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Cambio de época

Las circunstancias que afectan a la salud mundial postergaron la realización del encuentro de Roma convocado por el Papa Francisco “para unir esfuerzos, por una alianza educativa amplia”. Pero este llamado, que sintetiza su visión del momento contemporáneo, ocupó un panel central en el último Curso de Rectores. En su presentación, el sacerdote Walter Paris señaló que el Pontífice “nos ayuda a tomar conciencia de la realidad con una mirada crítica; y crítica, significa profunda, no criticona”, añadió.

Desde el auditorio del Teatro Metro de La Plata, el sacerdote de Bahía Blanca, docente e historiador recomienda leer el último documento del Papa Francisco sobre el llamado al Pacto Educativo Global. Es una convocatoria al diálogo “sobre el modo en que estamos construyendo el futuro del planeta” y “la necesidad de invertir los talentos de todos”.

“Correspondemos con mucha expectativa – dijo el P. José Alvarez como presentador –  porque no estamos mirando lo mal que está el mundo, o cuáles son las preocupaciones educativas, sino lo que propone el Papa: hacer; es decir que cada uno se plantee con creatividad qué puedo aportar, para que este mundo sea mejor para los que vengan”

El sacerdote Paris comenzó su intervención introduciendo las palabras del Santo Padre sobre la situación del mundo contemporáneo, el cual atraviesa “una metamorfosis no solo cultural, sino también antropológica”. Entonces precisó:

 Al utilizar la palabra “metamorfosis”, el Papa nos invita a mirar con una actitud inteligente todos los procesos. Yo diría que es como el proceso que vive la crisálida para transformarse en mariposa. Él habla de este cambio de época “como generador de nuevos lenguajes, que descarta, sin discernimiento, los paradigmas que la historia nos ha dado…”

Por eso señala que “La educación está llamada a la rapidación”, este neologismo sirve para expresar que sintetiza procesos. Y que, por la velocidad de los cambios, cambian puntos de referencia, “la identidad misma pierde consistencia y la estructura psicológica se desintegra ante una mutación incesante que contrasta la natural lentitud de la evolución biológica…” (LS,punto 18)

La insistencia de Francisco radica en que no demos por descontado un cambio de época. Con saber que las cosas cambian velozmente, no alcanza. Nos cuesta tomar conciencia. Y tomar conciencia es acoger la realidad que sucede con una mirada crítica, que significa profunda, no criticona. Y quejándonos.

El cambio de época también nos puede parecer indiferente, lo expresamos en el eslogan: “todo bien…” O promovemos que el pasado fue mejor, o somos modernistas al afirmar que todo lo nuevo es bueno. Pero el Papa nos invita a ir más allá. El habla de discernimiento evangélico que se alimenta con la luz y la fuerza del Espíritu Santo. El método es dejarse interrogar por los desafíos del tiempo presente. La “parresía” es otra expresión que utiliza mucho, significa franqueza, audacia; también paciencia y perseverancia.

Como historiador, tengo que citar también a San Juan Pablo II, ¿saben cuántas veces habló de cambio? Cinco veces, nos llama a vivir este cambio acelerado con el gran instrumento que nos regala la Iglesia, la comunión. Además, nos invita a interrogarnos, no con un interrogatorio o juicio a la realidad, sino a discernir qué nos dice Dios. Y nos lanza a profundizar en la experiencia, los dos conceptos más significativos del Concilio Vaticano II, comunión y revelación. Frente a la pretensión del ser humano de alcanzar la revolución como la comunista de los años 60, con su dialéctica, la Iglesia nos llama a vivir la comunión como hermanos, y no como enemigos a vencer, la antítesis a eliminar. Hoy vemos plasmadas estas posturas con el feminismo, que es una variante del marxismo. También en la grieta, que además está presente en la Iglesia, sobre todo, cuando transformamos las relaciones eclesiales en tradicionalistas versus progresistas.

 El papa promueve una mirada superadora, ver a todos como hermanos, y recogerlos como don de Dios, en la realidad de cada día. Porque la realidad es amiga, Dios acontece en ella.

El papa promueve una mirada superadora, ver a todos como hermanos, y recogerlos como don de Dios, en la realidad de cada día. Porque la realidad es amiga, Dios acontece en ella.

Lo importante es qué nos dice Dios, porque Dios nos habla con hechos y palabras. Se sigue revelando a través de la realidad, y continúa llamando al diálogo con El.

Dios no llama a la dialéctica, abraza. Se propone, no se impone. Se revela, no se exilia. Así la realidad se vuelve interesante. Él solicita nuestra libertad. Así nos llama el Papa a acoger el cambio de época. El cambio ha sido un tema decisivo en la reflexión de la humanidad. El Papa vino a arrancarnos de la distracción y estamos dando por descontado que las cosas cambian, pero también va cambiando nuestro corazón. Entonces llegamos a nuestra época, hoy vivimos un gran desmantelamiento de la naturaleza, y también de la persona. El otro es el hombre que se hace, pronuncia el existencialismo. Entonces deja de lado al Creador. Nietzche decía: “Dios ha muerto” no por un ateísmo militante, sino porque contemplaba que el mundo, no tenía nada que ver con Dios, sino que estaba hecho por el hombre.

Hoy el Papa nos llama la atención sobre lo que está feneciendo en la persona. Y en este cambio de época, llama a tener la valentía de colocarla en el centro, superar la lógica del conflicto, y nuestra positividad en una educación a largo plazo.

La familia

 En este cambio de época, la familia es fragmentada por su falta de sentido. La cuestión de género es otra colonización ideológica que la ha desestructurado como transmisora de una cultura. Entonces se desvanece la relación integral del ser humano con el mundo y con Dios. Se eliminan los vínculos comunitarios. Hay un gran individualismo. Y se propone una radical transformación del tiempo. La ciencia y la técnica están puestas al servicio del mercado.

Todo este cambio cultural es post cristiano. Soy lo que quiero ser, como me percibo. Es un ámbito complejo.

Pero, tenemos que mirar el cambio de época sin miedo, sin pretensiones, reconociendo que Dios nos habla a través de todas esas personas con un discernimiento evangélico.

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