La pregunta llegó en el avance de la asamblea sinodal del Sínodo de laicos de Buenos Aires que tuvo lugar esta primavera en la ciudad de Buenos Aires. Un camino de reflexión abierto a laicos, religiosos, representantes de movimientos y educadores. Dos testimonios.
La tercera sesión de este sínodo por el que desde hace mucho tiempo han venido trabajando referentes de la ciudad de Buenos Aires, abordó el tema del Anuncio: “¿qué es lo que más urge en el corazón de Jesús para nuestra Iglesia de Buenos Aires?” Así lo planteó el relator adjunto Padre Andrés Di Cío, profesor de Teología de la UCA. En su introducción motivó a los sinodales y a educadores invitados a mirar “las dos instancias prioritarias para la transmisión de la fe que son la familia y la escuela”.
“Todos deberíamos ser conscientes de que en la familia se juega buena parte de la vida de la Iglesia y de la sociedad. Por esto es importante preguntarnos si la familia, sinceramente, en Buenos Aires es una prioridad pastoral”.
El sacerdote describió la situación de la escuela católica, invitando a una reflexión. “La escuela – dijo – también sufre el enorme cambio de época, cultural: son muchísimos los alumnos, docentes, empleados y familiares que durante años forman parte de nuestros colegios; y, sin embargo, la mayoría de ellos no se reconoce en un seguimiento explícito de Cristo, al menos como miembros activos de la Iglesia.
Entonces ¿cómo desarrollar una pastoral educativa que sea significativa en la vida de los estudiantes y sus familias? Es una pregunta que también vale para las universidades y profesorados católicos de nuestra ciudad, y, a su modo, para todas las instituciones docentes donde trabajan los laicos.
El documento de trabajo siembra no pocos interrogantes, a modo de pistas, con el propósito de estimular la renovación de nuestra propuesta educativa al servicio de un humanismo integral capaz de evangelizar la cultura.
¿qué esperamos de la educación católica? ¿qué pasos hay que dar para que la vida entera de nuestras escuelas se oriente a evangelizar educando y educar evangelizando? ¿qué características de Jesús Maestro habría que profundizar en la formación y el acompañamiento de los docentes?
Hay que ensanchar la mirada, y agudizar la escucha porque el espíritu Santo sopla donde quiere”, concluyó.
Una historia sinodal
Mariana Fuentes, directora de un secundario parroquial, compartió su experiencia de transmisión de la fe: “la mamé desde muy pequeña, de la mano de una mamá piadosa y servicial, y un papá teólogo y sabio” que “desde que tengo memoria trato de compartir con los demás”.
Sin embargo, profundizó esta educadora, “debo decir que, en todos estos años, nunca me ha resultado tan desafiante y compleja la tarea que estamos transitando. Las familias cambiaron, ya no todos compartimos los valores en los que queremos educar a nuestros hijos. La escuela católica cambió, hoy es un espacio de frontera, al cual acuden muchos y muchas sin buscar en ella un mensaje evangelizador. La cultura cambió. Ley de género, legalización del aborto, profusión de pañuelos de diversos colores que expresan la diversidad de pensamientos y sentimientos que hoy conviven en nuestra cultura, haciéndonos más distantes unos de otros. Y en medio de esto, veo, como nunca, cantidad de heridos en el camino. Y veo también, como nunca antes, una Iglesia que busca seguir fiel a su misión, pero a la que le cuesta mucho encontrar cómo hacerlo.
Soy Iglesia, me siento Iglesia, amo a mi Iglesia. Pero también en algunas ocasiones me duele mi Iglesia, cuando no sabemos estar a la altura de lo que necesitan nuestros hijos, los hijos de nuestro tiempo, cuando nos atrincheramos y vemos en el otro a un enemigo y no a un hermano que piensa diferente, cuando nos paramos en el lugar de quien” le dice” al otro y no en el de quien camina a la par. Y voy aprendiendo, de a poco, a tener la valentía de reconocerlo y de decirlo. Porque me tocó ver, con dolor, cómo muchos, en vez de sentirse amados, se sintieron juzgados. Encontré como mamá que mi hijo, que ama a mi Iglesia tanto o más que yo, era capaz de una mirada más misericordiosa que la mía, más empática, en el fondo más evangélica.
No tengo fórmulas, no tengo respuestas, pero creo sinceramente que la clave está en salir al encuentro, como lo hizo Jesús con la Samaritana. Animarnos como Él a “pisar Samaría”, la tierra que los judíos como Él no pisaban… y eso nos va a obligar a “acercarnos a tantos pozos”, a entrar en un diálogo de corazones, a perder el miedo a embarrarnos por pisar una tierra que nos es desconocida y que a veces nos asusta, con la certeza de tener un tesoro para compartir, no para imponer, una identidad que vale la pena dar a conocer, pero que dialoga con las demás identidades y las respeta, y lo hace desde un lugar sencillo, maternal y amoroso, viendo en cada rostro a nuestro propio hijo, con esa mirada Misericordiosa con la que solo Dios nos sabe mirar. Y con la esperanza puesta en que quizá, algún día, sin darnos cuenta, nos encontraremos adorando al Padre en espíritu y en verdad.
FUENTE: http://sinodobuenosaires.com.ar/
Logo del sínodo de la Arquidiócesis Buenos Aires