Desde “diversas disciplinas, geografías y culturas” la institución Scholas Ocurrentes comparte con educadores de todo el mundo el aporte que el último documento del Papa Francisco hizo a la vocación y a la profesión educativa. En un dossier que subió a su espacio virtual, refleja la mirada de algunos argentinos.
“Cultura del enfrentamiento, no; cultura del encuentro, sí.” señala el punto 30 de la carta Fratelli Tutti. “A este llamado a crear la cultura del encuentro queremos responder…” expresaron los directores mundiales de Scholas, Prof. José María del Corral y profesor Enrique Palmeyro. Ellos invitan a académicos de diversas culturas y religiones “a sumar sus miradas sobre esta maravillosa encíclica”.
Un dossier que acaba de salir y se puede consultar en la página web de la institución en Argentina, aparecen algunas contribuciones que “nos recuerdan que más fuerte es nuestra misteriosa vocación de amar”, dicen los educadores.
Aquí van algunas:
La dimensión comunitaria
Lic. Nancy Falcón. Politóloga (UBA) Directora del Centro de Diálogo Intercultural – ALBA Argentina.
“En su encíclica papal Fratelli Tutti, el Papa Francisco nos habla a todos como humanidad, sin distinción de religiones, etnias o ideologías. Nos llama a reflexionar sobre el verdadero sentido de nuestras vidas, de nuestro ser en el mundo, pero por, sobre todo, nos habla de la dimensión comunitaria de nuestra existencia.
En todas las lenguas neolatinas, “común” (communis) es, justamente, lo que no es propio. Este “munus” presenta distintas acepciones: “deber”, “obligación”, “carga” pero también significa “don”. Filósofos como Roberto Esposito, se preguntan por aquello que los miembros de una comunidad tienen en común, quizás una falta, una ausencia, es lo que nos une como humanidad. El Papa Francisco en su encíclica nos invita a salir del cisma que existe entre el individuo y la comunidad humana y pensar este munus como don.
La comunidad humana debe ser aquella comunidad que tiene en común no la “obligación” de estar juntos sino el “dar”, la reciprocidad del don, sin esperar nada a cambio. Nos llama a apreciar la riqueza y la belleza de las semillas de la vida en común que hay que buscar y cultivar juntos.
Como musulmana, leo las palabras del Papa Francisco y resuenan en mis tantos pasajes del Sagrado Corán que nos invitan a pensar una humanidad unida en la diversidad: “Y entre sus signos está el haberos creado de tierra de tierra. Luego hecho hombres, os diseminasteis.” “Y entre sus signos están la creación de los Cielos y de la Tierra, la diversidad de vuestras lenguas y de vuestros colores. Ciertamente hay en ello signos para los que saben.” (Sagrado Corán 30:20-24).
Esta humanidad no distingue fronteras, etnias o nacionalidades, está unida en el reflejo del ser humano en el prójimo, y en ello en el acercamiento a Dios. Tenemos la necesidad de construir un “nosotros” que habite la Casa Común, de llenar este vacío que nos une, a través del servicio, de la solidaridad, de la empatía y del diálogo.
Como educadores, el Papa Francisco nos invita a no perder la capacidad de escucha, a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de otro. (…)
Fratelli Tutti nos interpela en nuestro rol de maestros, de profesores, de educadores. Nuestro rol pedagógico que debe tener el fin de cultivar la fraternidad, el diálogo, la construcción de una ciudadanía global a través de la educación.
Nos llama a recuperar el valor de la solidaridad y a educar en la espiritualidad… También educar en el servicio hacia los más desfavorecidos, los débiles, los más frágiles en la sociedad, es nuestra responsabilidad. Una educación que promueva el valor del amor al vecino para una sana integración universal.
Fratelli Tutti nos reitera la pregunta ¿Quién es mi prójimo? Ante tal pregunta, la indiferencia no puede ser una respuesta posible. El prójimo es el otro, donde quiera que esté, el prójimo es la humanidad toda que nos llama a transformarnos para así transformar el mundo en que vivimos y habitarlo en paz. Para que la creación se regenere, el hombre debe asumir su responsabilidad, pero no en forma individual sino colectiva. Dice el Sagrado Corán: “Sepan que Dios no cambia la condición de un pueblo hasta que ellos no cambien lo que hay en sí mismos” (Corán 13:11)
Como el Sagrado Corán, Fratelli Tutti nos invita a transformarnos a nosotros mismos a través de la solidaridad, la caridad, el diálogo, pero sobre todo a través del amor, ese don común que debe unirnos a todos como seres humanos”.
Fraternidad y Solidaridad
Prof. María Nieves Tapia. Directora del Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario – CLAYSS
“El profundo llamado a reconocernos como hermanas y hermanos que hace el Papa en esta nueva Encíclica, haciéndose eco de Francisco de Asís, de su encuentro con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, y de lo más central del Evangelio, seguramente merece tiempos de lectura menos apresurados que los que marcan los ciclos noticiosos, y, sobre todo merecería que se le dedique el tiempo para la reflexión y la planificación necesarias para poner en práctica concretamente sus muchas e inspiradoras orientaciones.
Como educadora, hay dos momentos en particular que me interpelan y emocionan, son los que habla específicamente de educación y de la misión de los educadores.
En el primero, señala lo indispensable de la “educación para la fraternidad” (103). En el segundo, nos recuerda que la solidaridad, “como virtud moral y actitud social, fruto de la conversión personal, exige el compromiso de todos aquellos que tienen responsabilidades educativas y formativas.” (114).
Francisco nos recuerda que “la solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás.” (115)
(…) Este llamado a ser educadores para la solidaridad y la fraternidad no es un llamado en el vacío, ni es un objetivo irrealizable. Miles de educadores y estudiantes solidarios en todo el mundo ya están poniendo sus saberes al servicio de sus comunidades, y aprendiendo en el terreno, junto con los más vulnerables, lecciones que no se pueden aprender solo de los libros. Para todos los que formamos parte desde hace décadas del vasto movimiento pedagógico del “aprendizaje-servicio solidario”, esta encíclica es un poderoso llamado a renovar nuestro compromiso de seguir enseñando fraternidad y solidaridad desde el ejemplo y desde la práctica, y un alentador impulso a involucrar a cada vez más educadores, pedagogos y políticas educativas que puedan “cambiar la educación para cambiar el mundo”.
Desarrollo Integral
Por Daniel Stigliano. Coordinador Global de la Cátedra de Scholas.
En la Carta Encíclica Fratelli Tutti el Papa Francisco nos invita a trabajar por una inclusión verdadera porque “los marginados por su raza (97) por una discapacidad o por su ancianidad (98) se sienten heridos en su dignidad”.
En los últimos años las sociedades han abordado este problema a través de campañas de concientización y de las políticas públicas, pero con resultados insuficientes. Todavía no se encuentran los caminos adecuados …
Francisco dice que “todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente… lo tiene, aunque sea poco eficiente, aunque haya nacido o crecido con limitaciones.” (106) Un ejemplo concreto es el de la denominada inclusión educativa. Toda la producción de normativa escolar adopta el discurso de la inclusión, pero paradójicamente no se facilitan las condiciones para que se pueda instrumentar en la realidad cotidiana. Para comprender de qué se habla cuando se habla de inclusión, primero hay que comprender otros dos conceptos que, en general, se consideran equivalentes, pero que en realidad son diferentes: ellos son la igualdad y la equidad.
Mientras que la igualdad consiste en respetar los mismos derechos para todos, la equidad consiste en dar a cada uno lo que necesita. ¿De qué sirve entregar gratuitamente un ordenador a cada estudiante (igualdad) si en la región donde reside o en la escuela a la que asiste no hay acceso a internet (equidad). Su Santidad lo explica de este modo: “una sociedad humana y fraterna es capaz de preocuparse para garantizar de modo eficiente y estable que todos sean acompañados en el recorrido de sus vidas, no solo para asegurar necesidades básicas, sino para que puedan dar lo mejor de sí, aunque su rendimiento no sea el mejor, aunque vayan lento, aunque su eficiencia sea poco destacada” (110).
Con un sentido de igualdad los responsables de las políticas públicas han decidido en la mayoría de las naciones que los estudiantes con alguna discapacidad física o cognitiva se matriculen como cualquier estudiante sano en una escuela común. ¿Se los está incluyendo? ¿Se garantiza de modo eficiente y estable su acompañamiento? La respuesta es no, mientras en las escuelas no exista un equipo de profesionales (psicólogo escolar, psicopedagogo, o psicomotricista) que apoye a los estudiantes supuestamente incluidos y hagan la diferencia necesaria para partir del mismo punto que los demás. Francisco lo explica con sencillez: “hay sociedades que acogen parcialmente este principio. Aceptan que haya posibilidades para todos, pero sostienen que a partir de allí todo depende de cada uno.” (108) Indudablemente el progreso personal depende de cada uno… pero siempre y cuando TODOS y TODAS puedan partir de un mismo punto. No existe inclusión sin equidad.