Autismo y Asperger para padres y educadores

Un libro que sintetiza las experiencias de varios especialistas con testimonios de integración de niños en las instituciones educativas. Sinopsis comentada por la doctora María Susana Mosquera, co autora de este lanzamiento de Ediciones Bonum 2021.   El síndrome de Asperger se presenta en más de 37 millones de personas en todo el mundo y sobre él la ciencia intenta dar respuestas a los mismos interrogantes y a los interrogantes de los interrogantes. No todo lo que se cree saber hoy será la verdad de mañana. Estas páginas buscan asomarse al mundo de las personas con condiciones del espectro autista, abordando la historia, las características, el diagnóstico, las causas posibles, testimonios y, fundamentalmente, aportando recursos sobre lo mucho que puede hacerse en el hogar y en el aula. El capítulo de modelos terapéuticos, escrito por las dras Cilurzo, Ma del Rosario y Mariana Treibel, si bien está más destinado a las familias, también se aboca a estrategias conductuales como el PECS (sistema de comunicación por intercambio de imágenes), y a modelar el juego y estimular el juego de cooperación, que bien pueden hacerse en el ámbito de la institución educativa.   El capítulo de trabajo en las escuelas lo escribió la licenciada Marcela Cetti, psicopedagoga. Ella explica cómo tres tipos de estrategias pueden facilitar la comprensión lectora en adolescentes con TEA de alto funcionamiento: responder preguntas antes de la lectura, completar frases incompletas y resolver inferencias anafóricas, siendo que sólo la estrategia de enseñar de manera explícita las señales anafóricas resultó estadísticamente significativa. Luego muestra cómo enseñar a resolver inferencias anafóricas.   El capítulo de trabajo con los pares e inclusión en el grupo de pares fue escrito por la doctora Moyano y las licenciadas Matos y Prieto. Primero hacen referencia al aislamiento y al hostigamiento que pueden sufrir los niños y luego, hablan de las intervenciones que facilitan la inclusión, como por ejemplo la psicoeducación (hay varias investigaciones que demuestran que los chicos y los docentes cambian radicalmente de actitud hacia los chicos con TEA cuando entienden qué les pasa). Explican la importancia de formar en valores y del diseño de un currículo adaptado a las necesidades del niño. Por otro lado, comentan la campaña «¿Quién es quién?», que realizó la Federación Española de Síndrome de Down, y que consistió en mostrar a una maestra que propuso a sus alumnos de 1er año dibujar a un compañero, a partir de una foto que sacaba de una cesta. Luego, los padres tenían que identificar a sus hijos entre los retratos. El resultado fue que ningún familiar pudo identificar quién era y tampoco lograron identificar a uno de los estudiantes del curso que tenía Síndrome de Down. El mensaje era claro: los niños no observaron las diferencias que para muchos adultos son tan visibles.   El capítulo sobre uso de tecnologías pertenece a la Licenciada Lucila Echenique, quien propone a la tecnología como un puente para poder expresarse o acceder a información, dentro del marco de la accesibilidad cognitiva. También plantea analizar las características sensoriales, motrices y el perfil cognitivo del paciente/alumno a la hora de proponer un dispositivo en particular y utilizar las actividades de ocio volviéndolas funcionales. También dice que la comunicación mediada por los dispositivos permite poder relacionarse sin tener que exponerse personalmente, con toda la ansiedad que suele acompañar el encuentro social para las personas con Síndrome de Asperger. Ella termina citando a un colega español, Luis P. de la Maza: «Ante un espectro del autismo, debemos ofrecer un espectro de respuestas, un espectro de recursos».   En cuanto a los testimonios de integración, el último capítulo está escrito por padres de dos niños con síndrome de Asperger, uno de ellos está comenzando la facultad de medicina y el otro cursa la escuela secundaria.