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Editoriales

Reconstruir el pacto educativo global

P. José Alvarez
Presidente del CONSUDEC

Para dar forma al futuro de la humanidad formando individuos maduros que puedan superar la división y cuidar nuestro hogar común. Con esta intención el Papa Francisco convoca a la reconstrucción del pacto educativo global.

El Santo Padre llama a reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión”.

Una educación más abierta, que no se cierre en capacitar solo intelectualmente, sino que se abra al hacer y al corazón de la persona, educando en la trascendencia, acompañando a los jóvenes a comprender la realidad como signo que remite a lo que verdaderamente el hombre necesita para ser pleno.

También el Papa hace referencia a una educación incluyente, ya que la educación da oportunidades en la vida, y las dos terceras partes de los niños del mundo quedan excluidos de estas oportunidades. Esto genera diferencias enormes en las condiciones de vida y desarrollo de las personas, con clases con formación que las empodera por encima de los que quedan marginados, sin comprender que estos que son muchos más, a la larga (si no reciben educación adecuada) se volverán poderosos respondiendo con violencia frente a los que no han hecho nada para entenderlos como hermanos.

Por esto el diálogo y la comprensión mutua como camino de integración y desarrollo, brindando un mundo para todos.

El Papa se dirige a quienes trabajan en el campo educativo y de la investigación y a las personalidades públicas que a nivel mundial ocupan cargos de responsabilidad y se preocupan por el futuro de las nuevas generaciones. Apela también a los jóvenes, para que participen y sientan la responsabilidad de construir un mundo mejor.

Nos invita a promover juntos y a impulsar, a través de un pacto educativo común, aquellas dinámicas que dan sentido a la historia y la transforman de modo positivo.

El mundo contemporáneo está en continua transformación y se encuentra atravesado por múltiples crisis. Vivimos un cambio de época. Una metamorfosis no sólo cultural sino también antropológica que genera nuevos lenguajes y descarta, sin discernimiento, los paradigmas que la historia nos ha dado.

El cambio de época que no es solo una época de cambios, sino que han caído los paradigmas que guiaron la conciencia de la humanidad durante siglos, que algunos definíamos como crisis de valores, pero que en realidad es mucho más profundo, se ha desenmascarado la fragilidad del voluntarismo, y de convicciones sociales que hoy han perdido peso en gran parte de la sociedad, y no porque quienes adhieren sean malos sino porque para ellos las razones que nos han sostenido durante siglos no les alcanza, no les convence.

A nosotros nos da un poco de temor, pero nos lleva como toda crisis a ir hasta el fondo de nuestras convicciones y de las razones por las que vivimos, nos reclama a acabar con el fariseísmo formal para disfrutar de ser y elegir un modo de vivir y de mirar la vida, lleno de bien, de belleza y de verdad, para tener el coraje de confrontarlo con quien nos permite ejercer la libertad de un diálogo abierto que construye y madura a la persona.

Construir el futuro del planeta. “cada cambio requiere un camino educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora”. Es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna” entre los habitantes de la Tierra y la casa común, a la que debemos cuidado y respeto. Una alianza que suscite paz, justicia y acogida entre todos los pueblos de la familia humana, como también de diálogo entre las religiones. En un mundo donde el católico no es más el que juega de local, es necesario la humildad de vivir a fondo la frescura de la fe que ve en el otro un bien para mí, una oportunidad en sus diferencias.

Educación afronta la rapidación

El mundo actual está  “en continua transformación y se encuentra atravesado por múltiples crisis”.

Un “cambio de época”, en la que la educación afronta la rapidación “que encarcela la existencia en el vórtice de la velocidad tecnológica y digital, cambiando continuamente los puntos de referencia “la identidad misma pierde consistencia y la estructura psicológica se desintegra ante una mutación incesante que contrasta la natural lentitud de la evolución biológica.

El Santo Padre cuenta una anécdota sobre una visita en África, y preguntó ¿qué hace falta para educar un niño? Le respondieron. Toda una aldea.

Para educar a un niño se necesita una aldea entera. Cada cambio, precisa el Santo Padre, necesita un camino educativo que involucre a todos. Para ello – agrega –  se requiere construir una “aldea de la educación” donde se comparta en la diversidad el compromiso por generar una red de relaciones humanas y abiertas” en un terreno que “debe estar saneado de la discriminación con la introducción de la fraternidad”. En una aldea así es más fácil encontrar la convergencia global para una educación que sea portadora de una alianza entre todos los componentes de la persona:

  • entre el estudio y la vida;
  • entre las generaciones; entre los docentes,
  • los estudiantes, las familias y la sociedad civil
  • con sus expresiones intelectuales, científicas, artísticas, deportivas, políticas, económicas y solidarias”.

Tres pasos para recorrer el camino común

En primer lugar, tener la valentía de colocar a la persona en el centroPara esto se requiere firmar un pacto que anime los procesos educativos formales e informales: ellos no pueden ignorar que todo, en el mundo, está íntimamente conectado y que se necesita encontrar —a partir de una sana antropología—otros modos de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso. En un itinerario de ecología integral, se debe poner en el centro el valor propio de cada criatura, en relación con las personas y con la realidad que las circunda, y se propone un estilo de vida que rechace la cultura del descarte.

Otro paso es la valentía de invertir las mejores energías con creatividad y responsabilidad.La acción propositiva y confiada abre la educación hacia una planificación a largo plazo, que no se detenga en lo estático de las condiciones. De este modo, contaremos con personas abiertas, responsables, con tiempo para la escucha, el diálogo y la reflexión, capaces de construir un tejido de relaciones con las familias, entre las generaciones, y con las diversas expresiones de la sociedad civil, de modo que se componga un nuevo humanismo.

Y finalmente, tener la “valentía de formar personas disponibles que se pongan al servicio de la comunidad” porque “el servicio es un pilar de la cultura del encuentro”, y “como Jesús se inclinó a lavar los pies a los apóstoles”, trabajar “al lado de los más necesitados”.

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