores y conocimientos, para construir juntos un futuro de justicia y de paz, una vida digna para cada persona.
  3. Fomentar la plena participación de las niñas y de las jóvenes en la educación.
  4. Tener a la familia como primera e indispensable educadora.
  5. Educar y educarnos para acoger, abriéndonos a los más vulnerables y marginados.
  6. Comprometernos a estudiar para encontrar otras formas de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso, para que estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia humana en la perspectiva de una ecología integral.
  7. Salvaguardar y cultivar nuestra casa común, protegiéndola de la explotación de sus recursos, adoptando estilos de vida más sobrios y buscando el aprovechamiento integral de las energías renovables y respetuosas del entorno humano y natural, siguiendo los principios de subsidiariedad y solidaridad y de la economía circular.

 

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