Las evidencias han caído, es decir que aquellas realidades que reconocía como principios, que se presentaban sin necesidad de ser defendidas ni demostradas, que eran comunes al corazón y la conciencia de todos, ya no son tales. Hoy aquellos valores que han sostenido las relaciones humanas y culturales de occidente no resultan tan evidentes para todos. Esto nos lleva muchas veces a considerar como mala persona, o enemigo a aquél que piensa distinto, o que tiene otros principios, creencias diferentes a las tradicionales o a las nuestras.
Cada vez más se pone en evidencia la crisis de humanidad, donde la otra persona nos interesa cada vez menos en sus dramas y necesidades, tal vez no en los principios que sostenemos pero si en la práctica de la cotidianeidad de nuestra vida. Pero antes que una crisis frente a la relación con los demás se ha percibido una falta de ternura y preocupación por la propia humanidad, construyendo así una nueva cultura del sálvese quien pueda, hago la mía, esquivemos la mirada al dolor, vivamos como si nunca fuéramos a morir, vivamos el presente sin mirar las consecuencias, podríamos continuar con una larga lista descriptiva, de un mundo donde se vuelve desagradable vivir y compartir.
En medio de una situación semejante sucede lo inesperado, irrumpe en nosotros una realidad nueva, no agradable, que nos da temores, donde la muerte cercana y la fragilidad humana se colocan como golpeando la puerta de nuestras vidas, para muchos se desmoronan las seguridades económicas, incluso los proyectos que hacen que nos enojemos con todo aquello que nos impide seguir adelante como si nada hubiese ocurrido. Queremos volver a la normalidad como si nada hubiese ocurrido.
Dos pilares ha lanzado la Iglesia como clave para estas circunstancias actuales que nos toca vivir:
La Emergencia Educativa, se trata de que es urgente transmitir a las futuras generaciones los principios verdaderos que sostienen la existencia del hombre, no una lista de normas que cumplir sino enseñar a discernir, comparar. Para esto el hombre debe entrar en relación con su propio corazón humano, con sus verdaderas necesidades, (Belleza, Amor, Bien, Verdad, Justicia, etc.) y verificarlas en las propuestas que la vida pone frente a sus ojos.
El Pacto Educativo Global, en una sociedad pluriforme donde los hombres pensamos, percibimos, creemos y elegimos diferente, debemos educar a los jóvenes a la aceptación del otro como es, y aceptar las diferencias de los otros en un marco de estima, respetando la libertad que Dios nos dio primero, y dejándonos sorprender por la existencia del otro, maravillándonos por su participación en el Ser. Antes del como és, lo más grande que sucede es su ser. Y el ser del otro, es para mí.
Sin estos dos caminos nos queda un mundo de leyes cada vez más rígidas que protejan a los más débiles, pero que hagan insoportable vivir en libertad, y una batalla de ideologías donde los hombres somos las víctimas que nos destruimos unos a otros por defender nuestros dogmatismos.