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En vez de Pandemia hablemos de “Pan humanidad”

Javier Cortes Soriano

Rector de un Colegio de San Sebastián (España), reconocido por su trabajo como editor, ex – presidente de PPC, y ex director Global de la editorial SM. Intervención de su primer encuentro virtual, “Acompañar desde la identidad” disponible en Facebook.

“¿Qué vamos hacer para convertir en experiencia, esta vivencia del covid? ¿cómo acompañaremos a nuestros profesores, alumnos, y familias, a hacer crecer el sentido de humanidad que todos tenemos?” Para Javier Cortés, educador, es imprescindible que la escuela “se haga estas preguntas”, y se entregue “a la construcción de un futuro para todos”. Porque “sino, nadie lo tendrá, ni siquiera el más rico, en un contexto de individualismo”, agregó.

“He disfrutado mucho de la realidad de la escuela católica en América Latina”, expresaba Javier Cortés, quien por su trabajo editorial conoció distintos ámbitos de la actividad educativa en el continente. Días pasados participó en una webinar que promovió la CIEC, Confederación Interamericana de Educación Católica, en conjunto con SM de México, para dilucidar junto a tantos educadores “cómo nuestra propia identidad podría influir en una comprensión de la situación que estamos viviendo”.

Entonces recordó el llamado al Pacto Educativo Global que lanzó el Papa Francisco, y la importancia de sumarse activamente a esta invitación “que quiere implicarnos a todos en una aldea de educación, y es urgente reaccionar”.

 Cortés expuso que las escuelas podemos responder ante este panorama en tres niveles; esto se debe a que “la globalización puso encima de la mesa con más fuerza que nunca, que nuestros destinos están completamente entrelazados”.

Una búsqueda necesaria

El educador señala que en este contexto de pandemia y como responsables de la escuela católica, “hemos pasado ya un primer nivel, que responde de manera inmediata a las necesidades de cierre repentino de los colegios, y organizar un sistema para poder seguir con la actividad académica: programar sesiones, acudir a determinadas plataformas, y ordenar los horarios”

Pero hay un segundo nivel – en el que estamos ahora – y es el de acompañamiento, no solo procuramos que las escuelas funcionen, sino que también vamos viendo cómo acompañamos al profesorado, a los alumnos y a las familias, para mantener la confianza y la calma.

Sin embargo, hay un tercer nivel, que es el de la reflexión. Sabemos que esta es una tarea fundamental. Por eso, planteo ¿cómo convertimos una vivencia en experiencia? No es fácil, porque la vivencia es algo que se nos impone, un acontecimiento que nos desestabiliza, y nosotros somos receptores pasivos de esa circunstancia. Luego, para que esta vivencia se convierta en experiencia tiene que ser elaborada en una búsqueda de sentido; porque, si no, queda librada a nuestra propia interpretación.

Con un ejemplo quedaría muy claro: yo puedo pensar que la pandemia que nos invadió procede de los chinos y la reincorporo a mi narración. Entonces, como ya tengo incorporado el sentido que le doy, esto determina mi conducta con los chinos. Modifico mi forma de verlos, si pienso que ellos son quienes ocasionaron esta situación. También puedo pensar que la responsabilidad la tienen los políticos, y en este caso modifico mi relación con ellos. Esto es importante, porque cuando nosotros damos sentido a una vivencia y la convertimos en experiencia lo que estamos haciendo es modificar nuestra propia conducta.

 Creo que este es el reto educativo más importante que tenemos, es decir, ¿qué vamos hacer como escuela católica para acompañar a nuestros alumnos, profesores y familias para que realmente conviertan esta vivencia en una experiencia que haga crecer más, el sentido de humanidad que todos tenemos?

¿Qué vamos hacer como escuela católica para acompañar a nuestros alumnos, profesores y familias para que realmente conviertan esta vivencia en una experiencia que haga crecer más, el sentido de humanidad que todos tenemos?

Aquí aparece nuestra identidad. Las fuentes que nos ayudan a interpretar nuestras vivencias, tienen que ver nuestra propia identidad de escuelas evangelizadoras.

 Esta pandemia produjo como una especie de desvelamiento, como si hubiera realidades que estaban escondidas y de repente se ponen de manifiesto. En España, por ejemplo, ha sido muy claro la entrega de muchos sanitaristas que ofrecen su vida mucho más allá de su realidad profesional. La realidad nos ha develado que hay gente muy buena.

Entonces, me parece que uno de los hechos educativos que podemos producir es hacer una lista de los desvelamientos que esta crisis nos ha traído a la luz, o cuestiones que estaban escondidas, o malinterpretadas. ¡Si hasta hemos descubierto que hay profesores que se entregan mucho más allá de su profesión!

En este contexto de desvelamiento quisiera ofrecer tres elementos que han anidado:

El primero de ellos, es la fragilidad, nos damos cuenta de que somos seres muchísimo más frágiles de lo que pensábamos. No solamente porque en nosotros puede anidar un virus del que no podemos defendernos, sino que también porque el sistema sanitario es mucho más débil de lo que parece. Esto nos coloca en una situación de humildad. Porque si en algo nuestra cultura es fuerte, es por pensar o creernos que somos potentes, que podemos dominar la incertidumbre y que somos dueños absolutos de nuestro destino.

Hay un segundo elemento que me parece de importancia capital.

Se repite mucho que este virus no conoce fronteras, que acepta por igual al rico y al pobre, al que pone una valla y al que no. Esto significa que las barreras no son de la naturaleza. Las barreras las ponemos nosotros entre los pueblos, las personas, y las clases sociales. Porque el virus no conoce barreras. Es toda una lección que deberíamos profundizar.

 Esto me lleva a la tercera conclusión: el virus ha demostrado que no hay futuro para mí, si no está en un contexto para todos. El futuro solamente tendrá lugar si trabajo y me entrego. Es imprescindible que nos comprometamos en esto, porque, si no, nadie tendrá futuro, ni siquiera el más rico, en un contexto de individualismo.

Para terminar, me gustaría señalar que estos tres elementos se expresan de manera muy clara en la antropología cristiana. No es más que la visión de la condición humana que se nos ofrece en los primeros capítulos del libro del Génesis.

La fragilidad humana que se manifiesta en el relato del paraíso. No es que Dios quiera arrebatárnoslo, es que nosotros no podemos existir por nosotros mismos. Él no viene a anular al hombre, sino a encarnarse en su fragilidad, para salvarnos, liberarnos y poder encontrarnos.

En segundo lugar, el texto de Caín y Abel que el Génesis introduce muy pronto, describe que los hermanos se enfrentan porque establecen barreras. Es un relato que expresa que no tenemos ningún motivo para hacerlo, y que la gran pregunta que Dios nos hace es: ¿dónde está tu hermano?  Ya que Él quiere para nosotros la construcción de una fraternidad y una ciudadanía universal.

Y por último el hecho de que no existe un futuro para mí si no hay un futuro para todos, está también muy bien reflejado en la separación que encontramos en la torre de Babel, y que volvemos a ver reconstruida en el Nuevo Testamento a través del relato de Pentecostés. En aquel momento, todas las personas, de cualquier lengua, sabían reconocer el mensaje de Jesús.

Por último, me gustaría hacer una propuesta que hice con mi comunidad educativa, en el colegio de San Sebastián. Saben que la palabra pandemia tiene tres elementos que proceden del griego, el primero es el lexema “pan” que significa: todo. El segundo es el lexema: “demos” que significa pueblo, y el tercero es la terminación “ia” que significa: la cualidad de algo.

Pues bien, la pandemia “es la cualidad de algo que afecta a todo el pueblo”. Esta es la etimología de la palabra pandemia.

Propongo que, en lugar de llamarle pandemia, la llamemos “pan humanidad”. Porque hoy la globalización nos ha puesto encima de la mesa con más fuerza que nunca que nuestros destinos están completamente entrelazados. Nada de lo que a mí me afecte dejará de afectar al resto de la humanidad. Ojalá esta pandemia se ofrezca como una invitación para que todos vivamos una pan- humanidad.

Y la imagen más bonita para entender cuál es el destino que Dios quiere para la humanidad es la del banquete universal al que todos estamos invitados. Empezando por lo que menos tienen, y aprendiendo a la luz del mensaje evangélico. Solamente así ayudaremos a los alumnos en esta vivencia del Covid, para que se convierta en una experiencia creativa, educativa, que les ayude a profundizar en una visión cristiana de la vida.

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