Las propuestas que cambian la educación para construir un mundo más humano, fraterno, solidario y sostenible, nos muestran cómo centrarnos en las personas y educarlas integralmente desde dentro, atendiendo el llamado del Papa Francisco para crear la «aldea de la educación». La necesidad de realizar proyectos y programas nos enseñan un camino y evidencian que es posible mejorar el derecho a la educación, construir la cultura de paz, tejer la solidaridad o el cuidado de la casa común. Son proyectos que empoderan a los niños y jóvenes y les permiten trabajar con otros, independientemente de su territorio, cultura, raza, religión o economía, para aprender a ser, a convivir, a aprender, a hacer, a cuidar la «casa común». Proyectos que transforman sus vidas y sus contextos; que ellos abordan de forma crítica, creativa y colaborativa.
Urge pasar de la inacción a la acción, urge que todos nos impliquemos en mejorar la educación y que ésta sea de calidad; y pensada desde los últimos. Movilicémonos, propiciemos la búsqueda y el debate en nuestras escuelas y con otros; aportemos soluciones, luces válidas y asumibles por todos.
La educación debe cambiar para transformar a las personas que cambiarán la sociedad y sus contextos. Para ello, se requiere reinventar la educación y hemos de hacerlo con el concurso de todos: directivos, docentes, estudiantes, familias, la sociedad civil, intelectuales, deportistas, artistas, políticos, administradores, abiertos a los aportes y a los sesgos intergeneracionales. Y hacerlo «con valentía» para «formar personas que se pongan al servicio de la comunidad», como nos indicaba el Papa en dicha convocatoria. El servicio es un pilar de la «cultura del encuentro», esa cultura que hemos de impulsar en la escuela para humanizar, generar esperanza y crear relaciones más fraternas.