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Novedades

Mejores directivos, ¿mejores escuelas?

Laura Lewin

Autora, capacitadora y oradora TEDx. Es capacitadora internacional de Cambridge University Press, y ha escrito numerosos libros, el más reciente, La Nueva Escuela- de la escuela del Saber a la escuela del Ser (Santillana), estará disponible en pocas semanas más.

Un abordaje sobre las habilidades “interpersonales” tan necesarias para relacionarnos, y armar equipos de trabajo que acompañen la misión y la visión de una comunidad escolar.

Por Laura Lewin.

Con seguridad has notado que lo que funcionaba para seleccionar, motivar y desarrollar las capacidades y potencialidades de los docentes y colaboradores en el siglo XX, ya no funcionan en este siglo XXI.  

 Las habilidades de liderazgo que se ponían en juego de manera exitosa hace décadas, actualmente están desgastadas. Hace más de 30 años, el carisma y una gran personalidad eran factores influyentes en la comunidad escolar, y suficientes para llevar adelante funciones de gestión.

En la escuela de hoy, sin embargo, se torna prioritario comprender profundamente la institución, ver lo invisible –esto es poder proyectar la organización más allá de cómo se ve actualmente–, tomar distancia y visualizarnos como una comunidad educativa que genera y construye conocimientos para poder tomar decisiones.

Liderazgo es influencia. Ni más ni menos. Sin embargo, el manejo de personas suele ser complicado. Debemos tener en cuenta sus sueños, anhelos, expectativas, necesidades, miedos, preconceptos, experiencias… todo un bagaje emocional que, sin duda, impacta en su desempeño y en nuestra relación con ellas.

El líder debe asumir la responsabilidad de reconocer el potencial en la gente y en sus ideas, y tener el coraje de desarrollar ese potencial. La construcción de un buen vínculo es fundamental para relacionarnos y armar equipos de trabajo que nos acompañen en nuestra misión y visión en la institución. No se es líder sin un buen equipo detrás. Muchas veces la gente sobredimensiona su sueño y subestima a su equipo. Un gran sueño con un mal equipo… es una pesadilla.

Las habilidades interpersonales son esenciales para alcanzar la calidad educativa que deseamos. Nuestro liderazgo define el nivel de efectividad y el impacto que tenemos en nuestra escuela. En el universo de los espacios educativos, es posible encontrar directivos con muy buenas habilidades técnicas, que poseen capacidades ejemplares para armar presupuestos, planes de trabajo y estrategias de gestión. También, encontramos a quienes saben relacionarse con los otros y poseen destrezas especiales para motivar a sus colaboradores y comunicar ideas.

Si bien la gestión de las instituciones escolares implica un trabajo organizado y prolijo en cuestiones administrativas, no debemos olvidarnos de que el vínculo con los docentes es la base sobre la cual, lo anterior debe asentarse. Esto es porque la gente hace al lugar. No es el edificio, ni los programas, ni el laboratorio. La excelencia académica se mide a través de los docentes.

 Y el verdadero liderazgo tiene que ver con conectarse con ellos. Los mejores líderes pueden alinear su cabeza con el corazón. Cuando el directivo muestra un interés genuino hacia sus colaboradores, estos lo ven más cercano, más colaborativo y, por lo tanto, más confiable. Lograr buenos vínculos de confianza mutua, sanos y fuertes es el principio esencial para que la institución crezca, mejore y convierta las ideas en acciones. El trabajo de guiar a las personas no se puede hacer en piloto automático, debemos trabajar con ellas.

 

La excelencia académica se mide a través de los docentes. Y el verdadero liderazgo tiene que ver con conectarse con ellos. (...) Cuando el directivo muestra un interés genuino hacia sus colaboradores, estos lo ven más cercano, más colaborativo y, por lo tanto, más confiable. Lograr buenos vínculos de confianza mutua, sanos y fuertes es el principio esencial para que la institución crezca, mejore y convierta las ideas en acciones

Para fortalecer el vínculo con tus colaboradores:

  • Mirá a la gente a los ojos, sonreí, conectate. Sé profesional, pero, ante todo, accesible y cálido.
  • Escúchalos con atención. Muestra que te interesan. Toma nota si estás conversando con ellos en tu oficina o a través de una videoconferencia. Indica con tu postura que estás genuinamente prestando atención y resistí la tentación de mirar tu celular o un correo que acaba de entrar a tu computadora mientras conversas con ellos.
  • Muestra tu integridad: cumplí tus promesas, sé consistente.
  • No te distraigas. Muchas veces mientras el directivo “micro maneja” la escuela y pierde de vista lo que realmente es importante. No pierdas de vista la visión.
  • Respeta a tus colaboradores: genera confianza, que es uno de los pilares de toda organización.

Aprendemos a través de la experiencia

Pero, la experiencia se adquiere también ¡tomando malas decisiones! Aprender, desaprender y reaprender cobran un valor inédito. El rol directivo exige tomar decisiones. Aquí, uno puede confundirse, y aprender de los errores. Será importante no personalizarlos, más bien tomarlos como una situación de crecimiento. Capitalizar esos desaciertos, implica crecer y nada desarrolla tanto la resiliencia como la adversidad y los fracasos. Por lo tanto, la humildad, la paciencia, la resiliencia, la pasión y la perseverancia pasan a ser elementos esenciales para la construcción de una figura de liderazgo en consonancia con los tiempos que corren.

Saber controlar los momentos de habla y de escucha cuando nos comunicamos, saber cuándo dejar hacer y cuándo incentivar la acción, aprender a contagiar nuestro entusiasmo y generar un buen clima en la institución para que todos puedan desplegar su mayor potencial, son aspectos también cruciales en el liderazgo y gestión de hoy en día.

Desde hace años las neurociencias brindan aportes a diversos campos de estudio como la educación, el marketing, o la psicología, entre otros. Ser conscientes de cómo funciona el cerebro puede contribuir a una mejor toma de decisiones, nos ayuda a comprender qué motiva a nuestros colaboradores y nos guía en la implementación de mejoras. La base del liderazgo son las relaciones, es decir que ser capaz de conectarte emocionalmente con tus colaboradores es clave para que puedas guiarlos.

Pero cuidado… el cargo no te convierte en líder. No es líder quien quiere, sino quien puede.

De la misma forma en que cada árbol o cada flor es única e irrepetible, nuestros cerebros también lo son. No hay dos cerebros iguales. La neuroplasticidad permite que siempre podamos seguir aprendiendo y mejorando, lo que ayuda a que haya nuevas conexiones neuronales. ¿Qué implica esto? Que podemos desarrollar nuestras habilidades de liderazgo.

El trabajo en equipo debe generar una mayor confianza en las potencialidades e iniciativas de cada docente.

La autonomía lleva al compromiso

En ocasiones, les atribuimos a nuestros docentes falta de iniciativa y proactividad, sentimos que debemos insistir con firmeza para que todo funcione tal cual lo deseamos. Pero ¿podemos exigirles a nuestros maestros y profesores que formen alumnos pensantes —críticos, creativos, proactivos— si el propio sistema educativo en el que trabajan, y en el que se formaron, no los tiene en cuenta como profesionales capaces de pensar y tomar decisiones? Debemos brindarles a nuestros colaboradores la autonomía necesaria para que sientan confianza en sus potencialidades, y puedan tomar las mejores decisiones para sus alumnos.

Aquellos profesionales de la enseñanza comprometidos, resueltos y proactivos, serán quienes acompañarán al directivo en una cruzada muy complicada: la de educar. ¿Por qué una cruzada? Porque la educación está atravesando un momento que nos exige no sólo revisar las concepciones del aprendizaje o repensar las prácticas evaluativas, sino además construir una epopeya colectiva. Es el momento de construir equipos y generar una gesta que posicione en el lugar central la enseñanza.

Para transformar la educación necesitamos de un compromiso alto para generar y sostener cambios a lo largo del tiempo. Mejorar la calidad de la educación requiere, ante todo, de una voluntad muy firme de querer mejorar. De trabajar de manera articulada entre todos los actores de la educación, y fijar metas a corto, mediano y largo plazo.

Todo el mundo puede ser un capítulo, pero no todos llegan a convertirse en historia. Hagamos historia. De nosotros depende darles a nuestros alumnos la mejor educación posible hoy.

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