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Novedades

Enseñar la vida en abundancia

El docente Alfredo Vota, conocido por su trayectoria educativa, y como co-autor del libro “La educación transformada”, invita a “re-pensar” la escuela del mundo contemporáneo: “¿a qué modelo responde?”, “¿cuáles son sus propuestas didácticas?”; “cómo salir de la mirada monolítica:  … te explico, aplicás, te evalúo…”.  Durante las Jornadas de Formación Docente, planteó “una dinámica existencial para encontrar el sentido a lo que pasa en las instituciones: hay dos caminos distintos – dijo – uno es buscar el conocimiento, y otro, buscar la verdad”.

¿Porque tenemos que actualizar nuestra labor de todos los días? expresó Alfredo Vota en las últimas jornadas organizadas por la arquidiócesis de Santa Fe y el CONSUDEC. Comenzó su intervención describiendo una escena, de las tantas que afectan a la escuela de hoy: dos chicos (Hernán y Pablo) se encuentran a la salida de clases para fumar “un faso” en circunstancias que tanto padres como profesores desconocen. (los primeros, desconectados por los problemas de todos los días, y los docentes, que, en la trama cotidiana del aula, se limitan a reproducir contenidos). El disertante cita como ejemplo a una profesora de literatura que pide leer “El guardián entre el Centeno”, la famosa novela americana de J. David Salinger, publicada en 1951, la cual “generó muchas controversias por su lenguaje provocador – como señala al comenzar la clase – y por retratar sin tapujos la sexualidad y ansiedad adolescente…”.

 Alfredo Vota describe que “Pablo se encontraba perdido”, desconocía cuánto podían tener en común con “Holden” el protagonista de la novela, que se enfrenta al fracaso escolar, pero es rescatado por una joven. El caso permite al conferencista plantear una hipótesis acerca del rol de la escuela contemporánea: “¿Qué tiene que ver lo que pasa en las instituciones con la vida de los chicos y su destino? ¿Qué sentido tiene enseñar literatura y cómo re pensar esto con la vida? ¿Hay posibilidad de cambiar, de dar una respuesta a la realidad tal cual se nos presenta?” preguntó.

El co autor de “La educación transformada” motivó esta reflexión:

 “La neurociencia está de moda y algo de razón tiene al señalar que el cerebro es un órgano vago, ecológico; recorre sistemas ya conocidos y ante el desafío, primero, va a dar una respuesta que ya conoce o para ahorrar energía, tiende a repetir más de lo mismo hasta que logra ajustarse.

Las respuestas que hay en las instituciones educativas y que nosotros damos, son así.  Frente a lo nuevo, el cerebro se estresa, por eso ataca o huye, es la respuesta primitiva. Sin embargo, estas formas de ataque no son violentas porque somos gente civilizada; se presentan bajo otra máscara, que es la peor de todas; por ejemplo, cuando alguien viene y dice: ¿por qué no replantear cómo evaluamos? Entonces, la primera defensa del discurso es ya lo sé, o ya lo hago.

En segundo lugar, aparece la nostalgia por algún momento paradisíaco de la educación, cuando los alumnos respondían y eran maravillosos…, entre otros pensamientos auto referenciales.

Lo primero que tenemos que revisar es si podemos hacer lo que corresponde. Si hay un espacio para transformar. Si hay un espacio entre el deseo y la realidad que hay que transitar.  Si no, no hay nada que hacer, el cerebro ya dio la respuesta. Se quiere quedar donde está y recorrer los caminos conocidos.

¿Por qué van a cambiar las escuelas?

Hay toda una teoría casi muerta que evalúa si un chico aprueba o desaprueba y hay toda una vida que va para otro lado. Si la escuela no logra convocar a los chicos para replantear su destino, y mucho más las escuelas eclesiales, entonces ¿cuál es su función?  

Si la escuela no logra convocar a los chicos para replantear su destino, y mucho más las escuelas eclesiales, entonces ¿cuál es su función?

Ella – como toda organización tiene sus ritos – es decir, determinados modos de repetir acciones que tienden a demostrar y hacer las cosas. La escuela está llena de ritos, se parecen a veces a las personas neuróticas, (que no pisan las líneas de las baldosas), por eso, la pregunta que me hago es si estos ritos son modos de expresión, o mecanismos de defensa. ¿son reales? ¿funcionan en la escuela, tienen significado o son vacíos?

Yo saqué azarosamente – por internet – una foto del 25 de mayo. Vi a los chicos vestidos de gaucho y atrás la reina de la Vendimia, y me pregunté cuál era la intencionalidad didáctica de esa foto. Dije, ¿qué será de nosotros que nos estamos independizando del rey Fernando VII y viene otra reina al acto, para captar la atención…? entonces ¿qué le estamos enseñando a los chicos? ¿qué aprendizaje hay detrás?

Es decir, muchas de las cosas que hacemos en las escuelas tiene que ver con respuestas a otro modelo, a otra construcción social, o necesidad pedagógica e ideológica, y hay que revisar estas cuestiones con detalle.

La propuesta didáctica “para algunos, cuando tiene que ser para todos”

En la escuela donde trabajo nos interesa didácticamente que a los chicos que les fue mal en la primera parte del año puedan recuperar las materias en el segundo semestre. Porque, miren cómo es este modelo que, si se llevan el primer trimestre y después se tienen que sacar un diez, el alumno tira la toalla, queda en altísima vulnerabilidad. Se puede llevar todas las materias. Pero, -si a mí me interesa que aprenda-, él puede volver a aprender; con tutorías y pruebas. Y que la intencionalidad no sea castigarlos.

Una clase en el ochenta por ciento de nuestras escuelas se imparten con este modelo; “el que me sigue, me sigue… y el resto… que haga lo que pueda”. Si después hago más complejo un contenido, el chico puede decir yo no sirvo para esto; entonces se termina descolgando de cualquier proceso de aprendizaje.

Estamos ante una propuesta didáctica mal planteada: es solo para algunos, cuando tiene que ser para todos. Hoy este sistema no da respuestas, es un ritual vacío. Y cuando un chico no se siente contenido, se desconecta, cae y lo termina atajando un “dealer”.

Lo importante es cómo trascender a una posición automática, y plantear que todos aprendan a trabajar, a valorarse a sí mismos. Incluso que entiendan el mecanismo que les permite hacer otras cosas.

El problema es la transmisión

Me gusta el ejemplo de enseñar a andar en bicicleta. Creo que la escuela tiene que tomar ese poder: ¿qué sucede cuando un padre le enseña a un niño a andar en bicicleta? Lo levanta cuando se cae, lo sostiene hasta que adquiere seguridad, le propone realizar trayectos cortos, y hasta corre detrás de él.

¿Cómo haría la escuela en sus rituales vacíos el proceso de enseñar a andar en bicicleta? Enseñaría que …la bicicleta es un mecanismo para el que hay que pedalear de esta manera…  preguntaría ¿cuántas ruedas tiene? Si uno contesta mal, tenés un uno y arréglate. Así funcionan los mecanismos en el proceso de evaluación. Es un sistema que no aguanta ninguna lógica. Pero si queremos que un chico aprenda de verdad; en la escuela tiene que pasar otra cosa.

Tenemos que intentar que un alumno se encuentre con el contenido, y si algo tiene que dar, es su razón existencial. Hay que revalorizar el contenido, ponerlo en contexto, acercarlo a la capacidad del chico para que pueda entender de qué se trata. Una teoría vacía no construye una persona. Es palabra muerta. Se trata de dar sentido a lo que ocurre, y en lugar de obturar las preguntas, tenemos que abrirlas. Un chico tampoco tiene por qué responderse todo. Ni siquiera nosotros tenemos que dar respuesta de todo.

Si en la escuela que nosotros imaginamos el chico tiene que responder y la respuesta correcta es la que yo pienso, es autoritarismo. Nosotros tenemos que abrir hipótesis a los demás y la respuesta estará en su corazón o en su cabeza. Pero uno puede generar marcos para que la respuesta sea encontrada.

Por eso hablo de aprendizajes activos; distintos modos didácticos para salir de la mirada monolítica de: “te explico, aplicás, te evalúo”. Esto no puede ser lo único que pasa en la escuela. Hay que replantearse entre los docentes cuál es el fin, el significado total para el que estamos

Por eso hablo de aprendizajes activos; distintos modos didácticos para salir de la mirada monolítica de: “te explico, aplicás, te evalúo”. Esto no puede ser lo único que pasa en la escuela. Hay que replantearse entre los docentes cuál es el fin, el significado total para el que estamos. Tenemos que preguntarnos: ¿Qué es enseñar para nosotros? ¿Qué es aprender?

Y si nosotros tomamos una postura didáctica y a la vez existencial la mirada tiene que ser convergente entre todas las partes de la escuela. Si los docentes no se sienten seguros, o si desconfían en sus posibilidades para afrontar los desafíos que presenta la educación es muy difícil generar un clima de confianza entre los alumnos.

Porque en las escuelas hay dos caminos distintos: uno es buscar el conocimiento y otro es buscar la verdad. A los educadores nos toca ayudar a buscar la verdad; que es mirar la realidad, afrontar los hechos, y encontrar una dinámica existencial que nos permita pensar en el sentido de lo que está pasando.  Para los que tenemos fe, nuestro esfuerzo no está tanto en lo que vamos a decir, sino en lo que vamos a vivir. Y con Jesús ¿en qué cambia y como afronto mi vida profesional?

Sobre todo, para que nuestras escuelas sean abiertas a lo extraordinario, y que su espacio sea tomado por asalto, ¿qué oportunidades les damos a los alumnos de apropiarse de un modo distinto de las escuelas?

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