“Las inteligencias artificiales son poderosas, pero estrechas” expresó Pablo Zegers, un ingeniero que da clases en la Universidad de los Andes, investigador de las IA desde los años ochenta. Dijo que los educadores tenemos que tener bien claro que “sólo pueden hacer la tarea para las que fueron diseñadas” y que “la flexibilidad y capacidad de ver el conjunto que tenemos los seres humanos no se compara con ellas”.
El título de esta ponencia fue: Investigación y Desarrollo de Habilidades para el Futuro de la Educación Católica. Dictado por un ingeniero civil industrial – Pablo Zegers – que tiene dos empresas, una de ellas, hace máquinas para seleccionar frutas, “que es donde está el futuro de la industria alimentaria”, comentó al introducir su exposición.
“He visto distintas presentaciones de la inteligencia artificial en clases y no estamos ni cerca de que sean operativas. Antes, durante y después hay que encontrarles la vuelta; personas que sepan moldearlas y ajustarlas a la educación”.
Las IA son poderosas, pero hasta el momento solo hay inteligencias artificiales angostas. Se necesitan personas antes, durante y después de la introducción de estas tecnologías, que solamente pueden hacer las tareas para las que fueron diseñadas y nada más.
Nosotros como seres humanos tenemos una flexibilidad enorme, y somos capaces de ver el conjunto. Esto lo tenemos que tener muy claro: he visto en clases distintas presentaciones de la inteligencia artificial y no estamos ni cerca de que estas tecnologías sean realmente operativas. Tiene que haber personas que sepan moldearlas y ajustarlas a la educación.
La tecnología actual está muy lejos de ser capaz de duplicar la enorme capacidad humana. Y el instituto de Robótica más avanzado del mundo ya lo decía en los reportes del año 2013. La inteligencia artificial va a evolucionar hacia un escenario a partir del cual se hizo una comparación: tres soldadores expertos podían armar en 79 horas el chasis de un coche militar, en cambio, cualquiera de los que me escucha – guiados por un robot – pueden armarlo en menos tiempo. Las máquinas pueden soldar perfectamente. Pero si se rompe una pieza, no puede llamar por teléfono, buscar su remplazo y traerla para su manufactura. Entonces, la complementación entre los robots y nosotros está generando un escenario mezcla hombre -máquina, que produce eficiencia. La situación se introduce a velocidades aceleradas incluso por la pandemia.
Por esto hay que pensar cómo se va a estructurar la sociedad: – Solo teniendo muy claro lo que las máquinas no pueden hacer.
- No existe un algoritmo que resuelva todo. Y cada vez que pensemos que una inteligencia artificial mire a un alumno y si está prestando más atención en clase no tiene idea que pasó ese día, si el clima fue bueno o malo, si hubo dificultades para llegar. Es muy pobre la representación interna de una máquina, que tampoco abstrae ni generaliza al nivel que hacemos nosotros. Solo ven el problema específico para el cual fueron diseñadas.
- Las IA son cajas negras, no pueden auto explicarse, esta es un área que está desarrollándose, pero no se sabe cómo va a resultar.
- Por otro lado, IA son difíciles de integrar entre sí. Hay que trabajar mucho para interconectar una inteligencia artificial con la otra. En cambio, es distinto con los seres humanos, porque si se le da una tarea a una persona, ella la hace, la comparte conmigo, y coordinamos muy bien.
- Aunque la IA hacen muchas cosas bien no entienden el lenguaje humano. No tienen integradas las formas “bottom-up, y top –down” que significa para nosotros: “cambiar la manera de pensar”. No manejan teorías como nosotros, no entienden la causalidad, es decir que, si yo empujo una cosa, esta se va a caer. A duras penas entienden. Cada vez que entrenamos una IA lo hacemos a partir de cero. En cambio, con los seres humanos, no. Esto es porque nosotros somos producto no sólo de la educación que recibimos sino también porque tenemos un acervo genético enorme que moldea nuestra inteligencia desde el instante que nacemos.
El aspecto más complicado de la IA es que en esencia son como extractoras de jugo de cocina, pero más capaces. Ellas son un montón de materia organizada de manera específica para resolver un montón de problemas. No tienen emociones, alma, interioridad, espiritualidad. Y no tienen idea que nosotros existimos.
Esto es un ejemplo que nos podría servir. La IA detecta en una farmacia que alguien compra insulina, la máquina establece que la persona es diabética y para aumentar la venta el algoritmo descubre que lo mejor es ofrecerle comprar un dulce. ¿Está bien? Yo hice esta pregunta en público muchas veces, y ellos me respondieron: no está mal; como una máquina puede ofrecerle un dulce a un diabético…. Pero lo que sucedía es que esa persona llegaba a la farmacia a comprar con su hijo, entonces, el dulce era para el niño. Es imposible que una máquina se comporte de acuerdo a nuestros criterios éticos.
Esto me lleva a una conclusión: ¿Podemos pensar la IA para mejorar el proceso educativo?
Es necesario ir más allá; separar la instrucción de la educación. Porque la educación del ser humano implica a él mismo. Y en este sentido, considero que, aunque esté de moda impulsar la enseñanza de la matemática, física, o programación, las áreas de las ciencias duras; yo creo que es crítico enfatizar la enseñanza de las humanidades, y lo que nos acerca a Dios. No se le enseña a alguien a programar un computador solamente, sino a vivir mejor.
Y una clave es ayudar a los alumnos a trabajar en grupo. Si me comparo con las habilidades de una máquina diseñada para resolver un problema determinado, lo más probable es que ella me gane.
Pero, si trabajamos en equipo, no hay máquina en el mundo que se compare con lo que nosotros juntos, podríamos hacer. Aquí es donde brilla el ser humano.
Fuente: VIII Octavo Congreso de Educación Católica de Chile. (3 y 4 Noviembre – 2020) Youtube.