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La escuela con super poderes

Una reflexión sobre las prácticas pedagógicas en el contexto del “homeschooling”.

Por Luz San Marco- Licenciada en Educación

Aquellos que tenemos el privilegio de haber nacido en el siglo pasado, crecimos escuchando estigmas sobre la pobreza, la pérdida de valores familiares y sociales, los conflictos no resueltos de la política argentina, entre un sinfín de quejas y comentarios en todas las esferas sociales. Una tras otra, las crisis económicas sucedieron al estado de bienestar, la recesión, el desequilibrio social y la anomia.

No fue un hecho aislado, tampoco, la aparición de las tecnologías de la información, incluso, en algún sentido, colaboró con la desigualdad que hoy tanto nos preocupa y casi nada nos ocupa.

Zygmunt Bauman, denomina a la era post moderna como “la modernidad líquida”, en la que todo parece ser fluctuante, sutil, ligero. En este sentido, podemos pensar que esta liviandad, que fluctúa sobre la dermis las relaciones, en el mercado, la familia y el todo social, las convierte a ser círculos egocéntricos y cerrados, donde las desigualdades se profundizan más y más y cada bloque se individualiza.  Tal es así que entonces, todos ven sin mirar y al tiempo no son vistos.

Hoy, estamos viviendo una situación inesperada: una pandemia, que nos pone como sociedad de cara pelada con las realidades de todos; visualizamos las diferencias en momentos críticos como los actuales.

Al calor de lo dicho, me permito dirigir esta reflexión, al ámbito de las escuelas.

Dentro del campo de la educación, docentes e investigadores se cuestionan acerca de esta desigualdad y su posible origen. Formulan interrogantes inspiradores barajando todo tipo de argumentos para detectar su procedencia.

Pensando en lo que ocurre en las escuelas, tomemos como ejemplo, la violencia. Cuando un hecho como tal sucede dentro de una institución o, por ejemplo, se visibiliza la discriminación, debemos comprender que eso que se “instala” como problemática, no proviene del mismo sitio donde se suscita, sino que espejea aquello que proviene del todo social. En este sentido, la desigualdad, no ocurre en la escuela, está tercerizada y como consecuencia, impacta dentro de ella.

Para continuar, intentemos pensar cuáles fueron los cambios que se produjeron en las últimas décadas y procurar dirimir el sentido de la desigualdad educativa.

Uno de ellos, la Ley de Educación Nacional del año 2006, indica que todos los jóvenes tienen la obligatoriedad de cursar la escuela secundaria. Históricamente, este nivel reservado para unos pocos, hoy se abre a todos. Esto produjo entonces, un choque cultural, social y por qué no económico.

Hoy también la educación batalla contra la brecha digital, espacio donde más se visibiliza la vulnerabilidad y la desigualdad. Rescatemos que, en este escenario crítico, el mundo de las tecnologías resulta ser el único vehículo para la apropiación de saberes.

En torno a lo que venimos analizando, nos enfrentamos a problemas tales como la conectividad- muy desigual a lo largo y a lo ancho del país-, a la cantidad de dispositivos por hogar, al escaso bagaje intelectual de muchas familias para acompañar a sus hijos durante su trayecto formativo. Dentro de la solapa cultural, nos encontramos con estudiantes que no son usuarios de internet, sino meros consumidores, y que no están capacitados, por diversas razones, a autogestionar sus aprendizajes, a optimizar sus recursos, a sacar provecho de las tecnologías. Las conocen, pero no pueden usufructuar sanamente de ellas.

Como mencionábamos, centenares de zonas rurales no cuentan con internet, algunos niños tampoco poseen celulares o tabletas para hacer homeschooling y aquí comienza a evidenciarse el conflicto y la inexistencia de la igualdad de oportunidades, que promueve e intenta garantizar la Ley Nacional de Educación.

Avanzando en este sentido, debemos preguntarnos si en Argentina, como en otros países de la región, la escuela está preparada para el desafío de enseñar desde casa. Sumado a ello, deberíamos discutir si la pedagogía escolar, y todo lo que se ciñe a ella, es replicable en línea y al E-learning. Asimismo, debemos agregar a la ecuación que el acto educativo, nunca es unilateral, no depende de una sola parte, sino que es producto de un encuentro, donde hay dos almas que se topan- casual o intencionalmente-y que se afirman en la voluntad de aprender. Tal idea, nos recuerda a Jacques Rancière en su libro “El maestro ignorante”.

Debemos preguntarnos si en Argentina, como en otros países de la región, la escuela está preparada para el desafío de enseñar desde casa. Sumado a ello, deberíamos discutir si la pedagogía escolar, y todo lo que se ciñe a ella, es replicable en línea.

¿Qué queda entonces para la escuela, en esta situación?

La escuela alimenta, la escuela viste, la escuela es familia.

A la escuela, se le ha demando muchas cosas, de índole social, familiar, afectiva. La escuela- hace ya mucho tiempo- dejó de ser una institución simplemente funcional de categoría académica, dándose paso a ser un ámbito de contención, de socialización, cuando todo esto no alcanza, por fuera de ella.

No sabemos si la escuela ha salido airosa siempre de todos sus intentos, pero no dudamos que ha sido siempre resiliente, inmaculada. Que todos, absolutamente todos, tenemos una marca que proviene de nuestros maestros, directores, o de profesores.

La escuela, hace lo que puede con lo que tiene. Y aunque ese tener-sea mucho o poco- siempre sale adelante.

Hoy tiene un gran desafío. Incluir una vez más a los excluidos, acariciar el pelo de los que están golpeados, alimentar a los hambrientos. Y aún más: prometer estar firmes hasta el fin, hasta que se abran las ventanas y todos volvamos a abrazarnos, hasta que se suban las banderas en los mástiles de los patios, hasta que rechinen como el canto de los pájaros los gritos de niños y niñas que entre esas paredes construyen su infancia tan querida.

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